Mostrando entradas con la etiqueta crear. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crear. Mostrar todas las entradas

sábado, 22 de febrero de 2014

Maestros que inspiran

Un maestro hace mella en la Eternidad; nunca sabrá dónde termina su influencia.(Henry Adams) 

Todos los que tuvimos la suerte de cruzarnos con buenos maestros a lo largo de la vida, sabemos de lo que hablamos cuando ante la sola presencia de una persona, nuestro mundo se ilumina, vemos las cosas con mayor claridad y descubrimos un universo de nuevas alternativas, que antes parecían no estar disponibles. Esas personas que dejaron una huella profunda en nosotros y marcaron un antes y un después en nuestra historia, por lo general, comparten una serie de cualidades, que las hacen sobresalientes, sin proponérselo.  

Son seres generosos con sus conocimientos. Saben escuchar. Tienen el talento de encontrar lo mejor en cada persona y propiciar su desarrollo. Contagian entusiasmo y confianza. Son respetuosos de las diferencias y de los tiempos. No se sienten dueños de “la verdad”. No pretenden colonizar tu mente, tu corazón, ni tu alma. Inspiran con el ejemplo. Muestran un camino, el cual podemos tomarlo o no pero, en definitiva te advierten, que cada uno hace su propio camino, porque la experiencia es individual e intransferible. 

Cuando hablo de  maestros, no me refiero exclusivamente a profesores o docentes, protagonistas indiscutidos de nuestra educación convencional, tanto como nuestros padres, familiares y amigos, sino a todos los seres que dejan aprendizajes diferenciales en nuestra existencia. Pueden ser desde mascotas, hasta desconocidos, que el destino decidió  cruzarnos al azar sólo por un momento, o para que se instalen definitivamente en nuestro círculo más íntimo.

Aprender con ellos es siempre motivo de alegría e inspiración. Es casi imposible no experimentar una transformación cuando tenemos la suerte de encontrarlos, porque impactan positivamente en nuestra autoestima, promoviendo la creatividad y la autenticidad. Generan una profunda gratitud y nunca te hacen sentir en deuda. Son presencias que nos muestran el valor del Ser, empoderan, invitándonos a abandonar el rol de víctima de las circunstancias, para pasar a ser responsables y creadores de la realidad en la que queremos vivir.  Sus legados son tan poderosos que aun cuando ya no están más entre nosotros, siguen inspirando e influenciando cada día de nuestras vidas.

sábado, 5 de octubre de 2013

Creer para crear

“Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la conquista de uno mismo”. (Buda.)

¿Qué es lo que lleva a una persona decir una frase como esta? “Esta situación sólo puede mejorar”.

Siempre me asustó un poco el falso optimismo o mejor dicho, la irresponsabilidad disfrazada de optimismo. Ya en el post “El desafío de un buen observador”, explico mis razones. Pero hoy, no quiero escribir sobre la habilidad que tenemos para hacer buenas interpretaciones de la realidad, sino de esa asombrosa capacidad que tienen algunos humanos, para ver lo mejor de cada situación. Reitero, porque no quiero confundirlos: no me estoy refiriendo a esas personas que ven todo color de rosa, sino a aquellos que sin perder contacto con la hostilidad y desasosiego que la vida presenta como parte de su fachada cotidiana, aun así, mantienen su capacidad para no rendirse y buscar la luz que guía sus acciones hacia un espacio esperanzador.

Encontré  esta definición de resiliencia,  que creo es lo que define esta cualidad que me maravilla: “La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas graves.”

Me pregunto si la resiliencia tiene que ver con la aceptación. Si va de la mano con la creencia que la vida tiene un propósito, aun cuando este no sea evidente o accesible para nuestro entendimiento y muchas veces parezca absurdo y cruel.  O si está más relacionada con el coraje y la inquebrantable intención de querer siempre mejorar, a pesar de todo. No sé si importa identificar la cualidad sobresaliente de los resilientes, me parece más trascendente saber que la resiliencia  involucra  una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.

El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil. No significa huir o negar lo que nos genera fastidio o dolor. Implica afrontar el estrés y malestar emocional, desde un lugar sereno. Buscar el sentido de ese nuevo desafío, para encontrar la fuerza necesaria que nos permita construir un futuro, a pesar de la adversidad o la tragedia.

Esto me devuelve la esperanza que un mundo mejor es posible; me ayuda a pensar que creer es crear. Por eso, creo en las personas que se permiten sentir emociones intensas, sin temerles, ni huir de ellas.
Creo en las personas que miran los problemas como retos que pueden superar y no como terribles amenazas que los paralizan.
Creo en las  personas que aprendieron que ser flexibles, no es sinónimo de ser débiles.
Creo en las personas que se toman tiempo para descansar y recuperar fuerzas, que no se consideran todo poderosas. Reconocen tanto su potencial, como sus limitaciones.
Creo en las personas que son capaces de identificar de manera precisa las causas de sus problemas para evitar volver a enfrentarlos en el futuro.
Creo en las  personas con la habilidad de controlar sus emociones y pueden permanecer serenos en situaciones de crisis.
Creo en las  personas con un optimismo realista, con una visión positiva del futuro, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o fantasías.
Creo en las  personas que se consideran competentes y confían en sus propias capacidades y también en las capacidades de los demás.
Creo en las  personas con empatía, que les permite reconocer las emociones de los demás y conectar con ellas.
Creo en las  personas con más sentido del humor, que con tendencia al drama.
Creo en las personas que tienen una profunda convicción, que lo mejor está siempre por venir.

Tendríamos un planeta mucho más sano, si nos propusiéramos desarrollar  resiliencia desde temprana edad. El mundo estaría habitado por almas más pacíficas, felices, valientes  y positivas. Nadie puede garantizarnos una vida sin sufrimiento pero lo que la adversidad hace de cada uno de notros, depende en gran parte de nosotros mismos.

lunes, 29 de abril de 2013

Según como mires


"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo." (Albert Eisntein)

 ¿Alguna vez te encontraste atascado en una situación que no te permitía  avanzar y por más que intentaras distintas alternativas, esa situación no dejaba de repetirse? Quizás cambian las anécdotas, hasta los personajes pero el patrón que te mantiene estancando en ese problema, sigue siendo el mismo.¿Ahora, de qué manera podemos romper esa inercia y­­­­­ cambiar la forma en la que miramos el mundo?

Quizás sea una cuestión de ejercitarse u obligarse a romper la lógica que nos gobierna y aceptar que hay una infinidad de alternativas posibles, que sólo tenemos que aprender a verlas. Esa lógica no es sólo el resultado de nuestras creencias, que actúan como filtros a través de los cuales percibimos la realidad, sino también de cómo nuestro cerebro descifra el universo.

Hace poco, hice una prueba con mi pareja y los invito a que la realicen con alguien y se respondan hacia dónde gira la bailarina.


Ojalá les pase como a mí, porque uno se resiste a creer que ante el mismo estímulo, dos personas vean cosas diferentes. En un principio yo vi girar la bailarina en sentido de las agujas del reloj, mientras que al mismo tiempo mi pareja la veía girar en el sentido opuesto.

No es la primera vez que voy a hablarles sobre el cerebro, órgano que no deja de asombrarme. Es común utilizar más un lado del cerebro que el opuesto y según cual sea ese lado, percibimos e interactuamos con el mundo de una determinada manera Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios que comparten algunas funciones como las del pensamiento y la regulación de la temperatura del cuerpo. A su vez, estos hemisferios se distinguen entre sí por realizar una serie de funciones específicas, que pueden parecer opuestas pero son complementarias.

El hemisferio izquierdo procesa la información analítica y secuencialmente, paso a paso, de forma lógica y lineal. Analiza, abstrae, cuenta, mide el tiempo, planea procedimientos, verbaliza, Piensa en palabras y en números, es decir contiene la capacidad para las matemáticas, para leer y escribir. Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento convergente, obteniendo nueva información al usar datos ya disponibles, formando nuevas ideas o datos convencionalmente aceptables. Aprende de la parte al todo y absorbe rápidamente los detalles, hechos y reglas.

El hemisferio derecho procesa la información de manera global, partiendo del todo para entender las distintas partes que componen ese todo, sintetizando la información que recibe. Con él vemos las cosas en el espacio, y cómo se combinan las partes para formar el todo. Gracias al hemisferio derecho, entendemos las metáforas, soñamos, creamos nuevas combinaciones de ideas. Es el experto en el proceso simultáneo o de proceso en paralelo. Se lo llama también el hemisferio holístico porque es intuitivo en vez de lógico, piensa en imágenes, símbolos y sentimientos. Tiene capacidad imaginativa y fantástica, espacial y perceptiva. Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento divergente, creando una variedad y cantidad de ideas nuevas, más allá de los patrones convencionales.

Cada vez que me encuentro en situaciones de estancamiento, recuerdo la magnífica escena de la película la Sociedad de los Poetas Muertos, en la cual el profesor Keating se sube a su escritorio para recordarles a sus alumnos que en la vida hay que buscar mirar las cosas desde diferentes perspectivas. Eso es lo que hice con mi última pintura. Estaba decididamente atrapada en una imagen mental preestablecida que no me gustaba nada. Luego de intentar varios replanteos, decidí romper con toda lógica figurativa e invertí mi cuadro para continuar pintándolo de esa manera. El resultado fue totalmente inesperado e inspirado. Sin dudas, cuando me animo a crear experiencias inusuales y buscar inspiración donde menos lo imagino, termino generando buenas ideas.

Me resulta vital reconocer mis paradigmas, sobre todo cuando pierden vigencia y no me sirven más. Cada vez que un paradigma se encuentra instalado y activo en mi cerebro, quedo presa de un proceso, que repite  los mismos pensamientos. Estos pensamientos se tornan automáticos, inconscientes y rutinarios; en consecuencia, mis respuestas también lo son. Pero la realidad, a diferencia de estos paradigmas, no es estática y cambia constantemente. Cambiar o romper paradigmas, significa modificar la manera de observar para poder accionar de una manera diferente. Aquellos que se atreven a hacerlo, son los que se adaptan mejor a los cambios y en consecuencia, tienen mayores posibilidades de éxito.