La
vibración del amor es la frecuencia más alta de la energía.
El Amor... uno de los motores más poderosos del universo. Pero cuando hablamos de Amor, de qué estamos hablando?
Desde la tradición del yoga, el sentimiento amoroso es una energía, de determinada frecuencia vibracional que se condensa en el chakra del corazón y desde allí sale y se expresa.
Quienes tienen bloqueos en ese centro energético, no pueden expresar esta energía con facilidad y se sienten solos y angustiados.
Cuando este centro vibra en una determinada frecuencia y entra en resonancia con otro ser que está en la misma frecuencia se produce un intercambio amoroso pleno.
Esto puede darse una sola vez, varias veces, por mucho tiempo, por toda la vida humana. Todo depende de la capacidad para mantener esa sintonía.
Mantener la energía del amor en movimiento, sin bloqueos requiere de un gran trabajo de conciencia e inversión en nuestro desarrollo personal, sobre todo en reconocer nuestro mundo emocional y aprender a gestionar nuestras emociones. Por ejemplo la ira y el resentimiento, cuando se convierten en el estado emocional constante en el que habitamos, son energías que vibran muy densamente, porque están asociadas al miedo y la escaccez, y por ende nos alejan del amor y la abundancia. Mira tu mundo emocional y trata de reconocer cuál es tu estado de ánimo más constante y nómbralo. Es de alegría, gratitud, aceptación o todo lo contrario? Te acerca o te aleja de vibrar en el amor? Recuerda, uno atrae la energía en la que vibra, por eso todo empieza por uno!
La idea misma de
"relación" (...) sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones
sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del
encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en
términos de "relacionarse" y "relaciones", la gente habla
cada vez más de conexiones, de "conectarse" y "estar
conectado". En vez de hablar de parejas, prefieren hablar de
"redes". (Zygmunt Bauman)
La
tecnología se ha instalado en nuestra cotidianeidad. Es la mediadora
indiscutida a la hora de trabajar, buscar información, ver una película,
escuchar música, estudiar, inscribirse en la facultad, pagar cuentas,
mirar fotos, escuchar una conferencia, hacer sociales, amigos y hasta
para enamorarnos. Llegó para cambiar definitivamente los paradigmas de
las relaciones e inevitablemente, nos enfrenta a nuevos interrogantes.
¿El uso
que hacemos de la tecnología es dañino? ¿Profundiza la desconexión, mientras nos vende la ilusión de una cercanía
y accesibilidad permanentes? ¿Nos estamos conformando con vínculos más
superficiales? ¿Usamos a la pantalla como telón para proyectar lo que esperamos
recibir, a la medida de nuestros deseos y posibilidades? ¿O la usamos como
escudo ante la gran dificultad que tenemos para intimar y mostrarnos cómo
somos? ¿Quizás sea la tecnología el antídoto contra la soledad? La misma que hizo las veces de abono y provocó que
todas nuestras destrezas sociales florecieran de golpe, al punto que la
capacidad para hacer amigos puede reducirse al esfuerzo de un simple “click”.
Es tan inmenso el cambio que produjo en nuestras vidas, que podemos cargar el
complejo entramado de nuestros universos -sociales, familiares, laborales-
en un pequeño dispositivo móvil. Cada vez es mayor el tiempo que
dedicamos a nuestra vida virtual y si el ser con el que estamos conectados, es
de carne y hueso, o simplemente una grabación o una aplicación lo
suficientemente “inteligente” como para parecer humana, va perdiendo relevancia
y poco nos importa.
La
tecnología ha derribado límites y ha achicado distancias. Nos provee una sensación de conexión y
accesibilidad que nunca
antes habíamos experimentado. Pareciera haber simplificado una serie de
frentes, pero aún con todos estos beneficios, las relaciones se volvieron más
intrincadas. Sigo preguntándome: ¿Qué significa estar juntos hoy? ¿Cuánto de
nuestras almas se refleja en este intercambio sin cuerpo, que se produce a
través de la tecnología? ¿Sobre qué promesas construimos estas nuevas
relaciones On/Off, cuyas demandas podemos activar o
desactivar con la simple presión de un botón?
No me
animo a afirmar que las emociones que resultan de los intercambios con un
dispositivo tecnológico mediante, no sean reales o
válidas. Así como tampoco puedo aceptar que las
interacciones que se desarrollan en el mudo real, son equivalentes a las
que ocurren en el mundo virtual. De alguna manera, el no poner el cuerpo en los
vínculos, es una forma de evitar vivir lo fundamental que resulta de una
experiencia humana. En primer lugar, aceptar la imposibilidad del control, abrazando la incertidumbre de la evolución y fluir
de la vida. Luego, aventurarse a vivir una verdadera comunión e intimidad, con todo lo bueno y malo que ello implica. Lo que
más me impacta de esta revolución, es que si bien cambió la forma en que los
seres humanos buscamos satisfacer nuestras necesidades afectivas fundamentales,
estas necesidades no se modificaron. Siguen siendo las mismas.
