“El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar” (Deepak
Chopra)
Hoy lunes, practicamos la Ley del dar y recibir, según lo
profesado por Deepak Chopra, en
su libro Las Siete Leyes Espirituales del Éxito. El universo opera por medio de
un intercambio dinámico, en el cual dar y recibir son aspectos diferentes del
flujo de la energía del universo. Mantener este flujo en movimiento es lo que garantiza
mantener viva la inteligencia de la naturaleza.
Esto que dice Chopra me llevó a pensar que en realidad
todas las relaciones se sostienen en función de ese vínculo que se genera entre
el dar y recibir, inclusive la relación con nosotros mismos. “El dar engendra el recibir y el recibir
engendra el dar”. Todo nos parece maravilloso mientras ese intercambio es
equilibrado y disfrutamos los efectos de un círculo virtuoso, que hace que las
relaciones crezcan y se fortalezcan. El problema surge cuando se rompe ese
equilibrio y una de las partes percibe que la energía que solía circular sin obstáculos,
se bloqueó en algún punto, poniendo a la relación en una asimetría energética.
Siempre que mi autoestima y creencia sobre el
merecimiento estuvieron débiles, me quedé en relaciones (de amistad, de pareja,
de trabajo) que no me resultaban gratificantes y en las que me sentía víctima
de una injusticia, por no recibir en la medida en la que me estaba brindando. Si
miro en más profundidad, me descubro debatiéndome entre los roles de una pobre víctima
o la sacrificada heroína, que no deja de ser la más ejemplar y egocéntrica versión
de las víctimas.
Debo confesar que le perdí respeto a la palabra
sacrificio.Cuando alguien declara con bombos y platillos que está
haciendo un sacrificio por alguien, automáticamente
se me prende la alarma de la desconfianza. Los sacrificados representan para mí,
personas manipuladoras e interesadas.Cada vez que aparece un sacrificio relacionado con
brindarse a un tercero, por detrás siempre hay un objetivo. No nos engañemos,
no se trata de una acción desinteresada
ya que lo que la sostiene, es la especulación de recibir algo a cambio: generar
culpa, miedo, reconocimiento, respeto, admiración o resarcimiento material.
Cuando hablamos desde ese rol autorreferencial, creemos que somos tan
sobresalientes y especiales, que no sólo nuestros argumentos merecen ser
considerados y respetados, sino también deben darnos lo que demandamos. El ego reclama obediencia y reconocimiento de
superioridad y nuestro sacrificio se constituye en la evidencia contundente de
nuestra generosidad sin igual. En síntesis, sacrificarse no es más que un
intento disfrazado de manipulación. Cuando elijo jugar de victima sacrificada,
en vez de contribuir con la energía del dar, la combato, bloqueándola, viciando
los mecanismos auténticos del recibir.
No sé si alguna vez tuvieron la experiencia de
cruzarse con un desconocido que tuvo un acto de generosidad con Uds. Alguien
que les hizo un regalo, sin esperar absolutamente nada cambio, alguien a quien quizás
no volverían a ver nunca más. Para mí, este puede ser el ejemplo que transmite con
más claridad lo que significa dar. La acción
de dar que sostiene el fluir de la energía del universo, en el cual es difícil separar
el dar, del recibir, porque son sólo dos momentos de un mismo proceso. Cada vez
que doy, porque si, porque así lo quiero, me estoy dando y por ende, estoy
recibiendo. Dar, motivado por el amor no genera deudas, no hay necesidad de compensar y el que receptor, lo hace en paz, apreciendo lo que recibe.
Cuando confundimos dar, con sacrificio, estamos confundiendo
la intención detrás de la acción. El sacrificio tiene su raíz en
el ego: es por quién y para quién actúa. Al dar
genuinamente, desde el altruismo, no hay motivo de deudas o reclamos, ni lugar
para el sacrificio, ya que el motor es siempre el amor y el objetivo es hacerlo
circular, en armonía con las leyes del universo.