La
vibración del amor es la frecuencia más alta de la energía.
El Amor... uno de los motores más poderosos del universo. Pero cuando hablamos de Amor, de qué estamos hablando?
Desde la tradición del yoga, el sentimiento amoroso es una energía, de determinada frecuencia vibracional que se condensa en el chakra del corazón y desde allí sale y se expresa.
Quienes tienen bloqueos en ese centro energético, no pueden expresar esta energía con facilidad y se sienten solos y angustiados.
Cuando este centro vibra en una determinada frecuencia y entra en resonancia con otro ser que está en la misma frecuencia se produce un intercambio amoroso pleno.
Esto puede darse una sola vez, varias veces, por mucho tiempo, por toda la vida humana. Todo depende de la capacidad para mantener esa sintonía.
Mantener la energía del amor en movimiento, sin bloqueos requiere de un gran trabajo de conciencia e inversión en nuestro desarrollo personal, sobre todo en reconocer nuestro mundo emocional y aprender a gestionar nuestras emociones. Por ejemplo la ira y el resentimiento, cuando se convierten en el estado emocional constante en el que habitamos, son energías que vibran muy densamente, porque están asociadas al miedo y la escaccez, y por ende nos alejan del amor y la abundancia. Mira tu mundo emocional y trata de reconocer cuál es tu estado de ánimo más constante y nómbralo. Es de alegría, gratitud, aceptación o todo lo contrario? Te acerca o te aleja de vibrar en el amor? Recuerda, uno atrae la energía en la que vibra, por eso todo empieza por uno!
"Sé amable con todos, pero especialmente, contigo mismo"
La autocompasión
es lo contrario a tenerse lástima.
Cuando me tengo lástima, habito en el lugar
de la víctima y busco responsables externos por mis penurias.
La
autocompasión tiene más que ver con tratarse a uno mismo con paciencia, cuidado
y cariño. Cómo trataríamos a nuestra mejor amiga.
La
autocompasión es una herramienta que nos permite protegernos contra la autocrítica destructiva, sin la necesidad de sentirnos superiores. También nos facilita capitalizar nuestro poderpersonal y liberarnos del perfeccionismo.
La
autocompasión viene de la mano de practicar la aceptación y la flexibilidad,
dos habilidades claves, para liberarnos de las autoexigencias y para poder ser
compasivos con los demás.
¡Sólo por hoy y un día a la vez, sé tu mejor
amiga!
“El ego es como tu
perro. El perro tiene que seguir al amo y no el amo al perro. Hay que hacer que
el perro te siga. No hay que matarlo, sino que domarlo”. (Alejandro Jodorowsky)
Todavía recuerdo la
tarde en la que le contaba a una amiga un drama personal y a modo de daga, me lanzó
eta frase: "La dimensión de tu drama es directamente proporcional al tamaño
de tu ego".
En ese momento me enojé.
No me pareció una respuesta para nada reconfortante o compasiva, pero fue sin
dudas un golpe certero y revelador, que provocó que nunca más volviera a pensar
o mirarme como lo venía haciendo.
Esto me llevó a preguntarme sobre el ego y la auto-compasión;
de qué manera me relacionaba con ellos y
qué es lo pensaba cuando me enojaba.
Después de explorar
y repasar una variedad de experiencias de enojos a lo largo de mi vida, pude
concluir que mis reacciones de enojo se reducen a la convicción de estar siendo
víctima de algo injusto. Me enojo cuando algo o alguien intervienen en mi vida de una
manera que yo no merezco. Lo que está
ocurriendo como resultado de esa acción, no es lo que yo deseo y es, a
todas luces, según mi juicio o ego, una injusticia.
Siguiendo con el
reduccionismo histórico, noté que mis clásicas reacciones, en el mejor de los
casos, respuestas, ante el enojo son dos: quejarme y vociferar mi enojo con los
epítetos que me resulten más adecuados para la situación o auto-compadecerme.
Esta última elección, es la que más detesto de mi misma. Como lo dije ya en un post anterior, la autocompasión es un arte muy dañino de manipulación interior y exterior. El único fin que
persigue, es reclamar ya sea la atención
de los demás y/o maldecirnos a nosotros mismos. La autocompasión no ayuda, no suma, ni siquiera sirve como
mecanismo de descarga o liberación.
Creo que casi todo
ego tiene algún elemento de “identidad de víctima”. Esa imagen de víctima puede
llegar a ser tan fuerte que termina convirtiéndose
en el núcleo central de su identidad. Y los complementos que no faltan son el
resentimiento y los agravios, que pasen a ser parte esencial de su sentido del
yo.
Por lo general,
cada vez que nos referimos al ego, lo hacemos como si fuera un tirano que nos
lleva de las narices según su capricho de turno. No quiero estigmatizar al ego.
El ego es una instancia psíquica
que nos confiere identidad y permite reconocernos como “yo”. Es quien nos da
ese punto de referencia ante los fenómenos físicos y media entre la realidad
del mundo exterior.
Hasta aquí, todo
bien, el problema se presenta cuando vivimos a través del ego y no sabemos
estar presentes en el ahora. Nos pasamos utilizando al momento presente como un
medio para un fin. Vivimos para el futuro, y cuando conseguimos esos benditos objetivos
que habitaban en el futuro, no nos satisfacen, o al menos no por mucho tiempo. El
sentido del yo característico del ego necesita el conflicto porque su identidad
separada se fortalece luchando contra esto o lo otro, y demostrando que esto soy “yo” y eso no soy “yo”.