Intenso. Si tuviera que elegir una sola palabra para
describir este último mes de mi vida, creo que “intenso”, es el adjetivo que
mejor lo define. Pensándolo bien, creo que me quedo corta si lo aplico sólo a
este mes. Desde hace un poco más de un año mi vida goza y padece al mismo
tiempo, de un vértigo digno de un película de Indiana Jones. Cambié mi lugar de
residencia, con todo lo que eso implica: cambié de país, de provincia, de
ciudad, de casa, de cama y hasta de almohada!!! Cambió el clima, el
idioma, el horario, las comidas, las costumbres. Cambiaron mis rutinas, esas
mal ponderadas jaulas de las que renegamos, pero que secretamente añoramos
cuando las perdemos, porque nos sostienen, nos dan dirección.
Todo este gran movimiento surge como consecuencia
de “El Gran Cambio”: el de mi situación sentimental. La Vida me regaló un Amor,
El Amor y me puso de cara con la maravillosa tarea de rediseñar mi vida
toda. Fue un salto al vacío pero sin vacilar me aferré a esta oportunidad con
todo mi cuerpo y alma. Con todo mi amor y compromiso, sabiéndome una bendecida
porque no siempre nos regalan segundas partes.
Este saltar a una nueva vida exigía dos grandes
desafíos para mí:
Dejar atrás toda una forma de vida y con esto quiero decir: dejar hogar, familia, amigos, trabajo, pasatiempos, que constituían mi
mundo, mi ser, mi identidad.
Abrazar la vulnerabilidad e
incertidumbre que resulta cuando nos despojamos de todo lo “seguro” y
conocido.
Así fue como empecé a transitar esta nueva etapa de
mi vida. Casi desnuda, descalza y prácticamente en carne viva. Porque
disponerse a construir un vínculo con otro, en alguna medida mata nuestra vieja identidad y da nacimiento a una nueva.
No soy lo que la sociedad llamaría una mujer
enamoradiza, tampoco me reconozco como una romántica. Es más, en los últimos
años de mi vida, tuve una postura bastante escéptica sobre el amor de pareja. ¿Se preguntarán qué fue lo que me motivó entonces a tomar semejante riesgo? Yo
también me lo pregunté muchas, muchas veces y mi respuesta es la misma. No
varía, ni cuando el mundo me parece perfecto, ni cuando se convierte en
el más desolado de los desiertos. Si te pasaste la vida añorando con todo tu
ser un buen amor, un amor sano, auténtico y correspondido; el día que te cruzas
con él y podes reconocerlo, ese día la fuerza de seguir a ese amor es mucho más
poderosa que cualquier miedo.
Estoy convencida también, que no hay espacio para
una entrega o comunión verdadera sin animarnos a volvernos completamente
vulnerables.¡Asusta, si!! Por momentos paraliza pero es crucial para que el
encuentro de almas se produzca y no se convierta en un mero intercambio
inconducente de energías.
No voy a negar que ansío más estabilidad, que
tantos cambios generan agitación pero entiendo también, son necesarios cuando
el propósito es tan grande y transformador. Para poder soltar y saltar, se necesita amor, coraje y confianza. Estos en definitiva, son los
tres pilares que sostienen mi nuevo universo.
“El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar” (Deepak
Chopra)
Hoy lunes, practicamos laLey del dar y recibir, según lo
profesado por Deepak Chopra, en
su libro Las Siete Leyes Espirituales del Éxito. El universo opera por medio de
un intercambio dinámico, en el cual dar y recibir son aspectos diferentes del
flujo de la energía del universo. Mantener este flujo en movimiento es lo que garantiza
mantener viva la inteligencia de la naturaleza.
Esto que dice Chopra me llevó a pensar que en realidad
todas las relaciones se sostienen en función de ese vínculo que se genera entre
el dar y recibir, inclusive la relación con nosotros mismos. “El dar engendra el recibir y el recibir
engendra el dar”. Todo nos parece maravilloso mientras ese intercambio es
equilibrado y disfrutamos los efectos de un círculo virtuoso, que hace que las
relaciones crezcan y se fortalezcan. El problema surge cuando se rompe ese
equilibrio y una de las partes percibe que la energía que solía circular sin obstáculos,
se bloqueó en algún punto, poniendo a la relación en una asimetría energética.
