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miércoles, 14 de mayo de 2014

SuperArte

“No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido”. (Almafuerte)

Todos conocemos personas que lograron superar grandes escollos en sus vidas. Seres casi heroicos, que pudieron vencer limitaciones o recuperarse de circunstancias desbastadoras. Esos sobrevivientes, sin duda, nunca más volvieron a ser quienes fueron antes. En esa lucha por mantenerse vivos en este mundo, se convirtieron en otros seres: más fuertes, más sabios.

En esta especie de arte de la superación; ¿qué es lo que hace que algunos se resignen ante sus limitaciones o desgracias y otros encuentren en esa debilidad, la fortaleza para seguir adelante y lograr no solo vencerlas, sino generar una vida mejor?

Pensando sobre este tema, tres palabras resonaron rápidamente en mi mente: aceptación, determinación y constancia.

La aceptación como primer paso, es la llave que nos permite abrir la posibilidad de un cambio. Es la que nos ayuda a ver los problemas como retos que podemos superar y no como terribles amenazas. Sin aceptación y reconocimiento de lo que nos limita, molesta o duele, difícilmente podremos hacer algo para salir de ese escenario.

Cuando hablo de determinación, me refiero a esa íntima promesa que nos hacemos a nosotros mismos que vamos a salir adelante, más allá de todo lo que parezca impedirlo. Es esa valentía que nos llena de fuerzas insospechadas y de esa Fe, tan necesaria que nos permite visualizar y creer firmemente que otra realidad es posible, que la vida tiene sentido y que no vamos a parar hasta descubrirlo o conseguirlo.

El tercer pilar seria la constancia, que se alimenta de un inquebrantable deseo de mejorar. La constancia nos focaliza en el objetivo, sin importar cuan imposible parezca el reto. Es la que nos sostiene, cuando avanzamos y también cuando retrocedemos. La que nos levanta cuando caemos y nos pone en carrera de nuevo. Es la que nos lleva a realizar un paso a la vez, aun cuando la meta parezca lejana y dif
ícil.

Enfrentar y superar problemas es un tema frecuente. En mayor o menor medida, todos somos los pequeños o grandes héroes de nuestras propias vidas. Desde que nos levantamos, hasta el final del día, tenemos que resolver situaciones que nos causan dolor o fastidio. Lo difícil de aceptar, no es el sufrimiento que generan estas situaciones, sino saber que el dolor es parte de la vida. Tan simple como eso. Tener que lidiar con el dolor tendría que ser tan natural, como tener que hacerlo con la alegría. Por supuesto no lo es, pero la buena noticia es que estamos diseñados para poder hacerlo. No necesariamente tenemos que tener pasta de titanes para superar nuestros problemas, sino que es una destreza que podemos adquirir.

Hoy se habla mucho de Resiliencia, definida como “la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo”. La resiliencia no es una cualidad con la que una persona nace, sino que implica una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.
  
Más allá de todas estas características y conductas que nos ayudan a superar las tragedias, desde las más extremas, hasta las más cotidianas, un cuarto componente que resulta crucial a la hora de enfrentar estos escenarios, es el soporte emocional de las personas que nos quieren, apoyan y en quienes podemos confiar. Un entorno afectuoso y empático ayuda a transitar la adversidad con más contención y calma. 

martes, 29 de abril de 2014

No pienses de más

"La vida es así, cambia el viento, cambia la estación, no siempre se encuentra una razón." (Jorge Drexler)

Hay días que vienen así… con pocas palabras.
La espera se hace tediosa y las respuestas no llegan.
Es mejor poner la mente en off y darle un descanso a la cabeza y al corazón.
Fluir con la vida, sin tantos cuestionamientos y resistencias.
Conectar con el silencio interior e invitarlo a que traiga un poco de paz.
Drexler y su música me arullan hoy, mientras lo intento.
No pienses de más
No pienses de más,
cuando te quedes sola.
No pienses de más,
no dejes pasar las horas.

La vida es así,
cambia el viento,
cambia la estación,
no siempre se encuentra
una razón.

No pienses de más
No esperes de mí
que venga y te lleve lejos,
no esperes por mí,
yo no puedo dar consejos.

No me hagas hablar,
no te traigo más
que esta canción,
yo no entiendo
ni a mi corazón.

No pienses de más
No me escuches
no ves que estoy dolido...
No me sigas,
yo también estoy perdido...

Y no todo se ve
mirando por una lupa,
no todo se ve,
no sé de quien fué la culpa, 
nunca lo sabrás,
cambia el viento,
cambia la estación,
no siempre se encuentra
una razón..

No pienses de más.

jueves, 13 de marzo de 2014

Des-Estructurando Mitos

“Los estructurados viven orientados a conseguir logros, mientras que los relajados, viven en búsqueda de la gratificación”.

¿Cuántas veces nos debatimos entre la seguridad de las estructuras y la incertidumbre de la  libertad? Las antinomias estructura vs. libertad o seguridad vs. riesgos, inevitablemente gravitan en nuestras mentes y corazones cada vez que elegimos.

El instinto de supervivencia rige nuestras elecciones y tendemos a priorizar todo aquello que garantice la vida. Cuando tenemos que optar entre tomar riesgos o quedarnos con lo seguro,  para los que aborrecemos las estructuras, en algún lugar de nuestro ser resuena la conocida frase atribuida a Darwin: "No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios". La tentación por elegir lo conocido es tan grande, que rápidamente nos envalentonamos tras esta máxima, desafiando cuanto riesgo se presente y nos animamos a asignar mayor valor a la capacidad de ser flexibles, que a la seguridad que brindan las estructuras.

