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domingo, 17 de noviembre de 2013

Cuando las acciones hablan

“Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas” (Woody Allen)

Me llevó un tiempo largo entender que entre las acciones y las palabras, siempre terminan pesando más las primeras.  El famoso refrán; “a las palabras se las lleva el viento”, o también el no menos popular dicho: “el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones”, no hacen más que confirmar mi aprendizaje. En definitiva, nuestro destino se construye con cada una de nuestras acciones, desde las más sencillas e insignificantes, hasta las transcendentales, esas que cambian de un momento a otro, el rumbo de nuestras vidas.

Para llegar a esta incuestionable (al menos para mí) conclusión, empecé por prestar mucha atención al lenguaje corporal, no sólo al de otras personas, sino también al propio. Poner el cuerpo, es entrar en acción y según cómo lo hagamos, se revelarán nuestras verdaderas intenciones y creencias. Experimenté el desconcierto y confusión que surge cada vez que las palabras dicen una cosa y el cuerpo o las acciones, claramente expresan otra. Así como también entendí cuánto más fácil es establecer vínculos de confianza, conmigo misma y los demás, cuando hay correspondencia y consistencia, entre lo que se piensa, se dice y se hace.

El mensaje de las acciones, empezando por el lenguaje corporal es tan poderoso, que ni el más virtuoso actor podría emocionarnos o convencernos de lo que transmite con palabras, si su cuerpo no se expresa en concordancia. Es también a través del cuerpo que podemos hacer el camino inverso. El lenguaje corporal influye tanto en cómo nos ven los demás, pero también puede cambiar la manera en cómo nos vemos a nosotros mismos.

Quiero compartir este video, de la psicóloga social Amy Cuddy, que muestra cómo las "posturas de poder", mostrar una actitud de seguridad, aun sintiéndose inseguro, pueden alterar los niveles cerebrales de testosterona y cortisol, e incluso mejorar nuestras probabilidades de éxito.




Muchos conciben al cuerpo como si fuera una máquina desconectada de sus aspectos mentales, emocionales y su estilo de vida; asumen a la salud, no como el estado natural de una vida en equilibrio, sino como un estado sobre el que no tienen ninguna injerencia.  En general, no sabemos cómo escuchar las señales del cuerpo, ni cómo atender sus necesidades, sus procesos y sus posibilidades. No le damos la respiración adecuada, ni la alimentación, limpieza, estiramiento o el ejercicio necesario. Tampoco consideramos la importancia de generar serenidad interior, pensamientos positivos,  para que las células, órganos y el ser material, como una entidad integral receptiva, cambiante y maravillosa, pueda estar saludable.

Al entender que cuanto más fina es la sintonía con nuestro cuerpo, cuanto más estrecha y profunda es nuestra conexión con él, seremos capaces de interpretar y responder mejor a sus mensajes. Quien logra bienestar y claridad en el cuerpo y en la mente, de algún modo lo refleja en sus palabras, gestos y acciones, generando coherencia con sus deseos, además de salud y armonía en su vida.

domingo, 10 de noviembre de 2013

En búsqueda de la vibración perdida

“Ser el cambio que quieres ver el mundo”(Gandhi)

Estamos inmersos en una época marcada por un sentido de premura, que no tiene comparación con ningún otro momento de la historia de la humanidad. Todo nuestro ser, nuestro cuerpo y espíritu, vibra en una angustiosa sensación de urgencia, acorde con lo que demanda el mundo físico, el mundo exterior u objetivo.

Todo lo que  existe, tiene una vibración. Somos energía, somos seres vibracionales. Los humanos, al estar constituidos físicamente por un 70% de agua, somos muy sensibles a las vibraciones. Todo a lo que nos exponemos genera una vibración que se asemeja, resuena o  choca con la propia y esto determina nuestros niveles de armonía. De aquí el origen de todas esas expresiones coloquiales tales como “mala o buena onda, vibra, energía”, para expresar lo que percibimos, muchas veces quizás no tanto a un nivel racional, sino más bien sensorial o intuitivo, en nuestro intercambio con el mundo o las personas.

Las ondas cerebrales son la actividad eléctrica producida por el cerebro. Estas ondas pueden ser detectadas mediante el uso de un electroencefalógrafo y se clasifican en: ondas Alfa, Beta, Theta y Delta. Excepto durante el sueño, nos pasamos la mayor parte del tiempo vibrando en Beta. Para asegurarnos una buena adaptación a las exigencias de la vida moderna, el cerebro genera ondas Beta, que nos conectan con nuestros sentidos externos y se rigen por las leyes de espacio y tiempo.

Como consecuencia de esta vorágine, día a día vemos crecer la necesidad de parar la agitación, de encontrar un remanso, de transitar por la vida con más calma, de conectar con mayor atención y profundidad con nuestras necesidades emocionales, espirituales y con la naturaleza. Para ello necesitamos cambiar nuestra vibración, necesitamos aprender a encontrar el camino que nos lleve de regreso al estado Alfa, que es la onda de vibración de la Tierra, la vibración que naturalmente nos armoniza.
Es a través de las ondas Alfa que conectamos con el mundo intangible, el mundo espiritual, interno o subjetivo. Ese universo constituido por nuestros pensamientos, emociones, percepción extrasensorial o espiritual.

La vibración Alfa, se asocia con la creatividad, imaginación, intuición y soñar despierto. Las ondas Alfa facilitan estados de relajación profunda, que al mismo tiempo fortalecen el cuerpo y la mente. Estar en Alfa, no implica estar levitando, sin capacidad de accionar, por el contrario, podemos pensar dinámicamente, la mente puede cuestionar, explorar, deducir y crear soluciones a los problemas. Es el estado en el que nos encontramos momentos antes de dormir. Sus efectos característicos son: relajación agradable, pensamientos tranquilos y despreocupados, optimismo y un sentimiento de integración de cuerpo y mente y con el universo, del cual somos parte. 

Si bien nuestro cerebro para funcionar plena y saludablemente, necesita generar cada una de estas ondas cerebrales, según sean las circunstancias en las que nos encontramos,  me parece importante aprender a buscar esos momentos de sosiego, con la técnica o práctica que nos resulte más adecuada, para regresar a la vibración Alfa,  que es la que nos armoniza, generando calma y eliminando la tendencia a la reacción. Cuando reaccionamos en lugar de responder, creamos caos y separación y eso es lo que se refleja y padecemos en el mundo hoy.

Existen distintos métodos o prácticas que nos ayudan a volver al estado Alfa, como la práctica de yoga, relajación, meditación o terapias vibracionales diversas.

En la medida que generemos consciencia a través del conocimiento e incorporación de estas prácticas, lograremos crear paz y mayor armonía en el planeta. Estoy convencida que los cambios se hacen desde adentro hacia afuera, que el cambio empieza por uno, desde lo micro a lo macro. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de lograrlo. Con la suma de la fuerza del ejemplo,  contagiando a una consciencia por vez, mi deseo y mi esperanza es alcanzar la masa crítica necesaria para manifestar ese cambio anhelado que queremos ver en el mundo.


miércoles, 30 de octubre de 2013

El Yoga: un aliado para combatir el estrés

“En todas las culturas y en todas las tradiciones médicas antes de la nuestra, la sanación se lograba moviendo energía.”

Stress es una palabra del inglés que significa tensión. Podríamos decir que el estrés es una sensación de tensión que puede manifestarse a nivel físico y/o emocional.
Nos estresamos por motivos laborales y económicos. Por relacionarnos con personas toxicas. Por no cuidar la calidad de nuestros pensamientos. Cuando enfrentamos pérdidas importantes: muertes, trabajos, bienes materiales, afectos. Sufrir por amor, otro gran estresor. La soledad, la incapacidad de generar vínculos significativos. En una sociedad cargada de contaminación visual y acústica, marcada por la urgencia y el cambio permanente, sumado a la falta de descanso y alimentación adecuada, es muy difícil permanecer inmune al estrés.
El estrés nos acecha cotidianamente y es uno de los flagelos de la vida moderna.  Es un enemigo que avanza silenciosamente, impidiéndonos vivir de manera armónica y saludable.
El manejo del estrés implica controlar y reducir la tensión que surge cuando nos enfrentamos a situaciones desafiantes o amenazadoras. Situaciones que nos obligan a salir de nuestras zonas de confort, para adaptarnos a un nuevo contexto. Para evitar que esto nos afecte nocivamente,  debemos aprender a incorporar cambios desde lo psico-físico y energético.
Existen diversas actividades que nos ayudarán a canalizar el estrés y eliminarlo. Entre ellas, el yoga es una de las más efectivas.
El yoga es un sistema holístico que trabaja en todos los planos del Ser. Su finalidad no es solo la mejora de lo físico; toda la fuerza, resistencia, elasticidad y equilibrio que logramos en el plano físico, se manifestará en lo mental- emocional y espiritual-energético, generando no solo buena salud, sino también armonía, serenidad y paz interior.

 En el plano físico:
  • Nos hace más conscientes de los ritmos y necesidades naturales del cuerpo
  • Fortalece los músculos y huesos
  • Provee flexibilidad y equilibrio
  • Retrasa el proceso de envejecimiento
  • Oxigena y limpia nuestros órganos, beneficiando nuestro sistema cardiovascular, endocrino,  inmunológico, digestivo y respiratorio
  • Abre los canales energéticos y equilibra los chakras. Aumenta la energía vital.
 En el plano mental y emocional:
  • Disminuye el estrés
  • Incrementa nuestra capacidad de atención y concentración
  • Ayuda a superar el insomnio, a descansar mejor.
  • Promueve el pensamiento positivo ayudando a la superación de miedos, ansiedad, depresión
  • Nos vuelve menos reactivos y nos enseña a diseñar nuestras respuestas. Eso impacta positivamente en la calidad de nuestros vínculos y calidad de vida en general
A través de una práctica comprometida, 
perseverante y disciplinada, se alcanzan estados elevados de consciencia, optimizando nuestra energía para enfrentar mejor los desafíos de la vida.
Esto se logra a través de:
  • La respiración
  • Las posturas de yoga o asanas
  • La meditación
  • Alimentación  y descanso adecuado
El verdadero valor del yoga es que nos enseña: el camino del autoconocimiento, la sanación y la expansión de la consciencia.