Siempre que mi autoestima y creencia sobre el
merecimiento estuvieron débiles, me quedé en relaciones (de amistad, de pareja,
de trabajo) que no me resultaban gratificantes y en las que me sentía víctima
de una injusticia, por no recibir en la medida en la que me estaba brindando. Si
miro en más profundidad, me descubro debatiéndome entre los roles de una pobre víctima
o la sacrificada heroína, que no deja de ser la más ejemplar y egocéntrica versión
de las víctimas.
Debo confesar que le perdí respeto a la palabra
sacrificio.Cuando alguien declara con bombos y platillos que está
haciendo un sacrificio por alguien, automáticamente
se me prende la alarma de la desconfianza. Los sacrificados representan para mí,
personas manipuladoras e interesadas.Cada vez que aparece un sacrificio relacionado con
brindarse a un tercero, por detrás siempre hay un objetivo. No nos engañemos,
no se trata de una acción desinteresada
ya que lo que la sostiene, es la especulación de recibir algo a cambio: generar
culpa, miedo, reconocimiento, respeto, admiración o resarcimiento material.
Cuando hablamos desde ese rol autorreferencial, creemos que somos tan
sobresalientes y especiales, que no sólo nuestros argumentos merecen ser
considerados y respetados, sino también deben darnos lo que demandamos. El ego reclama obediencia y reconocimiento de
superioridad y nuestro sacrificio se constituye en la evidencia contundente de
nuestra generosidad sin igual. En síntesis, sacrificarse no es más que un
intento disfrazado de manipulación. Cuando elijo jugar de victima sacrificada,
en vez de contribuir con la energía del dar, la combato, bloqueándola, viciando
los mecanismos auténticos del recibir.
No sé si alguna vez tuvieron la experiencia de
cruzarse con un desconocido que tuvo un acto de generosidad con Uds. Alguien
que les hizo un regalo, sin esperar absolutamente nada cambio, alguien a quien quizás
no volverían a ver nunca más. Para mí, este puede ser el ejemplo que transmite con
más claridad lo que significa dar. La acción
de dar que sostiene el fluir de la energía del universo, en el cual es difícil separar
el dar, del recibir, porque son sólo dos momentos de un mismo proceso. Cada vez
que doy, porque si, porque así lo quiero, me estoy dando y por ende, estoy
recibiendo. Dar, motivado por el amor no genera deudas, no hay necesidad de compensar y el que receptor, lo hace en paz, apreciendo lo que recibe. Cuando confundimos dar, con sacrificio, estamos confundiendo
la intención detrás de la acción. El sacrificio tiene su raíz en
el ego: es por quién y para quién actúa. Al dar
genuinamente, desde el altruismo, no hay motivo de deudas o reclamos, ni lugar
para el sacrificio, ya que el motor es siempre el amor y el objetivo es hacerlo
circular, en armonía con las leyes del universo.
“El amor fue el primer instinto de supervivencia en la
historia de la especie y está unido a la pasión. Hoy la gente agradece que el
conocimiento pueda explicar las cosas que no entienden”. (Eduard Punset)
Siempre me interesó entender cómo funciona el
cerebro. Me parece uno de los órganos más enigmáticos y perfectos. Muchas veces
me pregunté: ¿hasta qué punto el comportamiento está determinado por las
interconexiones eléctricas del cerebro. ¿En qué medida la forma en que
percibimos e interpretamos el mundo está influenciada por la química cerebral?
¿La química cerebral difiere entre hombres y mujeres?
Tenía algunas respuestas; sabía que las
hormonas tienen un rol determinante en nuestros estados de ánimos, pero no
sabía cómo o por qué. Así fue como empecé a leer especialmente sobre dos
hormonas, las responsables de mantener a mujeres y hombres jóvenes, sanos y
sexualmente activos y también descubrir de qué manera el estrés impactaba
en ellas. Para los varones esta hormona es la testosterona y para las mujeres,
la oxitocina.
No es ninguna novedad que el estrés es uno de
los grandes flagelos que hombres y mujeres tienen que enfrentar a diario. Vamos
acumulando estrés sin darnos cuenta. Se va instalando en nuestras vidas, en
pequeñas dosis, sin mayores consecuencias y lo subestimamos dejándolo crecer
silenciosamente. Día y noche avanza, invadiendo nuestra salud, buen
humor, creatividad y aniquilando esa fuerza vital que tenemos los seres
humanos: el deseo. El estrés afecta químicamente de manera diferente al cerebro
del hombre y al de la mujer y esta quizás sea una de las razones por las que
nuestras necesidades por momentos parecen tan distintas, hasta opuestas.