Están también los indecisos, que manifiestan en mayor o menor grado, la contradicción de querer gozar de los beneficios de ambas situaciones, sin tener que elegir una de ellas.  Si bien detestan sentirse privados de la libertad en cualquier ámbito de la vida, muchas veces se sorprenden añorando la contención de un entorno sólido, donde no haya cabida para la inconsistencia de lo incierto. También sucede, que después de un tiempo de tanta previsibilidad,  se torna aterrador pensar que todo el potencial de la existencia quedará confinado tras las paredes de la rutinaria seguridad y ofrecen, desesperados, sus “reinos”, con tal de saltar las murallas de esa fortaleza y aventurarse a enfrentar cualquier riesgo que los saque del aburrido letargo.

En mi caso, admito, que todo lo referido a “estructuras” era un equivalente a mala palabra. Cada vez que escuchaba decir “estructurado” aplicado a una persona, un trabajo, una rutina o cualquier actividad, (ni que decir, si se refería a mi misma!!), automáticamente lo relacionaba con atributos negativos, relativos a rígido, duro, exigente, poco creativo, hasta aburrido o predecible. La felicidad estaba garantizada por lo opuesto, lo relajado, fluido, espontáneo, sin reglas o guiones pre-establecidos. Ser flexible era sinónimo de ser libre y para ello me la pasé evitando ataduras, a cualquier estructura que coarte ese derecho fundamental.

También están los que sienten pavor a la ausencia de estructuras. Prescindir de ellas, es como andar desnudos por la vida (tema al que le dediqué todo un post hace unos meses :"Miedo al caos").

En un intento por reivindicar la connotación del concepto, las estructuras no tienen como única finalidad aportar rigidez, también dan sostén, protección y salvan distancias.  Son las que delinean las formas, dan orden y dirección. Hay estructuras que definen en muchos casos nuestros orígenes e identidad. Son el punto de partida para lanzarnos, avanzar, improvisar, crear nuevos escenarios y si es necesario, también volver. Son los cimientos y el esqueleto sobre los cuales desplegamos nuestras creaciones. Hay inclusive  algo sabio en ciertas estructuras y proporciones, que se repiten en la naturaleza, la pintura, diseño y  arquitectura, que parecieran reflejar un orden superior, una sabiduría universal (proporción aurea).  


Me pregunto si no hemos denostado injustamente a las estructuras. Si bien la exagerada rigidez en las mismas resulta asfixiante, la ausencia de ellas puede tornar la existencia misma, en una experiencia anárquica y caótica. Reconocer el valor de las estructuras, nos permite creer en un orden posible y necesario, donde la creatividad también tenga cabida. Quizás la clave esté en perder el miedo a quedar atrapados en ellas como excusa para no arriesgar y probar nuevos caminos.  Quizás, en lugar de mirarlas con temor, podríamos animarnos a abandonar la quimera del control, mientras juntamos el coraje necesario para usar las estructuras como un puente que nos acerque a nuevos horizontes.

sábado, 22 de febrero de 2014

Maestros que inspiran

Un maestro hace mella en la Eternidad; nunca sabrá dónde termina su influencia.(Henry Adams) 

Todos los que tuvimos la suerte de cruzarnos con buenos maestros a lo largo de la vida, sabemos de lo que hablamos cuando ante la sola presencia de una persona, nuestro mundo se ilumina, vemos las cosas con mayor claridad y descubrimos un universo de nuevas alternativas, que antes parecían no estar disponibles. Esas personas que dejaron una huella profunda en nosotros y marcaron un antes y un después en nuestra historia, por lo general, comparten una serie de cualidades, que las hacen sobresalientes, sin proponérselo.  

Son seres generosos con sus conocimientos. Saben escuchar. Tienen el talento de encontrar lo mejor en cada persona y propiciar su desarrollo. Contagian entusiasmo y confianza. Son respetuosos de las diferencias y de los tiempos. No se sienten dueños de “la verdad”. No pretenden colonizar tu mente, tu corazón, ni tu alma. Inspiran con el ejemplo. Muestran un camino, el cual podemos tomarlo o no pero, en definitiva te advierten, que cada uno hace su propio camino, porque la experiencia es individual e intransferible. 

Cuando hablo de  maestros, no me refiero exclusivamente a profesores o docentes, protagonistas indiscutidos de nuestra educación convencional, tanto como nuestros padres, familiares y amigos, sino a todos los seres que dejan aprendizajes diferenciales en nuestra existencia. Pueden ser desde mascotas, hasta desconocidos, que el destino decidió  cruzarnos al azar sólo por un momento, o para que se instalen definitivamente en nuestro círculo más íntimo.

Aprender con ellos es siempre motivo de alegría e inspiración. Es casi imposible no experimentar una transformación cuando tenemos la suerte de encontrarlos, porque impactan positivamente en nuestra autoestima, promoviendo la creatividad y la autenticidad. Generan una profunda gratitud y nunca te hacen sentir en deuda. Son presencias que nos muestran el valor del Ser, empoderan, invitándonos a abandonar el rol de víctima de las circunstancias, para pasar a ser responsables y creadores de la realidad en la que queremos vivir.  Sus legados son tan poderosos que aun cuando ya no están más entre nosotros, siguen inspirando e influenciando cada día de nuestras vidas.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Aquí y ahora, celebramos todos los días

“Si llego a mi destino ahora mismo, lo aceptaré con alegría, y si no llego hasta que transcurran diez millones de años, esperaré alegremente también”. Walt Whitman

Llueve. Me gusta su sonido y saberla compañera de esta tarde de domingo, uno de los últimos de este año. El voile blanco que cubre mi ventana, sacude ondulante su letargo,  a causa de  la insistencia de una tímida, apacible y fresca  brisa.

