Intenso. Si tuviera que elegir una sola palabra para
describir este último mes de mi vida, creo que “intenso”, es el adjetivo que
mejor lo define. Pensándolo bien, creo que me quedo corta si lo aplico sólo a
este mes. Desde hace un poco más de un año mi vida goza y padece al mismo
tiempo, de un vértigo digno de un película de Indiana Jones. Cambié mi lugar de
residencia, con todo lo que eso implica: cambié de país, de provincia, de
ciudad, de casa, de cama y hasta de almohada!!! Cambió el clima, el
idioma, el horario, las comidas, las costumbres. Cambiaron mis rutinas, esas
mal ponderadas jaulas de las que renegamos, pero que secretamente añoramos
cuando las perdemos, porque nos sostienen, nos dan dirección.
Todo este gran movimiento surge como consecuencia
de “El Gran Cambio”: el de mi situación sentimental. La Vida me regaló un Amor,
El Amor y me puso de cara con la maravillosa tarea de rediseñar mi vida
toda. Fue un salto al vacío pero sin vacilar me aferré a esta oportunidad con
todo mi cuerpo y alma. Con todo mi amor y compromiso, sabiéndome una bendecida
porque no siempre nos regalan segundas partes.
Este saltar a una nueva vida exigía dos grandes
desafíos para mí:
- Dejar atrás toda una forma de vida y con esto quiero decir: dejar hogar, familia, amigos, trabajo, pasatiempos, que constituían mi mundo, mi ser, mi identidad.
- Abrazar la vulnerabilidad e incertidumbre que resulta cuando nos despojamos de todo lo “seguro” y conocido.
Así fue como empecé a transitar esta nueva etapa de
mi vida. Casi desnuda, descalza y prácticamente en carne viva. Porque
disponerse a construir un vínculo con otro, en alguna medida mata nuestra vieja identidad y da nacimiento a una nueva.
No soy lo que la sociedad llamaría una mujer
enamoradiza, tampoco me reconozco como una romántica. Es más, en los últimos
años de mi vida, tuve una postura bastante escéptica sobre el amor de pareja. ¿Se preguntarán qué fue lo que me motivó entonces a tomar semejante riesgo? Yo
también me lo pregunté muchas, muchas veces y mi respuesta es la misma. No
varía, ni cuando el mundo me parece perfecto, ni cuando se convierte en
el más desolado de los desiertos. Si te pasaste la vida añorando con todo tu
ser un buen amor, un amor sano, auténtico y correspondido; el día que te cruzas
con él y podes reconocerlo, ese día la fuerza de seguir a ese amor es mucho más
poderosa que cualquier miedo.
Estoy convencida también, que no hay espacio para
una entrega o comunión verdadera sin animarnos a volvernos completamente
vulnerables. ¡Asusta, si!! Por momentos paraliza pero es crucial para que el
encuentro de almas se produzca y no se convierta en un mero intercambio
inconducente de energías.
No voy a negar que ansío más estabilidad, que
tantos cambios generan agitación pero entiendo también, son necesarios cuando
el propósito es tan grande y transformador. Para poder soltar y saltar, se necesita amor, coraje y confianza. Estos en definitiva, son los
tres pilares que sostienen mi nuevo universo.
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