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sábado, 24 de noviembre de 2018

El Resentimiento Te Aleja de La Gratitud



"La queja y el resentimiento sólo te conectan con la escacez"


En esta parte del mundo, en los Estados Unidos, el tercer jueves de noviembre se celebra la hermosa tradición del Día de Gracias o Thanksgiving. Las redes sociales y nuestros teléfonos se llenan de mensajes y reflexiones sobre la gratitud y el tema pasa a un primer plano en nuestras vidas.

Como escribí en el post sobre este tema el año pasado, gratitud no sólo es una emoción que hasta corporalmente podemos sentirla,  desde el plexo solar hasta el pecho, es una actitud hacia la vida. Algunas veces hasta se nos hace un nudo en la garganta, no por tristeza o angustia, sino porque nos invade esa suave y amorosa sensación de gratitud.

La gratitud es en sí misma, una declaración de abundancia porque decidimos registrar todo lo que la vida nos dió, nos dá y confiamos en que nos seguirá nutriendo, en lugar de lamentarnos por lo que nos falta.

La gratitud no se practica de la boca para afuera. No alcanza con repetir la palabra "gracias", como una mera formula social de buena educación. Hay un contexto emocional propicio en donde la gratitud puede manifestarse. 

Es muy difícil conectar con la generosidad y la gratitud cuando se habita en la ira y el resentimiento.

El resentido está siempre con sed de venganza, de resarcimiento, de exigir como buena víctima, que le den lo que considera le fue arrebatado injustamente.

El controlador, ciego a su ceguera, es como un perro alterado y rabioso que da vueltas sobre sí mismo perdido en su obsesión por el control y sin darse cuenta termina siempre mordiéndose su propia cola.

domingo, 30 de marzo de 2014

El Club de los Ofendidos

"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas." Ward William George 

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Como frase alentadora, me parece fantástica porque la esperanza es el combustible emocional que mantiene la vida en movimiento.

Ahora, una cosa muy distinta son las expectativas. Si bien ambas palabras contienen una situación de espera como condición, la esperanza, está basada en la confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea, mientras que la expectativa, está orientada a esperar que ocurra lo que queremos conseguir, sin involucrarnos en ninguna acción o decisión por nuestra parte. La expectativa nos pone en una situación pasiva, donde nos convertimos en jueces de resultados que no dependen de nosotros y según como estos sean, nos sentiremos los seres más afortunados del planeta, con todos los astros conspirando a nuestro favor,o en unas pobres víctimas, ya sea de las circunstancias adversas de turno o de las acciones de terceros, que nos resultan injustas e inmerecidas.

Todos estuvimos alguna vez en uno de estos escenarios. Quizás todavía, saltamos de un lado a otro, sin definirnos si queremos pertenecer al Club de los Afortunados y ser los creadores de nuestro destino, o ser parte del Club de los Ofendidos, escudados en la queja estéril por ser víctimas de las injusticias del mundo. El Club de los ofendidos, nuclea a todas esas personas que sienten que son tratadas injustamente, personas que esperan acciones de los demás, que nunca están a la altura de sus expectativas.  Están convencidos que las respuestas que reciben no son las que merecen y esa es la razón por la cual viven ofendidos. También están resentidos, porque  sienten que no se les reconoce su valor, su dedicación, su importancia, su bondad, su entrega y entienden que son sometidos a situaciones inmerecidas. El resultado de esto por lo general es el enojo y el resentimiento, que se expresa a través de la queja improductiva.

¿Quién no tiene un amigo ofendido porque no lo llamaste (cuando él lo esperaba)? Justo ese amigo que cada vez que lo llamaste para hacer algo, nunca pudo y tampoco se tomó el tiempo para devolverte el  llamado en los últimos 3 meses.
O el amigo que se ofendió porque se enteró por un tercero que te separaste y hacía más de dos años que no tenían ningún tipo de contacto!
O el pariente que se enojó porque no le contestaste un mail en cadena  que te envió a vos y 20 personas más, con las últimas reflexiones sobre la vida Zen.
O el compañero de trabajo que se siente ignorado porque esperaba ser invitado a tu fiesta intima de aniversario, donde solo participaron tu mujer y tus hijos!
Ni que hablar de las situaciones que se generan con las relaciones virtuales!! La cantidad de enojos y ofensas que resultan por no haber puesto un “me gusta”  a una foto, o por no seguir a un conocido en twitter, que si es un seguidor tuyo!!

Si pudiéramos entender que las expectativas no son promesas. Que las expectativas pertenecen a nuestro ámbito íntimo personal y que los demás no tienen la obligación de adivinarlas, ni de cumplirlas. Si pudiéramos aprender a pedir lo que necesitamos o queremos, aceptando que al otro lo asiste el derecho legítimo de acceder o negarse a nuestro pedido. Si sólo pudiéramos hacer estas distinciones, seguramente no existiría el Club de los Ofendidos y la cultura de la queja ­­­­­ya se habría extinguido.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La peligrosa adicción a la infelicidad

“El resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera” (Carrie Fisher)

Los seres humanos somos seres emocionales y según la emoción en que habitemos,vamos a actuar en consecuencia. Alguna vez estudié a Humberto Maturana, quien sostiene que los estados de ánimo son como cristales a través de los cuales observamos el mundo. Si estamos de buen ánimo, el futuro y nuestras posibilidades serán brillantes; en caso contrario, veremos un mundo oscuro.

Hace unos días que vengo pensando en el resentimiento como estado de ánimo. ¿De dónde surge? ¿Qué lo provoca? ¿Qué beneficios trae sostenerlo?¿Para qué hacerlo? ¿Cómo te liberas de él?

El resentimiento es un estado de ánimo que tiene una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta y en la que alguien aparece como culpable por lo que nos sucede (una persona, un grupo de personas, toda una categoría de individuos o incluso la vida misma o el mundo entero). El resentimiento no para aquí. Cuando estamos resentidos, sentimos deseos de castigar o vengarnos y ese deseo retroalimenta nuestro rencor.

El resentimiento se asemeja mucho al de la ira. La principal diferencia reside en que la ira se manifiesta abiertamente y el resentimiento permanece escondido. Se convierte en una conversación que crece en privado, es silenciosa y rara vez se manifiesta directamente o lo hacemos ante personas no adecuadas. Así toma la forma de queja ante terceras personas, quienes no pueden hacer nada efectivo para aliviarnos el enfado que sentimos cuando estamos resentidos.

Lo paradójico de esta situación, es que  el resentimiento nos lleva a vivir en una permanente victimización, culpando a terceros por lo que esperábamos  que sucediera pero no ocurrió. Estamos mucho más comprometidos en alimentar nuestro propio infierno, que  en castigar a los supuestos responsables o en buscar una solución superadora de la ofensa (real o imaginaria).  Para poder permanecer en ese rol de víctima, nos negamos a aceptar la pérdida sufrida y somos incapaces de ver nuestra parte de responsabilidad en la situación.

Como dice Nietzsche“el resentimiento es un estado de ánimo que esclaviza a quien lo padece”. La única salida es el perdón, cuyo efecto liberador beneficia más al resentido, que al supuesto causante del dolor.

¿Siempre me intrigó entender por qué existe esa vocación por el sufrimiento? ¿Qué es lo que  nos lleva a militar activamente en el dolor? ¿Cuál será el beneficio? ¿Podemos convertirnos en adictos a la infelicidad?

Encontré algunas respuestas en este breve video, basado en pensamientos de Eckart Tolle, quien también concluye que sólo podemos salvarnos a través del perdón.

 Una Nueva Tierra - El cuerpo del dolor