Lluvia de sensaciones o asociaciones que caen, sin orden ni premeditación sobre estas teclas: bendiciones, purificación, siembra, limpieza, fluir, soltar, aceptar, cerrar, disfrutar, llanto, alegría, tristeza, esperanza, fe, persistencia, suavidad, humedad, fertilidad, nuevos comienzos, evolución, aprendizaje, agradecer y me quedo aquí, con este último pensamiento.

No quiero caer  en las típicas reflexiones trilladas del fin de año, ni quejarme por la locura y crispación que invaden las calles en nombre del espíritu navideño. Es muy difícil no repetirse en etas épocas, dominadas por redes sociales y tantas vías de comunicación, donde los mensajes se multiplican y todos contienen algún consejo o frase para reflexionar.

Dicho esto, me voy a limitar a dar gracias por todo lo que me trajo este año: lo bueno y lo malo, lo triste y lo alegre, lo amable y lo difícil, pero básicamente quiero agradecer por la vida, el mayor de los milagros y misterios.  Esta vida que no me deja de enamorar y sorprender. Esta vida que cuando creo tener todo en orden, me sacude desde los cimientos para volver a empezar. Esta vida que cada mañana me invita a hacer mi camino, con cada enseñanza y con cada elección.

Ahora, para terminar mi post de esta tarde de lluvia silenciosa, dos deseos para hoy, mañana, navidad, el año próximo, Reyes y todos los días:

Es intimidante lo que dice Buda, a modo de advertencia provocadora, como hacen los maestros iluminados:”tu error es creer que tienes tiempo”. Yo no quiero caer en ese error y dejar que la vida me pase inadvertida, por eso no ceso de repetirme: la vida es hoy, ahora, ya!!!  GRACIAS!

jueves, 12 de diciembre de 2013

Ubuntu, una palabra que refleja una manera de vivir

"¿Cómo puede uno de nosotros sentirse feliz, si alguno de los demás está triste? Soy porque somos."
Me encanta descubrir palabras nuevas, palabras inspiradoras, que en pocas sílabas logran concentrar un conjunto de conceptos poderosos. Esta última semana me crucé  con una de ellas: Ubuntu.
Ubuntu, expresa un valor ético sudafricano tradicional, enfocado en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas. La palabra proviene de las lenguas Zulúes y Xhosa y describe no sólo una creencia, sino una forma de estar y vivir en este mundo.
Hay varias traducciones posibles del término al español. Podríamos decir que una persona ubuntu, es aquella que posee un sentido de humanidad e igualdad hacia el otro; que cree que su existencia está ligada a la existencia de los otros, que su bienestar o desgracia es común a todos, que tiene la convicción de la presencia de un enlace universal que conecta a toda la humanidad.
Este mes se nos fue Nelson Mandela. Uno de los últimos ejemplos de liderazgo moral y espiritual de estos tiempos. Madiba, nombre  que recibió de su clan, como muestra de cariño y respeto, fue sin duda uno de los más altos exponentes de lo que significa ser ubunto.
Su liderazgo, se distinguió por una tremenda humildad y grandeza. Convencido de que todos somos uno y partes de un todo, logró reconciliar a un país profundamente fragmentado, promoviendo la dignidad e igualdad, como derechos de todos los ciudadanos. Así dio a luz a una nueva Sudáfrica, basada en los firmes cimientos de la no violencia, la  reconciliación y el respeto por la diversidad.
Mandela no buscó adeptos, ni ser protagonista. Su misión no fue convertirse en un héroe, sino en un servidor. Tuvo la visión de una nueva forma de liderazgo, más inclusiva, entendiendo que un líder, es un servidor y que el mejor servidor, es aquel que pasa desapercibido. Ese  fue su mayor talento y su mejor legado: concebir el valor de “liderar desde atrás”. De todas las enseñanzas que nos dejó este maestro, liderar desde atrás, es uno de los que más me impacta. Él lo explica de una manera simple y contundente:
“Un líder es como un pastor que permanece detrás del rebaño y permite que los más ágiles vayan por delante, tras lo cual, los demás les siguen, sin darse cuenta de que en todo momento están siendo dirigidos desde atrás”.
En estos tiempos marcados por la sed de protagonismo individualista y por el autismo social, tendemos a encerrarnos cada vez más en nuestros intereses, problemas y miedos, desconectándonos del sentido de comunidad. Vamos perdiendo sensibilidad ante las necesidades de los demás y nos escudamos en burbujas “ideales”, donde los paradigmas de felicidad están basados exclusivamente en el éxito personal. Cuánto necesitamos como sociedad, nutrirnos del concepto de esta palabra Zulú y recuperar valores tales como el altruismo, el amor, el respeto al prójimo y la compasión.
Nelson Mandela,  hizo honor a la filosofía Ubuntu. Hoy blancos y negros lloran su partida con el mismo dolor y admiración. Lloran a un hombre despojado de ego o resentimiento, que con sus valores, supo cambiar la historia de la humanidad. Ojalá su ejemplo nos guie y que la filosofía Ubuntu sirva al mundo de inspiración, para creer que un futuro más esperanzador es posible.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La espera como excusa

 “La gente siempre le echa la culpa a las circunstancias por lo que son. Las personas que tienen éxito en esta vida, son individuos que buscan las circunstancias que quieren, que necesitan y si no las encuentran, las crean ellos mismos”. (George Bernard Shaw)

Hoy reflexionaba sobre la espera; ese estado de perpetua vigilia en el que nos encontramos cuando queremos que suceda algo que no está disponible en el presente y que muchas veces usamos de justificativo de nuestra infelicidad. Nos paralizamos  escudándonos en el hecho de estar esperando que tal o cual  cosa sucedan, para recién entrar en acción y conseguir lo que  tanto anhelamos. Esperamos para decidirnos a vivir más sanamente, frenar el estrés, cortar un vínculo toxico, hacer un viaje, poner un límite, tener una conversación necesaria y tantas otras situaciones, para no hacernos cargo de nuestro propio letargo. Claro, siempre es más fácil poner la responsabilidad afuera, que encarar el tremendo trabajo de sabernos hacedores de nuestro futuro.

La espera viene casi automáticamente asociada con el ejercicio de la paciencia y también con sostener la esperanza. La vida es como es y podemos aceptarla con sus dones y sus sombras, o resistirla, esperando que muestre su escenario “ideal”, para recién disponernos a vivirla. Como cantó tantas veces Serrat: “de vez en cuando la vida toma conmigo café y está tan bonita que da gusto verla. Se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena”. ¿Pero qué hacer cuando la vida no se despliega de esa manera? ¿Ponemos “pausa” y nos sentamos, literalmente a esperar que pase la tormenta, para recién animarnos a habitar el mundo nuevamente? Nos creemos eternos y eso nos juega muy en contra. 
La vida no admite ensayos para luego salir a escena.

Hay muchas cosas que no dependen de nosotros, pero ser felices y vivir plenamente el presente, es una elección. Es bueno tener esperanzas, ansiar nuevas posibilidades, en tanto y en cuanto nos sirvan como motores inspiradores, para seguir conectados con el presente, desde donde diseñamos y construimos el futuro deseado, sin desperdiciar ninguno de todos los momentos que la vida nos regala, con cada nueva inhalación.

¡La vida es hoy, ahora, ya! Cada segundo es único e irrepetible, si tomáramos consciencia de ello, seguramente nos quejaríamos menos y disfrutaríamos más, desde el agradecimiento y desde un profundo entendimiento de lo efímeros que somos.

sábado, 5 de octubre de 2013

Creer para crear

“Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la conquista de uno mismo”. (Buda.)

¿Qué es lo que lleva a una persona decir una frase como esta? “Esta situación sólo puede mejorar”.

Siempre me asustó un poco el falso optimismo o mejor dicho, la irresponsabilidad disfrazada de optimismo. Ya en el post “El desafío de un buen observador”, explico mis razones. Pero hoy, no quiero escribir sobre la habilidad que tenemos para hacer buenas interpretaciones de la realidad, sino de esa asombrosa capacidad que tienen algunos humanos, para ver lo mejor de cada situación. Reitero, porque no quiero confundirlos: no me estoy refiriendo a esas personas que ven todo color de rosa, sino a aquellos que sin perder contacto con la hostilidad y desasosiego que la vida presenta como parte de su fachada cotidiana, aun así, mantienen su capacidad para no rendirse y buscar la luz que guía sus acciones hacia un espacio esperanzador.

Encontré  esta definición de resiliencia,  que creo es lo que define esta cualidad que me maravilla: “La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas graves.”

Me pregunto si la resiliencia tiene que ver con la aceptación. Si va de la mano con la creencia que la vida tiene un propósito, aun cuando este no sea evidente o accesible para nuestro entendimiento y muchas veces parezca absurdo y cruel.  O si está más relacionada con el coraje y la inquebrantable intención de querer siempre mejorar, a pesar de todo. No sé si importa identificar la cualidad sobresaliente de los resilientes, me parece más trascendente saber que la resiliencia  involucra  una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.

El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil. No significa huir o negar lo que nos genera fastidio o dolor. Implica afrontar el estrés y malestar emocional, desde un lugar sereno. Buscar el sentido de ese nuevo desafío, para encontrar la fuerza necesaria que nos permita construir un futuro, a pesar de la adversidad o la tragedia.

Esto me devuelve la esperanza que un mundo mejor es posible; me ayuda a pensar que creer es crear. Por eso, creo en las personas que se permiten sentir emociones intensas, sin temerles, ni huir de ellas.
Creo en las personas que miran los problemas como retos que pueden superar y no como terribles amenazas que los paralizan.
Creo en las  personas que aprendieron que ser flexibles, no es sinónimo de ser débiles.
Creo en las personas que se toman tiempo para descansar y recuperar fuerzas, que no se consideran todo poderosas. Reconocen tanto su potencial, como sus limitaciones.
Creo en las personas que son capaces de identificar de manera precisa las causas de sus problemas para evitar volver a enfrentarlos en el futuro.
Creo en las  personas con la habilidad de controlar sus emociones y pueden permanecer serenos en situaciones de crisis.
Creo en las  personas con un optimismo realista, con una visión positiva del futuro, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o fantasías.
Creo en las  personas que se consideran competentes y confían en sus propias capacidades y también en las capacidades de los demás.
Creo en las  personas con empatía, que les permite reconocer las emociones de los demás y conectar con ellas.
Creo en las  personas con más sentido del humor, que con tendencia al drama.
Creo en las personas que tienen una profunda convicción, que lo mejor está siempre por venir.

Tendríamos un planeta mucho más sano, si nos propusiéramos desarrollar  resiliencia desde temprana edad. El mundo estaría habitado por almas más pacíficas, felices, valientes  y positivas. Nadie puede garantizarnos una vida sin sufrimiento pero lo que la adversidad hace de cada uno de notros, depende en gran parte de nosotros mismos.

lunes, 30 de septiembre de 2013

La vida es AHORA!!

Hay quienes eligen vivir muriendo. Otros prefieren morir viviendo”.

Vivimos como si fuéramos eternos. Negamos sistemáticamente la idea de nuestra finitud. Nos resistimos a aceptar el paso del tiempo, recurriendo a cuanto cosmético o cirugía estética disponible, para mitigar de alguna manera,  la inevitable degradación de la materia de la que estamos hechos. Todos estos esfuerzos no son más que distracciones paliativas para no enfrentar la única certeza con la que nacemos: la de la muerte.

Aun para los que creen que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana, que no somos el cuerpo, sino un espíritu que habita dentro de esa materia. Para los que creen en la vida después de la muerte o en la reencarnación, en menor o mayor medida, todos ponemos a la muerte en un segundo plano, casi ignorándola para evitar el desasosiego que nos produce conocer nuestro común e ineludible destino.

En esta cultura de la inmediatez en la que estamos inmersos, somos los héroes del multitasking, sin embargo nos persigue la acuciante sensación de estar desperdiciando el tiempo, de estar haciendo un uso inadecuado de este recurso tan importante.

Nos damos el lujo de correr de un lado al otro, sin saber por qué o para qué. Permanecemos en relaciones o trabajos tóxicos como si tuviéramos toda la vida para recuperar el tiempo perdido. Vivimos tan apurados, que no aprendemos de nuestros errores, para evitar volver a cometerlos. Entramos en pánico cada vez que contamos con un poco de tiempo libre, porque no estamos preparados para enfrentarnos al vacío existencial que produce una agenda libre, sin actividades preestablecidas, que nos permita reflexionar sobre si el sentido de  la vida  es esa vorágine repetitiva y su propósito, simplemente alienarnos, para convertirnos en unos autómatas anestesiados. No nos damos cuenta que lo único verdaderamente urgente es aprender a mejorar el uso del tiempo, porque nada más tenemos y nada más nos llevaremos. Sólo el tiempo vivido.

Esto me recordó una breve anécdota sobre un turista de paseo por la India:

“Un turista paseaba por la India cuando se encontró con un viejo sabio. El turista se sorprendió al ver que el maestro sabio vivía en un espacio muy sencillo, con poco mobiliario; tan sólo una cama, una mesa y una silla. También vestía con ropa sencilla; camisa blanca y pantalón oscuro.
-¿Dónde están tus muebles?, le preguntó el turista.
-¿Y dónde están los tuyos?, le respondió el maestro.
-¿Los míos?, dijo sorprendido el turista.
-¡Pero si yo aquí sólo estoy de paso!, añadió.
-Yo también!, concluyó el sabio, 
-Sólo estoy de paso…, repitió el sabio”.

Aceptar que estamos de paso, nos cambia completamente la perspectiva y las prioridades. Entender que la manera en cómo usamos el tiempo, es como vivimos en definitiva nuestras vidas, es un buen comienzo para buscar y entender cuáles son los propósitos de nuestras acciones, para habitar en el presente y para amar lo que hacemos. Cuando usamos nuestro tiempo en aquello que nos apasiona y nos moviliza, cuando elegimos dedicarlo para cuidarnos y para cuidar lo que amamos, cuando nos entregamos en cuerpo y alma, es cuando conectamos con la magia  y misterio de la vida.


sábado, 24 de agosto de 2013

Dime lo que observas y te diré quién eres

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". (Gabriel García Márquez)

En el mismo momento en que tomé de mi biblioteca, el libro Para que no me olvides, de Marcela Serrano,  se deslizó en silencio el marcador de la Librería “ElAteneo”, en cuyo dorso se destacaba esta cita del gran García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla “.

Como si una  inteligencia superior hubiera estado leyendo mis confusos pensamientos de los últimos días y con el propósito de calmar mi atribulado espíritu, dejó caer ante mí esta frase que reflejaba con simpleza lo que estaba viviendo.

Volver a empezar, de alguna manera demanda repasar la historia personal, mirarse en perspectiva, recorrer mentalmente el camino otra vez y como la memoria es caprichosa, sólo nos muestra lo que queremos o podemos ver. Este revisionismo histórico, (que no deja de ser una gran nebulosa de interpretaciones), hecho en privado, en un monólogo con uno mismo, es mucho más cómodo o amigable, pero al compartirlo con otros, con nuevos integrantes de nuestro presente o inclusive con viejos conocidos, puede convertirse en un terreno muy hostil. Nos invade una variedad  de emociones que van desde el pudor, la vergüenza, la melancolía, la sensación de ridículo o la más plena dicha u orgullo por todo lo vivido.

En realidad, no sabemos cómo son las cosas. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos. Cada uno de nosotros observa la realidad de una manera diferente, pero ninguno de nosotros tiene la certeza de que las cosas son como decimos. “Dime lo que observas y te diré quién eres” y volviendo a la cita de Gabo, yo diría: dime qué y cómo recuerdas o interpretas tu pasado y te diré en quien te convertiste hoy.

Las interpretaciones nos dan o nos quitan poder. Según la manera en que elijamos contarnos nuestra historia se nos abrirán ciertas puertas y  otras se cerrarán. Siempre repito que el lenguaje no es inocente y toda proposición, toda interpretación, abre o cierra determinadas posibilidades en la vida.