Así es como aparecen la queja y la reactividad. Seguramente se cruzan a diario
con personas, las cuales tienen como hábito emocional-mental favorito, quejarse
o reaccionar contra el mundo. Les
encanta señalar que los demás o una determinada situación, están “equivocados”,
mientras ellos “tienen razón” o saben cómo son las cosas. Quizás tener razón
los hace sentir superiores, fortaleciendo así su sentido del yo pero en
realidad sólo están fortaleciendo la ilusión del ego.
Esto es un constante
aprendizaje que me lleva a concluir que cuando las cosas no van según mis
expectativas o deseos, la infelicidad, enojo o frustración están más conectados
con el condicionamiento de mis pensamientos que con las circunstancias de la vida.
Poder identificar cuáles son esos pensamientos y reconocer mis emociones, es lo
que me permite superarlas y seguir adelante. Las emociones se disparan, no las
elijo pere sí puedo elegir cuanto tiempo quiero permanecer en ellas.
"El que siente deseo, desea
lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, lo que él
no es y aquello de que carece, desea aquello de que está falto, y no desea si
está provisto de ello”. Platón (El Banquete)
Cada vez que escucho esta expresión,“Soy sol@”,no puedo evitar sentir que la persona
que lo dice, está queriendo victimizarse. Está haciendo un uso forzado del
lenguaje para provocar lástima, compasión o conseguir manipular de alguna
manera a su audiencia.
¿De dónde salió esta expresión? Entiendo que no se
puede eludir el tremendo efecto dramático que produce cambiar el verboestarporser!!!
El verboestar,
per se, da una sensación de algo pasajero, transitorio, quizás hasta efímero.
¿En qué momento la soledad sostenida, no circunstancial, pasa a hacer un
atributo permanente de una persona, que hasta pueda ser usada para definirla?
¿Aún si esta fuera una situación en la cual la persona se encuentra sin
compañía por elección, podemos concluir que esa persona es sol@?
El verboseres tan fuerte, tan determinante.“Ser solo”, como una
cualidad permanente de tu persona, suena a condena o maleficio, entendiendo la
soledad como algo no deseado. Lo insólito de la naturaleza humana es que
siempre estamos tratando de huir de la impermanencia de las cosas, buscando la
garantía "del para siempre", en dicho contexto, despreciamos el"Estar"momentáneamente en algo y buscamos
desesperados el"Soy",que garantiza larga duración,
solvencia. Pero "ser solo", no suena muy esperanzador.
Podemos debatir años sobre las bondades o castigos de
la soledad. Estamos atravesando una era donde hemos debilitado la calidad de
los vínculos al punto que ya no sabemos conectarnos cara a cara, mirarnos a la
altura de los ojos. Hemos cibernetizado las relaciones hasta llegar al
descompromiso absoluto.
Siempre termino concluyendo que el culpable de todo
esto es elmito de Andrógino. Esta
pesada herencia, no sólo nos plantea la idea que estamos mutilados y como
consecuencia, tenemos esa tremenda añoranza del alma gemela, de la otra mitad,
sino que también nos lleva a idealizar al otro u otros, que están igualmente solos y
hambrientos de completitud.
La soledad, un tema universal que está o estuvo
en la vida de todos. Yo también la viví. Podría darle un nombre, un aroma,
incluso un color o una melodía a cada soledad vivida. Disimulando y simulando,
encaraba la vida como podia, con el traje de turno, que acababa en la
oscuridad del ropero, con las perchas desnudas, tiritando de miedo.
Voy a terminar con la idea que empecé el post. La
autocompasión que tiñe la expresión “Soy sol@”, me parece inútil
y dañina. Es todo lo opuesto al amor a uno mismo, al amor propio bien entendido
y practicado. Siempre vi la autocompasión como el arte de la manipulación
interior y exterior. No deja de parecerme un mecanismo realmente sofisticado
porque tiene como objetivo reclamar atención a los demás y/o compadecernos a
nosotros mismos, en búsqueda de reconfirmación pero pagando un altisimo precio. La autocompasión es muy
destructiva y también adictiva. Las personas que se auto-compadecen, aprenden a
auto-despreciarse de manera sistemática, constante y natural, llegando a dañar profundamente
su autoestima.
Aún cuando sólo tuve un cielo inmenso que me abrazara,
siempre supe que "no somos solos". Somos seres completos y
perfectos en cada una de nuestra particularidad. La soledad es circunstancial u
opcional, por ende, no puede definirnos ni determinarnos.
Aristófanes nos narra una antigua leyenda sobre Efialtes y Oto, hijos de tesalio Aloeo, que encadenaron a Ares e intentaron escalar el cielo para derrocar a Zeus (Homero).
Expone que, en la antigüedad, la humanidad se dividía en tres géneros, el masculino, el femenino, y el andrógino (del griego Andros-Hombre y Gino-Mujer). Los seres que pertenecían a esta última clase eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales. Estaban unidos por el vientre. Eran seres tan terribles por su vigor y fuerza que se sintieron suficientes para atentar contra los dioses. Puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, los castigó partiéndolos por la mitad. Apolo los curó dándoles la forma actual que tienen ambos sexos, y más tarde pasó adelante sus “vergüenzas”.
El Amor desde tiempos inmemoriales trata de unirlos, de manera que, cuando se encuentran se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo, de manera que tan solo podría alcanzar la felicidad nuestra especie cuando se dé el tiempo en que la mitad de la Humanidad se encuentre con su otra mitad. Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad.