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lunes, 24 de junio de 2013

La generosidad sacrificada

“El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar” (Deepak Chopra)

Hoy lunes, practicamos la Ley del dar y recibir, según lo profesado por  Deepak Chopra, en su libro Las Siete Leyes Espirituales del Éxito. El universo opera por medio de un intercambio dinámico, en el cual dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía del universo. Mantener este flujo en movimiento es lo que garantiza mantener viva la inteligencia de la naturaleza.

Esto que dice Chopra me llevó a pensar que en realidad todas las relaciones se sostienen en función de ese vínculo que se genera entre el dar y recibir, inclusive la relación con nosotros mismos. El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar”. Todo nos parece maravilloso mientras ese intercambio es equilibrado y disfrutamos los efectos de un círculo virtuoso, que hace que las relaciones crezcan y se fortalezcan. El problema surge cuando se rompe ese equilibrio y una de las partes percibe que la energía que solía circular sin obstáculos, se bloqueó en algún punto, poniendo a la relación en una asimetría energética.

Siempre que mi autoestima y creencia sobre el merecimiento estuvieron débiles, me quedé en relaciones (de amistad, de pareja, de trabajo) que no me resultaban gratificantes y en las que me sentía víctima de una injusticia, por no recibir en la medida en la que me estaba brindando. Si miro en más profundidad, me descubro debatiéndome entre los roles de una pobre víctima o la sacrificada heroína, que no deja de ser la más ejemplar y egocéntrica versión de las víctimas.

Debo confesar que le perdí respeto a la palabra sacrificio.Cuando alguien declara con bombos y platillos que está haciendo un sacrificio por alguien, automáticamente se me prende la alarma de la desconfianza. Los sacrificados representan para mí, personas manipuladoras e interesadas.Cada vez  que aparece un sacrificio relacionado con brindarse a un tercero, por detrás siempre hay un objetivo. No nos engañemos, no se trata de  una acción desinteresada ya que lo que la sostiene, es la especulación de recibir algo a cambio: generar culpa, miedo, reconocimiento, respeto, admiración o resarcimiento material. Cuando hablamos desde ese rol autorreferencial, creemos que somos tan sobresalientes y especiales, que no sólo nuestros argumentos merecen ser considerados y respetados, sino también deben darnos lo que demandamos.  El ego reclama obediencia y reconocimiento de superioridad y nuestro sacrificio se constituye en la evidencia contundente de nuestra generosidad sin igual. En síntesis, sacrificarse no es más que un intento disfrazado de manipulación. Cuando elijo jugar de victima sacrificada, en vez de contribuir con la energía del dar, la combato, bloqueándola, viciando los mecanismos auténticos del recibir.

No sé si alguna vez tuvieron la experiencia de cruzarse con un desconocido que tuvo un acto de generosidad con Uds. Alguien que les hizo un regalo, sin esperar absolutamente nada cambio, alguien a quien quizás no volverían a ver nunca más. Para mí, este puede ser el ejemplo que transmite con más  claridad lo que significa dar. La acción de dar que sostiene el fluir de la energía del universo, en el cual es difícil separar el dar, del recibir, porque son sólo dos momentos de un mismo proceso. Cada vez que doy, porque si, porque así lo quiero, me estoy dando y por ende, estoy recibiendo. Dar, motivado por el amor no genera deudas, no hay necesidad de compensar y el que receptor, lo hace en paz, apreciendo lo que recibe.

Cuando confundimos dar, con sacrificio, estamos confundiendo la intención detrás de la acción. El sacrificio tiene su raíz en el ego: es por quién y para quién actúa. Al dar genuinamente, desde el altruismo, no hay motivo de deudas o reclamos, ni lugar para el sacrificio, ya que el motor es siempre el amor y el objetivo es hacerlo circular, en armonía con las leyes del universo.

jueves, 11 de abril de 2013

Quimicamente Amando


“El amor fue el primer instinto de supervivencia en la historia de la especie y está unido a la pasión. Hoy la gente agradece que el conocimiento pueda explicar las cosas que no entienden”. (Eduard Punset)

Siempre me interesó entender cómo funciona el cerebro. Me parece uno de los órganos más enigmáticos y perfectos. Muchas veces me pregunté: ¿hasta qué punto el comportamiento está determinado por las interconexiones eléctricas del cerebro. ¿En qué medida la forma en que percibimos e interpretamos el mundo está influenciada por la química cerebral? ¿La química cerebral difiere entre hombres y mujeres?

Tenía algunas respuestas; sabía que las hormonas tienen un rol determinante en nuestros estados de ánimos, pero no sabía cómo o por qué. Así fue como empecé a leer especialmente sobre dos hormonas, las responsables de mantener a mujeres y hombres jóvenes, sanos y sexualmente activos y  también descubrir de qué manera el estrés impactaba en ellas. Para los varones esta hormona es la testosterona y para las mujeres, la oxitocina.

No es ninguna novedad que el estrés es uno de los grandes flagelos que hombres y mujeres tienen que enfrentar a diario. Vamos acumulando estrés sin darnos cuenta. Se va instalando en nuestras vidas, en pequeñas dosis, sin mayores consecuencias y lo subestimamos dejándolo crecer silenciosamente. Día y noche avanza, invadiendo nuestra salud,  buen humor, creatividad y aniquilando esa fuerza vital que tenemos los seres humanos: el deseo. El estrés afecta químicamente de manera diferente al cerebro del hombre y al de la mujer y esta quizás sea una de las razones por las que nuestras necesidades por momentos parecen tan distintas, hasta opuestas.

Cuando las mujeres están estresadas, el nivel de oxitocina baja. La oxitocina es una hormona que se produce durante el parto y se mantiene durante la lactancia, para asegurar la supervivencia del bebé. Es  la hormona del apego, del amor incondicional, de la ternura, de la provisión de cuidado y sustento. También se la conoce como la hormona del amor y del placer, ya que también está presente cuando se disfruta un orgasmo, tanto en hombres como en mujeres.  La oxitocina no sólo produce sensación de bienestar, sino que cuando se segrega de manera continuada, produce una menor incidencia de algunas enfermedades, sobre todo de tipo cardiovascular, ansiedad y depresión. Por ello, cuando el nivel de oxitocina cae, afecta notablemente la calidad de vida de las mujeres.

Cuando los hombres están estresados, la testosterona es la que cae. La testosterona es la hormona del deseo sexual, es la responsable de hacerlos sentir viriles, los lleva a  tomar riesgos, a enfrentar desafíos y conquistas. Es la hormona que permitía al hombre primitivo salir a cazar y enfrentarse con feroces bestias para asegurar el sustento y supervivencia de la prole.

Mujeres y hombres buscamos conscientes o inconscientemente la forma de pelearle al estrés y reestablecer la armonía, conectando con nuestro deseo y energía vital. He aquí el punto crucial del aprendizaje: las mujeres combaten el estrés compartiendo y los hombres, aislándose. Este es quizás el origen de las tan consabidas quejas femeninas sobre el comportamiento de sus parejas: “no me escucha, no comparte mis preocupaciones, es un autista frente al televisor, está  frío y distante, no colabora, no me desea.”

Si bien las mujeres nos sentimos aliviadas y nos resulta gratificante dar y cuidar, al final de un arduo día de trabajo, nos quedamos literalmente sin nada para dar y necesitamos recibir atención  y afecto para subir los niveles de oxitocina y bajar el estrés. Necesitamos mimos, abrazos, masajes, hablar y que nos escuchen. Es la única manera de recuperarnos y estar en condiciones de volver a dar.

El hombre en cambio, se retira a su espacio privado a hacer, quizás nada. Se aísla de toda experiencia que pueda resultarle demandante, necesita descansar Ante ese escenario, no tenemos que  enojarnos u ofendernos. Tampoco sentarnos a esperar que salga. Tenemos que entender que esta situación de aislamiento, es una cuestión de supervivencia. Es el tiempo que requieren para subir sus niveles de testosterona y bajar el estrés y así volver a estar disponible para el mundo y su mujer. Una mujer sabia, no lo toma a título personal. Una mujer astuta, respeta ese espacio sagrado del hombre en su caverna, porque sin testosterona no hay deseo.

Esto nos deja ante la responsabilidad de aprender a buscar la mejor forma de generarnos oxitocina de manera alternativa. Cada una sabrá cuál es la más apropiada, pero en general, lo logramos hablando, hablando mucho, yendo de compras, con masajes, haciendo jardinería, pintura, actividades manuales, meditando o tomando un baño de espuma.­­­ Por otro lado, Uds. los varones no se asusten. ¡No es tan difícil! Con un simple abrazo, un cariño o un cumplido, nos alcanza.

Entender que tenemos mecanismos distintos para lidiar con el estrés, es vital para la salud de las relaciones. Si bien la preponderancia de oxitocina, genera apego, calma, sosiego y seguridad, el exceso de la misma, mata el deseo. Hay un delicado equilibrio que tenemos que aprender a manejar para ahorrarnos frustraciones y desencuentros innecesarios. La buena noticia es que no somos rehenes de la química cerebral, porque  las hormonas pueden ser tanto el producto de la experiencia, como la experiencia puede ser producto de las hormonas.