No sólo actuamos de acuerdo a cómo somos, también somos de acuerdo a cómo actuamos. En este constante devenir de la vida, vamos mutando y cada aprendizaje, cada experiencia vivida, va construyendo nuestra identidad. Por eso no es extraño que después de un tiempo, cuando miramos atrás y contamos nuestra historia, los hechos podrán ser los mismos,  pero podemos mirarla y mirarnos con nuevos ojos, re-significarla, entenderla desde otra perspectiva y muchos episodios que en su momento carecían de todo sentido o sustento, hoy bajo la nueva luz del presente, resultan completamente lógicos y necesarios para ser y estar en donde estamos.

lunes, 1 de julio de 2013

El Motor de la Vida

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo". Gandhi.

Hace unos días, en una conversación con mi hija, me acusó (porque ese fue el tono de usó) de ser una amante de los cambios, como si fuera algo malo. Después de haber dejado decantar la conversación por un tiempo, pude confirmarme el tono de acusación de sus dichos y reinterpretar su frase: “vos adoras las cambios”, por, “tu forma de vivir me desestabiliza y no me gusta”. Y yendo un poco más profundo, ahora escucho: “tengo miedo a los cambios”

Este episodio me sirvió para reflexionar sobre mi actitud frente al cambio. Al igual que muchos, puesta a enfrentar cambios, lo primero que me ocurre es oponerme, resistirlos. Cambiar el statu quo de la vida, en mayor o menor medida, puede tomar la forma de una amenaza. Tenemos miedo y tendemos a pensar primero, en todo lo que podemos perder, en lugar de focalizarnos en todas las nuevas posibilidades que pasarán a estar disponible para construir una nueva y mejor vida.

Con el tiempo, entendí que evitar los cambios es una quimera. Pretender controlar el presente o el futuro, es imposible, aun suponiendo que si no me muevo, no alteraría nada en mi universo más próximo y todo se mantendría estático.¡Falso! La vida es cambio permanente. Pero así como el cambio es ineludible, insoslayable, el crecimiento personal es opcional. A no confundir cambios superfluos de hábitos o conocimientos con evolucionar, que es resultado de experiencias transformadoras,  que nos hacen mirar, estar y actuar en la vida de una perspectiva completamente diferente.

Tener una buena disposición al cambio no me convierte en una persona inestable o improvisada. En un mundo dominado por lo efímero, aprender a ser flexible y adaptarse, es casi una cuestión de supervivencia. En el devenir de la vida, nos enfrentamos a múltiples obstáculos, que nos obligan a cambiar nuestros más prolijos y bien intencionados planes. Cada piedra, es una lección y como expresa este dicho Zen: “El obstáculo es el camino”. El desafío más constante es no perder o confundir el propósito, avanzando con determinación.


Este pensamiento de Carl Rogers, es mi mejor defensa ante la acusación de mi romance con el cambio: "Me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.

jueves, 28 de marzo de 2013

¿Atrapados sin salida?


“La vida es lo que pasa cuando estás ocupado en otros planes”. (John Lenon)

En este último tiempo empecé a pensar que te da "chapa",  como se dice coloquialmente, o en otras palabras, un aire de importancia, vivir ocupado. Cada vez es más común cuando le preguntas a la gente sobre cómo están, las respuestas que tienen más a mano son: "estoy envuelto en llamas, detonado, sobrepasado, filtrado, fisurado, quemado", y así desarrollamos una increíble variedad de expresiones que describen un estado de agobio y agotamiento que, paradójicamente, no deja de ser un estandarte vanidoso, que describe cuán importantes e imprescindibles somos. Sentimos culpa si no estamos permanentemente trabajando o realizando alguna actividad para promover nuestro trabajo. Pareciera que si decidimos parar por una media hora, para lo que fuera y dejar de hacer lo que nos mantiene tan exigidos, algo catastrófico podría  ocurrir.


Todo este escenario, agravado por el aporte de la tecnología,  que nos facilita poder estar “conectados”,  las 24 horas del día a nuestros trabajos, amistades, redes sociales, lo que fuera que impida tener una conversación, cara  a cara, con la persona que tienes al frente. ¿No van a decirme que nunca vieron un grupo de personas, sentadas alrededor de una mesa en un bar y todas con sus miradas fijas en sus celulares? Mi impresión es que nunca fue tan difícil como ahora, conectar, poder desarrollar vínculos significativos con otros.


Hasta los niños están súper ocupados al punto del agotamiento, como si fueran mayores. Somos los adultos los que nos ocupamos de llenar sus agendas con tareas extracurriculares, no vaya a ser cosa que lleguen a sus hogares con algún resto de energía para jugar o simplemente hacer nada. ¡Nos aterra la idea de tener tiempo libre o que otros lo tengan!


Pertenezco a la generación la cual después del colegio, podía disfrutar de horas libres, sin tareas pre establecidas. Pude disfrutar de andar en bicicleta, inventar mis propios juegos, leer, pintar, explorar mi barrio, jugar con mis amigos mirándolos a los ojos. Fueron esas horas libres las que moldearon la idea de cómo quería vivir mi vida.


Esto no me convierte en una defensora de los eternos “Peter Pans”, que se niegan a crecer y volverse adultos responsables. No, esa no es mi posición. Sólo me  interesa decir que no somos víctimas de la histeria y delirio en el que vivimos. Ellos no son necesarios  o una condición inevitable de la vida pos-moderna.  Es una forma de vivir que elegimos y por lo tanto somos responsables de ello.


