“Ser el cambio que quieres
ver el mundo”(Gandhi)
Estamos
inmersos en una época marcada por un sentido de premura, que no tiene
comparación con ningún otro momento de la historia de la humanidad. Todo nuestro ser, nuestro cuerpo y espíritu,
vibra en una angustiosa sensación de urgencia, acorde con lo que demanda el
mundo físico, el mundo exterior u objetivo.
Todo lo que existe, tiene una vibración. Somos energía,
somos seres vibracionales. Los humanos, al estar constituidos físicamente por
un 70% de agua, somos muy sensibles a las vibraciones. Todo a lo que nos
exponemos genera una vibración que se asemeja, resuena o choca con la propia y esto determina nuestros
niveles de armonía. De aquí el origen de
todas esas expresiones coloquiales tales como “mala o buena onda, vibra, energía”,
para expresar lo que percibimos, muchas veces quizás no tanto a un nivel
racional, sino más bien sensorial o intuitivo, en nuestro intercambio con el
mundo o las personas.
Las ondas cerebrales son la actividad eléctrica producida por el cerebro. Estas ondas
pueden ser detectadas mediante el uso de un electroencefalógrafo y se
clasifican en: ondas Alfa, Beta, Theta y Delta. Excepto durante el sueño, nos
pasamos la mayor parte del tiempo vibrando en Beta. Para asegurarnos una buena
adaptación a las exigencias de la vida moderna, el cerebro genera ondas Beta, que nos conectan con nuestros sentidos
externos y se rigen por las leyes de espacio y tiempo.
Como
consecuencia de esta vorágine, día a día vemos crecer la necesidad de parar la agitación, de encontrar un remanso, de transitar
por la vida con más calma, de conectar con mayor atención y profundidad con nuestras
necesidades emocionales, espirituales y con la naturaleza. Para ello necesitamos cambiar nuestra
vibración, necesitamos aprender a encontrar el camino que nos lleve de regreso
al estado Alfa, que es la onda de vibración de la Tierra, la vibración que naturalmente
nos armoniza.
Es a través
de las ondas Alfa que conectamos con el mundo intangible, el mundo espiritual, interno o subjetivo. Ese universo constituido por nuestros
pensamientos, emociones, percepción extrasensorial o espiritual.
La vibración
Alfa, se asocia con la creatividad, imaginación, intuición y soñar despierto. Las
ondas Alfa facilitan estados de relajación profunda, que al mismo tiempo
fortalecen el cuerpo y la mente. Estar en Alfa, no implica estar levitando, sin capacidad de
accionar, por el contrario, podemos pensar dinámicamente, la mente puede
cuestionar, explorar, deducir y crear soluciones a los problemas. Es el estado
en el que nos encontramos momentos antes de dormir. Sus efectos característicos
son: relajación agradable, pensamientos tranquilos y despreocupados, optimismo
y un sentimiento de integración de cuerpo y mente y con el universo, del cual
somos parte.
Si bien nuestro
cerebro para funcionar plena y saludablemente, necesita generar cada una de estas ondas cerebrales, según sean las circunstancias en las que nos encontramos,
me parece importante aprender a buscar
esos momentos de sosiego, con la técnica o práctica que nos resulte más
adecuada, para regresar a la vibración Alfa, que es la que nos armoniza, generando calma y
eliminando la tendencia a la reacción. Cuando reaccionamos en lugar de
responder, creamos caos y separación y eso es lo que se refleja y padecemos en
el mundo hoy.
Existen distintos métodos o prácticas que nos ayudan a volver al estado Alfa, como la práctica de yoga, relajación, meditación o terapias vibracionales diversas.
En la medida
que generemos consciencia a través del conocimiento e incorporación de estas
prácticas, lograremos crear paz y mayor armonía en el planeta. Estoy convencida
que los cambios se hacen desde adentro hacia afuera, que el cambio empieza por
uno, desde lo micro a lo macro. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de
lograrlo. Con la suma de la fuerza del
ejemplo, contagiando a una consciencia
por vez, mi deseo y mi esperanza es alcanzar la masa crítica necesaria para
manifestar ese cambio anhelado que queremos ver en el mundo.