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viernes, 16 de noviembre de 2018

Bloqueo Emocional

La vibración del amor es la frecuencia más alta de la energía.


El Amor... uno de los motores más poderosos del universo. Pero cuando hablamos de Amor, de qué estamos hablando?

Desde la tradición del yoga, el sentimiento amoroso es una energía, de determinada frecuencia vibracional que se condensa en el chakra del corazón y desde allí sale y se expresa.

Quienes tienen bloqueos en ese centro energético, no pueden expresar esta energía con facilidad y se sienten solos y angustiados.

Cuando este centro vibra en una determinada frecuencia y entra en resonancia con otro ser que está en la misma frecuencia se produce un intercambio amoroso pleno. 

Esto puede darse una sola vez, varias veces, por mucho tiempo, por toda la vida humana. Todo depende de la capacidad para mantener esa sintonía.

Mantener la energía del amor en movimiento, sin bloqueos requiere de un gran trabajo de conciencia e inversión en nuestro desarrollo personal, sobre todo en reconocer nuestro mundo emocional y aprender a gestionar nuestras emociones. Por ejemplo la ira y el resentimiento, cuando se convierten en el estado emocional constante en el que habitamos, son energías que vibran muy densamente, porque están asociadas al miedo y la escaccez, y por ende nos alejan del amor y la abundancia.

Mira tu mundo emocional y trata de reconocer cuál es tu estado de ánimo más constante y nómbralo. Es de alegría, gratitud, aceptación o todo  lo contrario? Te acerca o te aleja de vibrar en el amor? 

Recuerda, uno atrae la energía en la que vibra, por eso todo empieza por uno!

sábado, 15 de febrero de 2014

Amores enRedados

La idea misma de "relación" (...) sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de "relacionarse" y "relaciones", la gente habla cada vez más de conexiones, de "conectarse" y "estar conectado". En vez de hablar de parejas, prefieren hablar de "redes". (Zygmunt Bauman)


La tecnología se ha instalado en nuestra cotidianeidad. Es la mediadora indiscutida a la hora de trabajar, buscar información,  ver una película, escuchar música, estudiar,  inscribirse en la facultad, pagar cuentas, mirar fotos, escuchar una conferencia, hacer sociales, amigos y hasta para enamorarnos. Llegó para cambiar definitivamente los paradigmas de las relaciones e inevitablemente, nos enfrenta a nuevos interrogantes.

¿El uso que hacemos de la tecnología es dañino? ¿Profundiza la desconexión, mientras nos vende  la ilusión de una cercanía y accesibilidad permanentes? ¿Nos estamos conformando con vínculos más superficiales? ¿Usamos a la pantalla como telón para proyectar lo que esperamos recibir, a la medida de nuestros deseos y posibilidades? ¿O la usamos como escudo ante la gran dificultad que tenemos para intimar y mostrarnos cómo somos? ¿Quizás sea la tecnología el antídoto contra la soledad? La misma que hizo las veces de abono y provocó que  todas nuestras destrezas sociales florecieran de golpe, al punto que la capacidad para hacer amigos puede reducirse al esfuerzo de un simple “click”. Es tan inmenso el cambio que produjo en nuestras vidas, que podemos cargar el complejo entramado de nuestros universos -sociales, familiares, laborales- en un pequeño dispositivo móvil. Cada vez es mayor el  tiempo que dedicamos a nuestra vida virtual y si el ser con el que estamos conectados, es de carne y hueso, o simplemente una grabación o una aplicación lo suficientemente “inteligente” como para parecer humana, va perdiendo relevancia y poco nos importa.

La tecnología ha derribado límites y ha achicado distancias. Nos provee una sensación de conexión y accesibilidad que nunca antes habíamos experimentado. Pareciera haber simplificado una serie de frentes, pero aún con todos estos beneficios, las relaciones se volvieron más intrincadas. Sigo preguntándome: ¿Qué significa estar juntos hoy? ¿Cuánto de nuestras almas se refleja en este intercambio sin cuerpo, que se produce a través de la tecnología? ¿Sobre qué promesas construimos estas nuevas relaciones On/Off,  cuyas demandas podemos activar o desactivar con la  simple  presión de un botón?

No me animo a afirmar que las emociones que resultan de los intercambios con un dispositivo tecnológico mediante,  no sean reales o válidas. Así como tampoco puedo aceptar que las interacciones que se desarrollan en el mudo real, son equivalentes a las que ocurren en el mundo virtual. De alguna manera, el no poner el cuerpo en los vínculos, es una forma de evitar vivir lo fundamental que resulta de una experiencia humana. En primer lugar, aceptar la imposibilidad del control, abrazando la incertidumbre de la evolución y fluir de la vida. Luego, aventurarse a vivir una verdadera comunión e intimidad, con todo lo bueno y malo que ello implica. Lo que más me impacta de esta revolución, es que si bien cambió la forma en que los seres humanos buscamos satisfacer nuestras necesidades afectivas fundamentales, estas necesidades no se modificaron. Siguen siendo las mismas.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Cuando las acciones hablan

“Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas” (Woody Allen)

Me llevó un tiempo largo entender que entre las acciones y las palabras, siempre terminan pesando más las primeras.  El famoso refrán; “a las palabras se las lleva el viento”, o también el no menos popular dicho: “el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones”, no hacen más que confirmar mi aprendizaje. En definitiva, nuestro destino se construye con cada una de nuestras acciones, desde las más sencillas e insignificantes, hasta las transcendentales, esas que cambian de un momento a otro, el rumbo de nuestras vidas.

Para llegar a esta incuestionable (al menos para mí) conclusión, empecé por prestar mucha atención al lenguaje corporal, no sólo al de otras personas, sino también al propio. Poner el cuerpo, es entrar en acción y según cómo lo hagamos, se revelarán nuestras verdaderas intenciones y creencias. Experimenté el desconcierto y confusión que surge cada vez que las palabras dicen una cosa y el cuerpo o las acciones, claramente expresan otra. Así como también entendí cuánto más fácil es establecer vínculos de confianza, conmigo misma y los demás, cuando hay correspondencia y consistencia, entre lo que se piensa, se dice y se hace.

El mensaje de las acciones, empezando por el lenguaje corporal es tan poderoso, que ni el más virtuoso actor podría emocionarnos o convencernos de lo que transmite con palabras, si su cuerpo no se expresa en concordancia. Es también a través del cuerpo que podemos hacer el camino inverso. El lenguaje corporal influye tanto en cómo nos ven los demás, pero también puede cambiar la manera en cómo nos vemos a nosotros mismos.

Quiero compartir este video, de la psicóloga social Amy Cuddy, que muestra cómo las "posturas de poder", mostrar una actitud de seguridad, aun sintiéndose inseguro, pueden alterar los niveles cerebrales de testosterona y cortisol, e incluso mejorar nuestras probabilidades de éxito.




Muchos conciben al cuerpo como si fuera una máquina desconectada de sus aspectos mentales, emocionales y su estilo de vida; asumen a la salud, no como el estado natural de una vida en equilibrio, sino como un estado sobre el que no tienen ninguna injerencia.  En general, no sabemos cómo escuchar las señales del cuerpo, ni cómo atender sus necesidades, sus procesos y sus posibilidades. No le damos la respiración adecuada, ni la alimentación, limpieza, estiramiento o el ejercicio necesario. Tampoco consideramos la importancia de generar serenidad interior, pensamientos positivos,  para que las células, órganos y el ser material, como una entidad integral receptiva, cambiante y maravillosa, pueda estar saludable.

Al entender que cuanto más fina es la sintonía con nuestro cuerpo, cuanto más estrecha y profunda es nuestra conexión con él, seremos capaces de interpretar y responder mejor a sus mensajes. Quien logra bienestar y claridad en el cuerpo y en la mente, de algún modo lo refleja en sus palabras, gestos y acciones, generando coherencia con sus deseos, además de salud y armonía en su vida.

jueves, 30 de mayo de 2013

Intimidad al desnudo


"Si la esencia de la relación es la autorevelación, jamás la podremos lograr si no nos sentimos aceptados". Matthew Kelly

Muchas veces me pregunto qué es lo que hace que las relaciones se vuelvan significativas y sólidas. ¿Cuál es ese ingrediente que nos confiere la sensación de estar en un espacio de aceptación y confianza en los cuales somos capaces de abrirnos y compartir nuestro ser al desnudo, sin caretas ni escudos?

Construir intimidad es mi respuesta. Intimar  es  la capacidad y la posibilidad de participar de una conexión estrecha y profunda con otra persona. Es ser capaz de establecer vínculos privilegiados, en los cuales estamos abiertos y dispuestos a compartir con otro,  los aspectos más notables de nuestro ser, nuestras historias de aciertos y fracasos,  nuestras necesidades, anhelos y deseos, por más utópicos que parezcan.

Intimar significa un desafío, el del compartir los secretos de nuestros corazones, mentes y almas con otro ser humano tan imperfecto y frágil como uno. No es una condición que surge espontáneamente, sino que acontece como consecuencia de la decisión de abrirnos y  exponer nuestra vulnerabilidad.

No todos tenemos la misma facilidad para conectar y esto puede  hacerse a distintos niveles de profundidad, en distintos tiempos y dominios de nuestras vidas, dependiendo del modelo de  interacción de la relación.

Recuerdo  el libro de Matthew Kelly, autor de Los siete niveles de la intimidad, en donde  postula que si la esencia de las relaciones es la autorevelación , jamás podremos lograrla si no nos sentimos aceptados.

Me pareció interesante revisar las preguntas que  Kelly sugiere responder para identificar cuál es el nivel de intimidad que tenemos en una relación determinada:

Nivel 1: ¿Estás preparado para reconocer que tus interacciones son repetitivas y estereotipadas?
En este nivel  los puntos de conexión son superficiales. El estilo del intercambio estará centrado en datos e informaciones de la vida cotidiana, con temas centrales como el trabajo, los hijos, eventos esperados e inesperados, ambiciones económicas, o la vida de los otros. Las conversaciones  son triviales y evitarán  los temas comprometidos o confrontaciones. Estas interacciones algunas veces muestran sincero interés y otras nada más que una formalidad vacía.

Nivel 2: ¿Estás dispuesto a salir del cliché y decir algo más de ti mismo?
Las opiniones sobre un tema específico personalizan el intercambio y abren la puerta al disenso. En el nivel del puro intercambio de información aséptica no suelen producirse desacuerdos ya que las personas no se involucran. S i debatimos o si confrontamos nuestras ideas lo haremos con distintos grados de apasionamiento, de modo que las líneas de tensión y oposición de fuerzas se hacen presentes.  Es importante sentirse libre para opinar e involucrarse para acceder a niveles más profundos de intimidad.

Nivel 3: ¿Estás dispuesto a dar a conocer tus opiniones y a aceptar a aquellas personas con opiniones diferentes?
La aceptación mutua es una condición fundamental para afianzar buenas relaciones. La aceptación de quien amamos precisamente porque es diferente, coloca en primer plano una virtud esencial para los vínculos,  la flexibilidad. Lo opuesto a ella es la rigidez que consiste en rechazar o descalificar a alguien que actúe o piense en forma diferente a nuestra propia visión del mundo. No se trata de tolerar sino de admitir, porque la primera es una palabra engañosa que coloca al tolerante en una posición aparentemente superior y meritoria. En cambio, aceptación supone una apertura flexible a la diferencia y al cambio.

Nivel 4: ¿Estás listo para expresar tus esperanzas y sueños?
Cuando nos sentimos aceptados confiamos más aún en el otro y somos capaces de compartir entonces nuestros deseos, nuestras expectativas y nuestras esperanzas.

Nivel 5: ¿Estás dispuesto a mostrarte vulnerable?
Mostrarnos vulnerables es otra condición básica para el progreso de la intimidad. Poder expresarnos con libertad, mostrar sin inhibiciones nuestras debilidades y nuestra necesidad de ser acogidos.

Nivel 6: ¿Estás dispuesto a mostrar y encarar tus temores, ansiedades y fracasos?
Si somos capaces de revelar aquellas cosas que tememos guardadas, si podemos reconocer un fracaso, un error grave o un deseo largamente reprimido o censurado, si podemos hacer todo eso estaremos alcanzando el nivel más profundo de intimidad.

Nivel 7: ¿Estás dispuesto a satisfacer las necesidades legítimas de la otra persona?
El desafío principal de este nivel consiste en desarrollar la ayuda mutua necesaria para satisfacer las necesidades de cada uno. Quizás aquí aparezca el altruismo como aliado, que representa la capacidad de hacer cosas por el otro, aun cuando estas acciones no sean las que uno elegiría para la propia satisfacción.

Construir intimidad es como bailar la danza de los siete velos, ya que a medida que vamos despojándonos de ellos, queda al descubierto nuestra desnudez, nuestro verdadero ser. Cuanta más intimidad tenemos en una relación, gozamos de más libertad para mostrarnos tal cual somos.  No digo que sea fácil pero sólo a través de la entrega mutua y la autenticad, es que podemos conectar y generar relaciones más plenas y verdaderas.