¿Me pregunto si nos convertimos en una sociedad adicta a estar siempre ocupados; ya sea por ansiedad, empuje o ambición, o es simplemente pánico a lo que tendríamos que enfrentar en caso de disponer más tiempo libre?  ¿Al estar siempre tan ocupados, podemos percibir si lo que nos está consumiendo la vida tiene algún sentido o propósito que no sea el mero hecho de pagar las cuentas? Obviamente que al estar siempre con la agenda sobre cargada, no hay manera que nuestra vida parezca trivial, simple o sin sentido. El estar "envuelto en llamas", es una quimera que nos ofrece una especie de garantía o pseudo-protección contra el vacío existencial.


Vivo en una sociedad que no sabe cómo ocupar su tiempo libre. No nos enseñaron a disfrutar el no estar ocupado, que no es lo mismo que no hacer nada. Nos hicieron creer que esas horas libres, si no las llenamos con tareas, son horas desperdiciadas. Nada más aterrador que desperdiciar el tiempo, en una era donde todo ocurre a una velocidad vertiginosa y el bajarse de ese ritmo es casi un pecado.


Cuando me refiero a honrar el tiempo libre, sin actividad, no estoy defendiendo la vagancia o  desidia. Me refiero a esa sensación que transcurre cuando estamos de vacaciones, lejos de la rutina y obligaciones. Para mí, la verdadera vida es esa, cuando somos sin rótulos o roles pre-establecidos. Es un tiempo vital, indispensable para la mente, el cuerpo y  espíritu, que nos permite crear, poner nuestro mapa de ruta en perspectiva, corregir el rumbo si hay que hacerlo y poder seguir adelante. Es crucial para combatir la alienación social en la que estamos inmersos, dar cada paso sin aturdirnos, ni asustarnos, conectar con nuestras necesidades y elegir actividades que estén alineadas con nuestro propósito existencial. La vida es muy corta para vivir ocupado, sin ningún sentido.

martes, 26 de febrero de 2013

¿Somos lo que pensamos?



“Vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros” (Koffka)

Tarde aprendí que es un hábito de lo más saludable, tanto como comer sin grasas o hacer actividad física, el cuidar mis pensamientos. Así, la calidad de las ideas que pasan por mi cabeza se volvió un acto vital, tanto como el de comer o respirar

Hace unos días me propuse explorar un poco este tema: ¿Somos lo que pensamos?

Como la Vida por lo general conspira a mi favor, me jugó la pesada broma de reglarme una total y absoluta disfonía, lo que ayudó  a que pudiera asumir el rol de testigo u observadora de mi propio dialogo por más de un par de días. Al estar en silencio, mis potentes, intrusivos y delatores monólogos internos, pasaron a un primer plano tan contundente, que evidenciaron lo poderosos que pueden llegar a ser. Lo que me digo a mi misma, puede entusiasmarme a encarar desafiantes experiencias o declararme una total y absoluta inútil, merecedora de todo fracaso disponible en el planeta. Y no estoy exagerando, porque esas conversaciones internas, al no tener un interlocutor que modere la charla, pueden escalar con la misma intensidad y vehemencia hacia el más idílico de los escenarios o al total caos de una tragedia griega.

Cuando escuché que el cerebro es capaz de producir más de 64 mil pensamientos por minuto, inmediatamente entendí que muchos  de esos miles de pensamientos seguramente no son necesarios  para nuestra supervivencia diaria  o que no los empleamos para realizar nuestra creatividad. Me asustó tomar consciencia de cuánta energía desperdiciamos al usar esta sofisticada “maquina” en procesos estériles y lo que es peor, en muchos casos se convierten en una plaga dañina, difícil de escapar.

El cerebro es un órgano vital que no descasa. Es sensible a todo lo que ocurre dentro y fuera de él. Los estímulos pueden activarlo o bloquearlo. Es un órgano plástico que aprende, se adapta y puede reprogramarse. Lo más revolucionario que aprendí  sobre este extraordinario órgano es que esta constantemente co-creando  la realidad que percibimos del mundo externo, a través de los sentidos.  Es decir, la realidad no es algo predeterminado y fijo, ni tampoco la percepción de la misma es pasiva. Todo lo contrario. Muchas prácticas espirituales y la física cuántica ya lo explican. En este breve video, el mismo Deepak Chopra habla sobre como el cerebro percibe los colores y  explica que el color no es un atributo fijo y predeterminado de las cosas, como siempre lo creímos, sino una cualidad que el cerebro crea en un determinado contexto.


Video: La percepcion del color 

¿Cuánta energía, tiempo y recursos se invierten en enseñarnos a alimentarnos bien, a cuidar nuestros cuerpos tanto por temas de salud o estéticos? ¿Y cuánta,  en aprender a alimentar nuestra mente y espíritu?

Durante siglos hemos creído que la mente está localizada en el cerebro. Sin embargo, lo que la ciencia moderna está demostrando es que la mente está presente en todas las células del cuerpo. Por lo tanto, si nuestros pensamientos son caóticos, el cuerpo actuará como espejo y reaccionará de igual manera. Si los pensamientos son de alegría y armonía, el cuerpo responderá en consecuencia.

Chopra repite hasta el cansancio que el cuerpo físico está atravesado por todas nuestras creencias y realidades interiores, por todo lo que comemos, leemos, pensamos, sentimos, imaginamos. Sostiene también  que  cuando meditamos, la química del cerebro cambia y por ende ese cambio se manifiesta en la totalidad del individuo.

La famosa fórmula, en la cual La Felicidad, está siempre allá lejos, fuera de alcance y que consiste en tratar de convencernos que vamos a estar mejor o más felices cuando ocurra cierto evento o alcancemos una determinada meta, dejó de funcionarme hace tiempo. No adhiero a esa creencia porque creo que tenemos que ser felices en el aquí y ahora. Y es por eso que nuestro dialogo interno se vuelve crucial.

Tampoco me simpatizan esas corrientes que proponen repetir afirmaciones positivas cuyos efectos mágicos aparecerán por el sólo hecho de repetirlas hasta el cansancio. Para obtener resultados, siempre tuve que poner el cuerpo y mente en acción. Eso sigue vigente en mi vida hasta el día de hoy a pesar que me gustaría que la magia funcione a tracción de palabras solamente.

La peor batalla es siempre la que me presenta ese ejército de pequeños “gremlins pica-sesos”, cada vez que me propongo salir de mis áreas de confort y arriesgar nuevos escenarios. Su misión es objetar cualquier movida que pueda poner en riesgo el statu quo. La unión hace la fuerza, dicen y la suma de cada una de esas pequeñas voces termina constituyéndose en un poderoso alarido interno que invade mi mente con cada una de mis creencias limitadoras. Actúa como un virus, infectando  lenta y sutilmente mis pensamientos, generando escenarios imaginarios,catastróficos y paralizantes.  Este proceso es el peor y más toxico de mis hábitos mentales. La meditación fue la gran medicina que me ayuda a reconocerlo y evitarlo. Aquietar la mente genera una fuente de energía inimaginable que luego uno puede invertir en lo que lo haga más feliz.

Estos días observé cuál es mi diálogo interno, cómo es el tráfico de mis pensamientos,  cuál es el beneficio de sostener hábitos tóxicos, para qué hacerlo, de qué modo me hablo  a mí misma, cómo influye eso en  mis emociones, estados de ánimos, en mis acciones y finalmente, en la forma que quiero estar en el  mundo.
Aprendí que no es un tema menor de qué manera alimento mi mente. Mis pensamientos son la materia prima de mis emociones y acciones. En la medida que elija más y mejores pensamientos, voy a  tomar mejores decisiones, forjare relaciones interpersonales más significativas y mi vida será más armónica, saludable y feliz. Todo esto sólo puede impactar positivamente en mi entorno más cercano y así sucesivamente, en contextos más lejanos.
Desde mi mirada, el mundo es una construcción o manifestación de nuestra consciencia  colectiva, por lo tanto, si queremos un mundo mejor, el cambio debe empezar por uno. Si cambio yo, cambia el mundo.



miércoles, 26 de diciembre de 2012

Home Sweet Home




A medida que el tiempo transcurre lejos de casa, del terruño propio, de los afectos, de los sabores conocidos, de la familiaridad del hacer sin pensar, terminas indefectiblemente idealizando.El famoso "todo tiempo pasado o lejano fue mejor", cae con toda la fuerza de la melancolía contenida y lo distante termina pareciendo más lindo, más grande, más bueno o al menos, es el consuelo del  refugio de lo seguro y conocido.
Así llegue a mi Argentina, con la urgencia que provoca la sed de la distancia. Debo confesar que la recepción ofrecida, al principio me descolocó un poco. Ausentarse también genera la ilusión de pensar que al menos por unos días, uno pasará a ser el centro de atención de todo el micro universo que no se movió del lugar y se dedicó a esperar ansiosamente, el reencuentro.  Que te sobren los dedos de una mano para contar los casos de  evidencia irrefutable que sostienen esa teoría,  lo convierten en un muy débil argumento. En poco tiempo volví a aclimatarme a la sensación térmica familiar y no quedaron rastros de idealización posible.
-Dos hijos adultos, independientes, felices concretando sus proyectos y confirmando que el nido está vacío y que la fábula de ser una madre indispensable, es puro cuento!
-Tres hermanos en estado de absoluto deterioro emocional, por cansancio tras haber padecido los últimos episodios de manipulación extrema de la locura de una madre.
-Escenas de recriminación encubierta por no haber estado durante los episodios y por todos los futuros eventos que tampoco podré presenciar, por haberme mudado a otro país.
-Impotencia de sabernos rehenes. Viejos rehenes de una enfermedad ajena. Esa red que cayó sobre nosotros  hace mucho tiempo, casi el mismo tiempo que puedo recorrer con mi memoria.

No puedo dejar de preguntarme cuál es el límite de la compasión.
Cuándo fue que aprendimos que el amor a uno mismo es sinónimo de egoísmo.
Que para merecer ser amados, debemos someternos y posponer o suprimir nuestras necesidades.
Convertirse en héroes, salvadores de los más necesitados pueden resultar roles atractivos para una película u obra de teatro pero en la vida real suele ser muy peligroso si no estas bien plantado. La trampa está en que los eternos "Dadores", somos personas tremendamente necesitadas de amor y capaces de entregar hasta lo que no tenemos con tal de sentirnos amados. Al final del día, que no es lo mismo que el final de una función, sabemos que el poco o mucho afecto que pudimos conseguir, no es genuino, porque nosotros no pudimos serlo. Estuvimos actuando un rol. Mientras el objetivo sea complacer y aceptar sin condiciones, seguiremos siendo victimas de nuestra falta de coraje. Coraje para atender nuestras propias necesidades, para integrar todo lo bueno y lo malo, lo encantador y lo deplorable. Recién cuando podamos aceptarnos enteros, conectarnos con lo que realmente queremos, podremos dar y recibir amor verdadero.
Tal como dice Oriah Mountain Dreamer en su poema The Invitation:

"Quiero saber si estas dispuesto a decepcionar a otros para honrar tus necesidades.
Si puedes soportar ser acusado de traidor y aún así no traicionar tu propia alma."