Cuando las mujeres están estresadas, el nivel
de oxitocina baja. La oxitocina es una hormona que se produce durante el parto
y se mantiene durante la lactancia, para asegurar la supervivencia del bebé. Es
la hormona del apego, del amor incondicional, de la ternura, de la
provisión de cuidado y sustento. También se la conoce como la hormona del amor
y del placer, ya que también está presente cuando se disfruta un orgasmo,
tanto en hombres como en mujeres. La oxitocina no sólo produce sensación
de bienestar, sino que cuando se segrega de manera continuada, produce una
menor incidencia de algunas enfermedades, sobre todo de tipo cardiovascular,
ansiedad y depresión. Por ello, cuando el nivel de oxitocina cae, afecta
notablemente la calidad de vida de las mujeres.
Cuando los hombres están estresados, la
testosterona es la que cae. La testosterona es la hormona del deseo sexual, es
la responsable de hacerlos sentir viriles, los lleva a tomar riesgos, a
enfrentar desafíos y conquistas. Es la hormona que permitía al hombre primitivo
salir a cazar y enfrentarse con feroces bestias para asegurar el sustento y
supervivencia de la prole.
Mujeres y hombres buscamos conscientes o
inconscientemente la forma de pelearle al estrés y reestablecer la
armonía, conectando con nuestro deseo y energía vital. He aquí el punto
crucial del aprendizaje: las mujeres combaten el estrés compartiendo y los hombres, aislándose.
Este es quizás el origen de las tan consabidas quejas femeninas sobre el
comportamiento de sus parejas: “no me escucha, no comparte mis preocupaciones,
es un autista frente al televisor, está frío y distante, no colabora, no
me desea.”
Si bien las mujeres nos sentimos aliviadas y
nos resulta gratificante dar y cuidar, al final de un arduo día de trabajo, nos
quedamos literalmente sin nada para dar y necesitamos recibir atención y
afecto para subir los niveles de oxitocina y bajar el estrés. Necesitamos
mimos, abrazos, masajes, hablar y que nos escuchen. Es la única manera de recuperarnos y estar en condiciones de volver a dar.
El hombre en cambio, se retira a su espacio
privado a hacer, quizás nada. Se aísla de toda experiencia que pueda resultarle
demandante, necesita descansar Ante ese escenario, no tenemos que
enojarnos u ofendernos. Tampoco sentarnos a esperar que salga. Tenemos que
entender que esta situación de aislamiento, es una cuestión de supervivencia.
Es el tiempo que requieren para subir sus niveles de testosterona y bajar
el estrés y así volver a estar disponible para el mundo y su mujer.
Una mujer sabia, no lo toma a título personal. Una mujer astuta, respeta ese
espacio sagrado del hombre en su caverna, porque sin testosterona no hay deseo.
Esto nos deja ante la responsabilidad de
aprender a buscar la mejor forma de generarnos oxitocina de manera alternativa.
Cada una sabrá cuál es la más apropiada, pero en general, lo logramos
hablando, hablando mucho, yendo de compras, con masajes, haciendo jardinería,
pintura, actividades manuales, meditando o tomando un baño de espuma. Por
otro lado, Uds. los varones no se asusten. ¡No es tan difícil! Con un simple
abrazo, un cariño o un cumplido, nos alcanza.
Entender que tenemos mecanismos distintos
para lidiar con el estrés, es vital para la salud de las relaciones. Si bien la
preponderancia de oxitocina, genera apego, calma, sosiego y seguridad, el
exceso de la misma, mata el deseo. Hay un delicado equilibrio que tenemos que
aprender a manejar para ahorrarnos frustraciones y desencuentros innecesarios.
La buena noticia es que no somos rehenes de la química cerebral, porque
las hormonas pueden ser tanto el producto de la experiencia, como la
experiencia puede ser producto de las hormonas.
Hay días en los que un gran abismo separa a mi yo real de mi yo ideal. Hoy es uno de esos días. Hoy me levanté “egoísta" y lo escribo entre comillas porque es un término que
hasta el día de hoy, me genera sosobra.
Me desperté rebelde, sin ganas de
cumplir con mis listas de: debo hacer, debo ser, debo estar, debo
tener. Me levanté con el firme
propósito de no hacer nada que realmente no sienta genuinas ganas de hacer y lo
más importante, no sentirme culpable por ello. Hoy quiero escucharme, reconocer
qué es lo que realmente quiero, necesito y registrarlo como válido. Lograr el
convencerme que mis necesidades merecen ser atendidas con amor, dedicación y
compromiso. Y estoy hablando de mi propio amor, de mi dedicación y compromiso.Saberme tan merecedora de amor, como mi prójimo.
Qué difícil es sentirse merecedora
de atención y cuidado, si, de uno mismo; cuando el mote de egoísta fue uno
de los que más resonó en mis oídos desde
mi pre-adolescencia hasta ya entrando a mi adultez. Ella me lo decía con frecuencia,
con demasiada frecuencia, a tal punto que terminé por creérmelo y es hasta el día de hoy, uno de los puntos
más débiles sobre los que fui construyendo mi identidad.
