“El amor fue el primer instinto de supervivencia en la
historia de la especie y está unido a la pasión. Hoy la gente agradece que el
conocimiento pueda explicar las cosas que no entienden”. (Eduard Punset)
Tenía algunas respuestas; sabía que las
hormonas tienen un rol determinante en nuestros estados de ánimos, pero no
sabía cómo o por qué. Así fue como empecé a leer especialmente sobre dos
hormonas, las responsables de mantener a mujeres y hombres jóvenes, sanos y
sexualmente activos y también descubrir de qué manera el estrés impactaba
en ellas. Para los varones esta hormona es la testosterona y para las mujeres,
la oxitocina.
No es ninguna novedad que el estrés es uno de
los grandes flagelos que hombres y mujeres tienen que enfrentar a diario. Vamos
acumulando estrés sin darnos cuenta. Se va instalando en nuestras vidas, en
pequeñas dosis, sin mayores consecuencias y lo subestimamos dejándolo crecer
silenciosamente. Día y noche avanza, invadiendo nuestra salud, buen
humor, creatividad y aniquilando esa fuerza vital que tenemos los seres
humanos: el deseo. El estrés afecta químicamente de manera diferente al cerebro
del hombre y al de la mujer y esta quizás sea una de las razones por las que
nuestras necesidades por momentos parecen tan distintas, hasta opuestas.
Cuando las mujeres están estresadas, el nivel
de oxitocina baja. La oxitocina es una hormona que se produce durante el parto
y se mantiene durante la lactancia, para asegurar la supervivencia del bebé. Es
la hormona del apego, del amor incondicional, de la ternura, de la
provisión de cuidado y sustento. También se la conoce como la hormona del amor
y del placer, ya que también está presente cuando se disfruta un orgasmo,
tanto en hombres como en mujeres. La oxitocina no sólo produce sensación
de bienestar, sino que cuando se segrega de manera continuada, produce una
menor incidencia de algunas enfermedades, sobre todo de tipo cardiovascular,
ansiedad y depresión. Por ello, cuando el nivel de oxitocina cae, afecta
notablemente la calidad de vida de las mujeres.
Cuando los hombres están estresados, la
testosterona es la que cae. La testosterona es la hormona del deseo sexual, es
la responsable de hacerlos sentir viriles, los lleva a tomar riesgos, a
enfrentar desafíos y conquistas. Es la hormona que permitía al hombre primitivo
salir a cazar y enfrentarse con feroces bestias para asegurar el sustento y
supervivencia de la prole.
Mujeres y hombres buscamos conscientes o
inconscientemente la forma de pelearle al estrés y reestablecer la
armonía, conectando con nuestro deseo y energía vital. He aquí el punto
crucial del aprendizaje: las mujeres combaten el estrés compartiendo y los hombres, aislándose.
Este es quizás el origen de las tan consabidas quejas femeninas sobre el
comportamiento de sus parejas: “no me escucha, no comparte mis preocupaciones,
es un autista frente al televisor, está frío y distante, no colabora, no
me desea.”
Si bien las mujeres nos sentimos aliviadas y
nos resulta gratificante dar y cuidar, al final de un arduo día de trabajo, nos
quedamos literalmente sin nada para dar y necesitamos recibir atención y
afecto para subir los niveles de oxitocina y bajar el estrés. Necesitamos
mimos, abrazos, masajes, hablar y que nos escuchen. Es la única manera de recuperarnos y estar en condiciones de volver a dar.
El hombre en cambio, se retira a su espacio
privado a hacer, quizás nada. Se aísla de toda experiencia que pueda resultarle
demandante, necesita descansar Ante ese escenario, no tenemos que
enojarnos u ofendernos. Tampoco sentarnos a esperar que salga. Tenemos que
entender que esta situación de aislamiento, es una cuestión de supervivencia.
Es el tiempo que requieren para subir sus niveles de testosterona y bajar
el estrés y así volver a estar disponible para el mundo y su mujer.
Una mujer sabia, no lo toma a título personal. Una mujer astuta, respeta ese
espacio sagrado del hombre en su caverna, porque sin testosterona no hay deseo.
Esto nos deja ante la responsabilidad de
aprender a buscar la mejor forma de generarnos oxitocina de manera alternativa.
Cada una sabrá cuál es la más apropiada, pero en general, lo logramos
hablando, hablando mucho, yendo de compras, con masajes, haciendo jardinería,
pintura, actividades manuales, meditando o tomando un baño de espuma. Por
otro lado, Uds. los varones no se asusten. ¡No es tan difícil! Con un simple
abrazo, un cariño o un cumplido, nos alcanza.
Entender que tenemos mecanismos distintos
para lidiar con el estrés, es vital para la salud de las relaciones. Si bien la
preponderancia de oxitocina, genera apego, calma, sosiego y seguridad, el
exceso de la misma, mata el deseo. Hay un delicado equilibrio que tenemos que
aprender a manejar para ahorrarnos frustraciones y desencuentros innecesarios.
La buena noticia es que no somos rehenes de la química cerebral, porque
las hormonas pueden ser tanto el producto de la experiencia, como la
experiencia puede ser producto de las hormonas.
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