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domingo, 9 de febrero de 2014

Extraños Conocidos

"Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida, nos perfecciona y enriquece más por lo que  descubrimos de nosotros mismos, que por lo que él mismo nos da". (Miguel de Unamuno)

La famosa expresión “nada es para siempre”, normalmente asociada a lo efímero de las relaciones amorosas, podría  aplicarse también a casi todos los lazos que desarrollamos en nuestras vidas. Los vínculos surgen de las interacciones entre las personas y mientras evolucionamos en este impredecible  y asombroso viaje, los vínculos, se transforman como algo inevitable e ineludible. 

En la India enseñan las "cuatro leyes de la espiritualidad" que hablan justamente sobre esto. La primera dice "La persona que llega es la correcta", es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.

A medida que transitamos este sinuoso camino de la vida, nos sorprendemos acumulando una variedad amigos: los de la infancia, compañeros del colegio, de la facultad, del trabajo,  amigos del club (que dejaste de ir hace 20 años), ex cuñados, ex vecinos, ex novios y así vamos  poblando nuestro universo social con una cantidad de relaciones, algunas entrañables y otras inexplicables. Todos ellos aportaron lo suyo para construir el entramado de nuestra vida y son a la vez, la evidencia de la imposibilidad de congelar los vínculos.

Inexorablemente, la cercanía que en algún momento de la vida compartimos, se va diluyendo, transformando, perdiendo vigencia y en la mayoría de los casos, cuando la vida vuelve a cruzarte con esos amigos, enfrentamos la incómoda sensación de estar con perfectos extraños, a los que recordamos con afecto o simpatía, pero que solo nos une el pasado compartido. La cuarta ley lo resume así: “cuando algo termina, termina“. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
No creo que el compartir cotidiano sea la clave. Hay amigos que vemos quizás una vez al año y tenemos la sensación de habernos visto el día anterior por última vez. La fluidez de las conversaciones y afinidad siguen intactas. La teoría que proclama que a las relaciones hay que alimentarlas todos los días, no termina de convencerme. Y digo esto, porque tenemos “amistades” con las que compartimos todos los días, en las cuales nada significativo ocurre.

Mis relaciones más valiosas  se basan en estos tres pilares: intimidad, aceptación y disponibilidad.

La Intimidad, implica el desafío de compartir los secretos de nuestros corazones, mentes y almas con otro ser humano, tan imperfecto y frágil como uno. No es una condición que surge espontáneamente, sino que acontece como consecuencia de la decisión de abrirnos y exponer nuestra vulnerabilidad. Puede darse en distintos niveles de profundidad, en distintos tiempos y dominios de nuestras vidas. Pero cuanta más intimidad tenemos en una relación, gozamos de más libertad para mostrarnos tal cual somos.

De la mano con esta idea, aparece la aceptación. Aliada indispensable para lograr intimidad. Para poder mostrarnos tal cual somos, sin el temor de sentirnos juzgados o rechazados. Poder ser uno mismo en total libertad, es uno de los grandes regalos de la amistad.

La disponibilidad, entendiéndola como la certeza de poder contar con el apoyo de un amigo. Quizás esta sea la condición equivalente a “poner el cuerpo” en el vínculo. Con poner el cuerpo, no me refiero literalmente a estar de cuerpo presente, sino estar genuinamente dispuesto a dedicarle tiempo y atención a un amigo cuando necesita apoyo, contención, ser escuchado o simplemente compañía.

Ser testigos unos de otros en la evolución de nuestras vidas, compañeros de viajes, donde por momentos el camino nos acerca y transitamos un trecho juntos y luego, los senderos se bifurcan y cada uno sigue su propio atajo, es lo que nos pasa todo el tiempo. Quizás la clave está en saber acompañarnos, respetando los tiempos de cada uno, tanto en la cercanía o la distancia, cuando la coincidencia juega a favor, o cuando la tenemos a nuestras espaldas.

Que una amistad sea entrañable, depende más de la calidad  y profundidad de lo compartido, del sentimiento que surge como consecuencia de todos esos momentos de “común unión”, más que de  la cantidad de horas vividas juntos. Sin esos 3 “ingredientes”, las relaciones terminan por resumirse en un sordo intercambio de clichés, colmados de buena urbanidad, pero vacíos de contenido, que solo sirven para tapar el incómodo silencio que separa a dos extraños conocidos. 

domingo, 19 de enero de 2014

Solos pero conectados

"Posteo, luego existo” (Sherry Turkle)

Los otros días vi la película Her, una historia romántica de ciencia ficción escrita y dirigida por Spike Jonze, que cuenta la historia de un hombre que se enamora de un sistema operativo informático. Con un guion muy original y un manejo estético impecable, Jonze te va llevando de la mano por un relato provocador, que  por momentos  conmueve y  también  asusta. Al menos esas fueron mis reacciones. No obstante ello,  me dejó pensando en cómo el avance de la tecnología va moldeando las relaciones humanas, al punto de llevarnos a la necesidad de redefinirlas. Lo que más me impacto de Her, es como el protagonista se refugia en la tecnología para huir de la soledad, de su incapacidad para desarrollar vínculos y compromisos en el mundo real.

Si bien los avances de la tecnología tienen múltiples beneficios, al mismo tiempo parecen haberse convertido en la panacea contra la soledad. El mundo virtual nos ofrece la ilusión de la compañía y de la empatía, sin las exigencias de una amistad real. Nos escudamos en la tecnología para que nos ayude a sentir conectados. Nos vende la ilusión del control, la quimera de que nunca estamos solos y la posibilidad de tener relaciones a nuestra medida. Podemos elegir cómo mostrarnos, editando lo que vamos a publicar, las veces que sea necesario, definir cuándo estamos disponibles, qué queremos aceptar y cuándo, y qué no.

Como lo explica la psicóloga SherryTurkle en estos extractos de la imperdible conferencia de TED: “terminamos por escondernos de los otros, aun estando conectados todo el tiempo”.” Estar solos genera pánico, ansiedad, lo entendemos como un problema que necesita ser evitado o resuelto, entonces buscamos un dispositivo al cual conectarnos. Y esto solo es un paliativo porque no cura el problema subyacente". "Usamos la tecnología para definirnos. Compartimos nuestros pensamientos y emociones, aun antes de tenerlas. Si no estamos conectados, sentimos un vacío existencial". " Por eso primero posteo, luego existo” 
Apostar a un vínculo en el mundo real, implica tomar riesgos y aprendizajes previos, como saber lidiar con la soledad. Puede que sea más incómodo o atemorizante pero ninguna máquina podrá jamás reemplazar la riqueza e intensidad de dos almas que toman el riesgo de mirarse sin pantallas de por medio, directamente a los ojos. Que a pesar del miedo que provoca, deciden mostrarse vulnerables y dar lugar a una relación basada en el conocimiento sin edición, aun con todas imperfecciones que esta pueda tener, pero con la certeza que no es una ilusión que creamos para evitar nuestras carencias. 

martes, 5 de marzo de 2013

Soy Sol@


"El que siente deseo, desea lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, lo que él no es y aquello de que carece, desea aquello de que está falto, y no desea si está provisto de ello”. Platón (El Banquete)

Cada vez que escucho esta expresión, “Soy sol@”, no puedo evitar sentir que la persona que lo dice, está queriendo victimizarse. Está haciendo un uso forzado del lenguaje para provocar lástima, compasión o conseguir manipular de alguna manera a su audiencia. 
¿De dónde salió esta expresión? Entiendo que no se puede eludir el tremendo efecto dramático que produce cambiar el verbo estar por ser!!! El verbo estar, per se, da una sensación de algo pasajero, transitorio, quizás hasta efímero. ¿En qué momento la soledad sostenida, no circunstancial, pasa a hacer un atributo permanente de una persona, que hasta pueda ser usada para definirla? ¿Aún si esta fuera una situación en la cual la persona se encuentra sin compañía por elección, podemos concluir que esa persona es sol@?
 El verbo ser es tan fuerte, tan determinante. “Ser solo”, como una cualidad permanente de tu persona, suena a condena o maleficio, entendiendo la soledad como algo no deseado. Lo insólito de la naturaleza humana es que siempre estamos tratando de huir de la impermanencia de las cosas, buscando la garantía "del para siempre", en dicho contexto, despreciamos el "Estar" momentáneamente en algo y buscamos desesperados el "Soy", que garantiza larga duración, solvencia. Pero "ser solo", no suena muy esperanzador.
Podemos debatir años sobre las bondades o castigos de la soledad. Estamos atravesando una era donde hemos debilitado la calidad de los vínculos al punto que ya no sabemos conectarnos cara a cara, mirarnos a la altura de los ojos. Hemos cibernetizado las relaciones hasta llegar al descompromiso absoluto.
Siempre termino concluyendo que el culpable de todo esto es el mito de Andrógino. Esta pesada herencia, no sólo nos plantea la idea que estamos mutilados y como consecuencia, tenemos esa tremenda añoranza del alma gemela, de la otra mitad, sino que también nos lleva a idealizar al otro u otros, que están igualmente solos y hambrientos de completitud. 
La soledad, un tema universal que está o estuvo en la vida de todos. Yo también la viví. Podría darle un nombre, un aroma, incluso un color o una melodía a cada soledad vivida. Disimulando y simulando, encaraba la vida  como podia, con el traje de turno, que acababa en la oscuridad del ropero, con las perchas desnudas, tiritando de miedo.
Voy a terminar con la idea que empecé el post. La autocompasión que tiñe la expresión “Soy sol@”, me parece inútil y dañina. Es todo lo opuesto al amor a uno mismo, al amor propio bien entendido y practicado. Siempre vi la autocompasión como el arte de la manipulación interior y exterior. No deja de parecerme un mecanismo realmente sofisticado porque tiene como objetivo reclamar atención a los demás y/o compadecernos a nosotros mismos, en búsqueda de reconfirmación pero pagando un altisimo precio. La autocompasión es muy destructiva y también adictiva. Las personas que se auto-compadecen, aprenden a auto-despreciarse de manera sistemática, constante y natural, llegando a dañar profundamente su autoestima. 
Aún cuando sólo tuve un cielo inmenso que me abrazara, siempre supe que "no somos solos". Somos seres completos y perfectos en cada una de nuestra particularidad. La soledad es circunstancial u opcional, por ende, no puede definirnos ni determinarnos. 


Platón: “El Banquete”: “El Mito del Andrógino”

Aristófanes nos narra una antigua leyenda sobre Efialtes y Oto, hijos de tesalio Aloeo, que encadenaron a Ares e intentaron escalar el cielo para derrocar a Zeus (Homero). Expone que, en la antigüedad, la humanidad se dividía en tres géneros, el masculino, el femenino, y el andrógino (del griego Andros-Hombre y Gino-Mujer). Los seres que pertenecían a esta última clase eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales. Estaban unidos por el vientre. Eran seres tan terribles por su vigor y fuerza que se sintieron suficientes para atentar contra los dioses. Puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, los castigó partiéndolos por la mitad. Apolo los curó dándoles la forma actual que tienen ambos sexos, y más tarde pasó adelante sus “vergüenzas”. El Amor desde tiempos inmemoriales trata de unirlos, de manera que, cuando se encuentran se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo, de manera que tan solo podría alcanzar la felicidad nuestra especie cuando se dé el tiempo en que la mitad de la Humanidad se encuentre con su otra mitad. Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad.