“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y
cómo la recuerda para contarla". (Gabriel García Márquez)
En el mismo momento en que tomé de mi biblioteca, el
libro Para que no me olvides,
de Marcela Serrano, se deslizó en
silencio el marcador de la Librería “ElAteneo”, en cuyo dorso se destacaba esta cita del gran García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la
que uno recuerda, y
cómo la recuerda para contarla “.
Como
si una inteligencia superior hubiera
estado leyendo mis confusos pensamientos de los últimos días y con el propósito
de calmar mi atribulado espíritu, dejó caer ante mí esta frase que reflejaba
con simpleza lo que estaba viviendo.
Volver
a empezar, de alguna manera demanda repasar la historia personal, mirarse en
perspectiva, recorrer mentalmente el camino otra vez y como la memoria es
caprichosa, sólo nos muestra lo que queremos o podemos ver. Este revisionismo histórico, (que no deja de ser una gran nebulosa de interpretaciones), hecho en privado, en un monólogo con uno mismo, es mucho más cómodo o amigable,
pero al compartirlo con otros, con nuevos integrantes de nuestro presente o
inclusive con viejos conocidos, puede convertirse en un terreno muy hostil. Nos
invade una variedad de emociones que van
desde el pudor, la vergüenza, la melancolía, la sensación de ridículo o la más
plena dicha u orgullo por todo lo vivido.
En
realidad, no sabemos cómo son las cosas. Sólo sabemos cómo las observamos o
cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos. Cada uno de nosotros
observa la realidad de una manera diferente, pero ninguno de nosotros tiene la
certeza de que las cosas son como decimos. “Dime
lo que observas y te diré quién eres” y volviendo a la cita de Gabo, yo diría:
dime qué y cómo recuerdas o interpretas tu pasado y te diré en quien te
convertiste hoy.
Las
interpretaciones nos dan o nos quitan poder. Según la manera en que elijamos
contarnos nuestra historia se nos abrirán ciertas puertas y otras se cerrarán. Siempre repito que el
lenguaje no es inocente y toda proposición, toda interpretación, abre o cierra
determinadas posibilidades en la vida.
No
sólo actuamos de acuerdo a cómo somos, también somos de acuerdo a cómo actuamos.
En este constante devenir de la vida, vamos mutando y cada aprendizaje, cada experiencia
vivida, va construyendo nuestra identidad. Por eso no es extraño que después de
un tiempo, cuando miramos atrás y contamos nuestra historia, los hechos podrán
ser los mismos, pero podemos mirarla y
mirarnos con nuevos ojos, re-significarla, entenderla desde otra perspectiva y
muchos episodios que en su momento carecían de todo sentido o sustento, hoy
bajo la nueva luz del presente, resultan completamente lógicos y necesarios para
ser y estar en donde estamos.
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