Nadie me enseñó a priorizarme,
hacerlo era sinónimo de egoísmo y eso tiene muy mala prensa, tanto, que durante muchos años me convertí en una
perfecta intérprete de lo que otros esperaban de mí, para complacerlos. No
importaba lo que yo quisiera, sólo importaba no ser tildada de egoísta. De niña,
no tenía herramientas para identificarlo y así aprendí que mis necesidades no
eran merecedoras de atención, entrando en la gran matriz de la manipulación de
los adultos. Ese espacio amenazador, en el cual sientes que si no haces según te indican o esperan tus progenitores o
mayores, no eres merecedora de su amor y lo que es peor aún, puedes ser
castigada y hasta olvidada.
Gracias a la Vida, pude ir despegándome de esos rótulos que calaron tan
profundamente en mi autoestima, determinando la forma en la cual me relaciono
con el mundo. En el momento en el que pude dejar de dar crédito y tomar los
juicios de mis padres como una verdad absoluta, fue señal de que me estaba volviendo
un adulto y como adulto, puede empezar a elegir con libertad.
“Hacerse
adulto significa dejar de ser hijo/a, para sentirse independiente y formar un
mapa de relaciones maduras, en las que te sientes el sujeto que elige, no
sujeto por la imposición. Si no se puede dejar de ser hijo porque sigues a la
espera de ser querido, es imposible ejercer la acción de escoger desde la
libertad; simplemente te encuentras sumergido en amores, amistades que no has
elegido y no comprendes bien qué o quién te mantiene vinculado a ellas.”
Lo repito y me lo repito casi a
diario, no hay posibilidades de generar vínculos sanos y constructivos si antes
no podemos establecer una buena relación con nosotros mismos. Para ello,
debemos tener una cuota necesaria de sano egoísmo, que nos permita preservarnos
y conocernos. En este contexto, ser egoísta no implica convertirse en el centro
del universo y manejar el entorno a
nuestro antojo. Requiere tener el coraje de quitarnos las máscaras y tomarnos
el tiempo para conectar con lo que creemos,
queremos, pensamos y sentimos, más allá de las expectativas de terceros. Este
es el primer paso para dejar de esperar y pedir que los demás sean veedores de
nuestras vidas, asumiendo la responsabilidad de todo lo que somos, hacemos y
decimos.
"El que siente deseo, desea
lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, lo que él
no es y aquello de que carece, desea aquello de que está falto, y no desea si
está provisto de ello”. Platón (El Banquete)
Cada vez que escucho esta expresión,“Soy sol@”,no puedo evitar sentir que la persona
que lo dice, está queriendo victimizarse. Está haciendo un uso forzado del
lenguaje para provocar lástima, compasión o conseguir manipular de alguna
manera a su audiencia.
¿De dónde salió esta expresión? Entiendo que no se
puede eludir el tremendo efecto dramático que produce cambiar el verboestarporser!!!
El verboestar,
per se, da una sensación de algo pasajero, transitorio, quizás hasta efímero.
¿En qué momento la soledad sostenida, no circunstancial, pasa a hacer un
atributo permanente de una persona, que hasta pueda ser usada para definirla?
¿Aún si esta fuera una situación en la cual la persona se encuentra sin
compañía por elección, podemos concluir que esa persona es sol@?
El verboseres tan fuerte, tan determinante.“Ser solo”, como una
cualidad permanente de tu persona, suena a condena o maleficio, entendiendo la
soledad como algo no deseado. Lo insólito de la naturaleza humana es que
siempre estamos tratando de huir de la impermanencia de las cosas, buscando la
garantía "del para siempre", en dicho contexto, despreciamos el"Estar"momentáneamente en algo y buscamos
desesperados el"Soy",que garantiza larga duración,
solvencia. Pero "ser solo", no suena muy esperanzador.
Podemos debatir años sobre las bondades o castigos de
la soledad. Estamos atravesando una era donde hemos debilitado la calidad de
los vínculos al punto que ya no sabemos conectarnos cara a cara, mirarnos a la
altura de los ojos. Hemos cibernetizado las relaciones hasta llegar al
descompromiso absoluto.
Siempre termino concluyendo que el culpable de todo
esto es elmito de Andrógino. Esta
pesada herencia, no sólo nos plantea la idea que estamos mutilados y como
consecuencia, tenemos esa tremenda añoranza del alma gemela, de la otra mitad,
sino que también nos lleva a idealizar al otro u otros, que están igualmente solos y
hambrientos de completitud.
La soledad, un tema universal que está o estuvo
en la vida de todos. Yo también la viví. Podría darle un nombre, un aroma,
incluso un color o una melodía a cada soledad vivida. Disimulando y simulando,
encaraba la vida como podia, con el traje de turno, que acababa en la
oscuridad del ropero, con las perchas desnudas, tiritando de miedo.
Voy a terminar con la idea que empecé el post. La
autocompasión que tiñe la expresión “Soy sol@”, me parece inútil
y dañina. Es todo lo opuesto al amor a uno mismo, al amor propio bien entendido
y practicado. Siempre vi la autocompasión como el arte de la manipulación
interior y exterior. No deja de parecerme un mecanismo realmente sofisticado
porque tiene como objetivo reclamar atención a los demás y/o compadecernos a
nosotros mismos, en búsqueda de reconfirmación pero pagando un altisimo precio. La autocompasión es muy
destructiva y también adictiva. Las personas que se auto-compadecen, aprenden a
auto-despreciarse de manera sistemática, constante y natural, llegando a dañar profundamente
su autoestima.
Aún cuando sólo tuve un cielo inmenso que me abrazara,
siempre supe que "no somos solos". Somos seres completos y
perfectos en cada una de nuestra particularidad. La soledad es circunstancial u
opcional, por ende, no puede definirnos ni determinarnos.
Aristófanes nos narra una antigua leyenda sobre Efialtes y Oto, hijos de tesalio Aloeo, que encadenaron a Ares e intentaron escalar el cielo para derrocar a Zeus (Homero).
Expone que, en la antigüedad, la humanidad se dividía en tres géneros, el masculino, el femenino, y el andrógino (del griego Andros-Hombre y Gino-Mujer). Los seres que pertenecían a esta última clase eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales. Estaban unidos por el vientre. Eran seres tan terribles por su vigor y fuerza que se sintieron suficientes para atentar contra los dioses. Puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, los castigó partiéndolos por la mitad. Apolo los curó dándoles la forma actual que tienen ambos sexos, y más tarde pasó adelante sus “vergüenzas”.
El Amor desde tiempos inmemoriales trata de unirlos, de manera que, cuando se encuentran se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo, de manera que tan solo podría alcanzar la felicidad nuestra especie cuando se dé el tiempo en que la mitad de la Humanidad se encuentre con su otra mitad. Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad.
"El centro
del amor no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes". (Roberto Juarroz)
14 de Febrero, Día de Los Enamorados, celebración de San Valentín
o como quieran llamarlo, fue sin lugar a dudas una de las fechas máscontrovertida
durante mi vida.¿Celebrar o padecer?
Para muchos, es sinónimo de éxtasis romántico, para otros, la
reconfirmación de su soledad o desamor y para el resto de los mortales una
celebración invasiva, con un marketing de proporciones crecientes, difícil de
escapar o ignorar.
Tengo que admitir que hasta hace muy poco tiempo la celebración de San
Valentín, me molestaba, me parecía una ridícula costumbre importada de países
anglo-sajones que poco tenía que ver con nuestra tradición e idiosincrasia.
Representó por años el día más cursi, mercantilista y cruel al cual podía
enfrentarse toda aquella porción de la población que estaba sola sin pareja o
peor aún, sola con una pareja.
Es una de esas fechas en las cuales no se puede tener una posición
neutral y como mujer, solo me voy a limitar a hablarles desde mi perspectiva
femenina.
Las eternas románticas enamoradas del amor.
Son las que se enamoran con la misma intensidad del protagonista de la
telenovela de turno, un ciber-novio que vive del otro lado del planeta o
del tachero que se hizo el galán cuando les daba el vuelto al finalizar
el viaje. Adoran la invasión de tarjetas con frases melosas de amor, los
chocolates, las flores, los almohadones y cualquier cosa que tenga forma de
corazón! Hasta se emocionan ante la idea de recibir un oso de peluche que
promete un caluroso abrazo en pleno febrero estival del hemisferio Sur! No importa
si tienen una pareja o no, ellas pueden celebrar San Valentín hasta con su
mascota con tal de no perdérselo.
Las que odian al Santo.
En el otro extremo están las detractoras. Las que piensan que esta
celebración la inventaron con el sólo objeto de hacerlas sentir miserablemente
solas y recordarles que transcurrió un año más sin que hayan podido cambiar de
estatus relacional. El 14 de febrero se constituye en el día en el que muchos
reconfirman oficial y públicamente su soltería e incapacidad para generar
vínculos duraderos.
Las que quieren celebrar y no pierden las esperanzas.
¿Quién no tiene una amiga soltera y que mataría por tener su “Valentín”,
una comida romántica a la luz de las velas y ser sorprendida por un ramo de
rosas rojas al llegar a su hogar?Ellas no despotrican contra el
ángel regordete y su esquiva flecha. Miran desde afuera y ruegan que el próximo
año sea más inclusivo y poder ser parte de esta gran fiesta.
La población cautiva.
Las que no creen, no celebran pero tampoco lo odian y aún así no pueden
estar ajenas a toda la parafernalia marketinera que crece año a año. Imposible
comprar bombones que no tengan forma de corazón o enviar un ramo de rosas que
no tenga una presentación romántica. Por unos días pareciera que el mundo se
convierte en una gran jaula de corazones rojos imposible de eludir.
Yo fui todas ellas! Si, pasé por todas esas experiencias y
es la primera vez en años que mi corazón se siente correspondido y enamorado.
Dejé de resistir a San Valentín cuando entendí que en definitiva es una
celebración del amor y creo en el amor como la fuerza más poderosa e inclusiva
del universo.
Me gustaría hacer las paces definitivamente con Cupido y para ello
necesito crear una nueva dimensión en la celebración del Día de los Enamorados.
El marketing invasivo de los corazones rojos dejó afuera de la fiesta a
muchos. Nunca me gusto idealizar el rush hormonal, típico del
enamoramiento de los primeros tiempos de una relación. Eso sería dejar al amor
reducido a la voluntad de unos cuantos químicos cerebrales.
El amor es mucho más que eso. Quiero agregar a la celebración del amor
romántico, la celebración del amor a uno mismo. No como una expresión
egocéntrica o vanidosa, sino como el combustible existencial necesario
para generar buenas y sanas relaciones. El amor a uno mismo tuvo en mi mundo
muy mala prensa. Elegirme, aceptarme, reconocer y atender mis necesidades era
casi prácticamente lo mismo que ser una gran egoísta. Fue revelador entender
que no puedo dar lo que no tengo. Por lo general, eso no te lo enseña
nadie. Así fue como Cupido se pasó años evitándome.
Tener la bendición- porque creo que es una bendición- que te toque la
flecha angelada y finalmente encontrar esa alma que resuena en armonía con la
de uno , es motivo para festejar San Valentín los 365 días del año.
Historia:¿Quién fue San Valentín?
Cuenta la historia que Claudio II "el Gótico", un tirano
emperador romano, ordenó a todos los cristianos adorar a doce dioses, y había
declarado que asociarse con cristianos era un crimen castigado con la pena de
muerte. De este modo, Claudio mandó prohibir en todo su territorio cualquier
manifestación de amor entre dos personas, lo que incluía todo tipo de
celebraciones nupciales. Claudio sólo quería soldados, guerreros solteros que
defendieran con brío y sin sentimentalismos su vasto imperio.
Aquí es donde apareció el cristiano Valentín, obispo de Interamna
Nahartium, en Italia. Era un médico romano que se hizo sacerdote y casaba
soldados. Se dedicaba a casar en secreto a parejas que quisieran formar una
familia con la gracia del sacramento. Esto le valió la cárcel bajo el mandato
de Aureliano, sucesor de Claudio. Valentín fue decapitado un 14 de febrero de
270. Fue enterrado en la que es hoy la Iglesia de Praxedes en Roma como mártir
de la persecución romana.
“La vulnerabilidad, la ternura, la
capacidad de dar amor son esas cualidades que empiezan cuando dejamos de
controlar y aceptamos que sólo desde ahí, desde ese lugar en el que
todas las emociones son posibles, es desde donde se establece
la verdadera conexión con los demás”. (Brene Brown)
Pertenezco
a una generación de mujeres protagonistas de una revolución social. Soy parte
de ese grupo de mujeres a las que nos enseñaron que podíamos ser y hacer todo
lo que quisiéramos. Fuimos beneficiarias
directas de la liberación que produjo la aparición de la píldora anticonceptiva. Situación que se potencia con el constante avance de la tecnología, que terminó por hacernos creer que
hasta la diferencia física entre el hombre y la mujer era inexistente. Hoy podemos
manejar camiones, aviones, ir a la guerra, conducir países o hacer cualquier
cosa que nos propongamos. Entendimos que
son las máquinas las que mueven las cosas, no la fuerza de las personas y la fuerza o poder, dejó de ser una cuestión de géneros.
Es así
cómo fue instalándose en mi mundo este modelo a seguir, el de la Mujer Todopoderosa. Mostrarse vulnerable era
casi como un pecado mortal, una vergüenza, un fracaso. Todas queríamos pertenecer a la casta élite de las "mujeres que todo lo pueden”. Con el paso de los años, a medida que fui dejando
la adolescencia para entrar en mi adultez, descubrí que eso de
ser una especie de Wonder Woman condenada a vivir una vida de simples mortales, era
bastante frustrante. Esta poderosa revolución social que habíamos causado y que
estaba en marcha, había puesto en jaque a todo el sistema de relaciones y roles tradicionales, amenazándonos con
dejarnos cada vez más solas e imposibilitadas de hacer contactos genuinos, sobre todo con el sexo
opuesto.
Durante
una década estuve tironeada, sin poder decidirme o hacer una buena síntesis
entre el rol de la mujer tradicional, madre de familia y ama de casa, y la
figura de la mujer posmoderna, profesional, competitiva y omnipotente. Esa
lucha fue muy desgastante hasta que tuve alguna intuición que la clave del
conflicto estaba en aquel viejo mandato en el cual ser y mostrarse vulnerable, era sinónimo de debilidad. Admitirlo, ponía en riesgo mi supervivencia.
El año
pasado tuve la dicha de cruzarme con esta clarísima y reveladora conferencia de Brene Brown, una científica, trabajadora social e investigadora sobre la conexión humana, la capacidad de empatía, de pertenencia y de amar. En la siguiente Ted Talk, “El poder de la Vulnerabilidad”, postula que si bien la
vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza y el miedo, los dos grandes obstáculos
para lograr verdaderas conexiones entre los seres humanos, es a su vez el punto de partida para la dicha, la
felicidad, la creatividad y pertenencia.
Hace tiempo que pude guardar el traje de Mujer Maravilla en el
placard. No puedo negar que cada tanto me siento tentada a volver a usarlo. El mandato es tan fuerte, que lo hago de manera inconsciente. Todavía hoy es un aprendizaje cotidiano, no esconderme detrás de un personaje que haga de escudo
entre quien soy y cómo me gustaría que me vean. Por sobre todas las cosas, poder abrazar mi vulnerabilidad y aceptarme tal cual soy.
A medida que el tiempo transcurre
lejos de casa, del terruño propio, de los afectos, de los sabores conocidos, de
la familiaridad delhacer
sin pensar, terminas indefectiblemente idealizando.El famoso"todo tiempo pasado o lejano
fue mejor", cae con toda la fuerza de
la melancolía contenida y lo distante termina pareciendo más lindo,
más grande, más bueno o al menos, es el consuelo del refugio de lo seguro
y conocido.
Así llegue a mi Argentina, con la
urgencia que provoca la sed de la distancia. Debo confesar que la recepción
ofrecida, al principio me descolocó un poco. Ausentarse también genera la
ilusión de pensar que al menos por unos días, uno pasará a ser el centro de
atención de todo el micro universo que no se movió del lugar y se dedicó a
esperaransiosamente,el reencuentro. Que te sobren
los dedos de una mano para contar los casos de evidencia irrefutable
que sostienen esa teoría, lo convierten en un
muy débil argumento. En poco tiempo volví a aclimatarme a
lasensación térmica familiary no quedaron
rastros de idealización posible.
-Dos hijos adultos, independientes, felices
concretando sus proyectos y confirmando que el nido está vacío y que la fábula
de ser una madre indispensable, es puro cuento!
-Tres hermanos en estado de absoluto
deterioro emocional, por cansancio tras haber padecido los últimos episodios de
manipulación extrema de la locura de una madre.
-Escenas de recriminación encubierta por no
haber estado durante los episodios y por todos los futuros eventos que tampoco
podré presenciar, por haberme mudado a otro país.
-Impotencia de sabernos rehenes. Viejos
rehenes de una enfermedad ajena. Esa red que cayó sobre nosotros hace mucho
tiempo, casi el mismo tiempo que puedo recorrer con mi memoria.
No puedo dejar de preguntarme cuál es el
límite de la compasión.
Cuándo fue que aprendimos que el amor a uno
mismo es sinónimo de egoísmo.
Que para merecer ser amados, debemos
someternos y posponer o suprimir nuestras necesidades.
Convertirse en héroes, salvadores de
los más necesitados pueden resultar roles atractivos para
una película u obra de teatro pero en la vida real suele ser muy
peligroso si no estas bien plantado. La trampa está en que los eternos"Dadores", somos
personas tremendamente necesitadas de amor y capaces de entregar hasta lo que
no tenemos con tal de sentirnos amados. Al final del día, que no es lo mismo
que el final de una función, sabemos que el poco o mucho afecto que pudimos
conseguir, no es genuino, porque nosotros no pudimos serlo. Estuvimos actuando
un rol. Mientras el objetivo sea complacer y aceptar sin condiciones,
seguiremos siendo victimas de nuestra falta de coraje. Coraje para atender
nuestras propias necesidades, para integrar todo lo bueno y lo malo, lo
encantador y lo deplorable. Recién cuando podamos aceptarnos enteros,
conectarnos con lo que realmente queremos, podremos dar y recibir amor
verdadero.