"El pesimista se queja del viento; el optimista
espera que cambie; el realista ajusta las velas." Ward William George
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Como frase alentadora, me
parece fantástica porque la esperanza es el combustible emocional que mantiene
la vida en movimiento.
Ahora, una cosa muy distinta son las expectativas. Si bien
ambas palabras contienen una situación de espera como condición, la esperanza, está
basada en la confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea, mientras
que la expectativa, está orientada a esperar que ocurra lo que queremos
conseguir, sin involucrarnos en ninguna acción o decisión por nuestra parte. La
expectativa nos pone en una situación pasiva, donde nos convertimos en jueces
de resultados que no dependen de nosotros y según como estos sean, nos sentiremos
los seres más afortunados del planeta, con todos los astros conspirando a
nuestro favor,o en unas pobres víctimas, ya sea de las circunstancias adversas
de turno o de las acciones de terceros, que nos resultan injustas e inmerecidas.
Todos estuvimos alguna vez en uno de estos
escenarios. Quizás todavía, saltamos de un lado a otro, sin definirnos si
queremos pertenecer al Club de los
Afortunados y ser los creadores de nuestro destino, o ser parte del Club de los Ofendidos, escudados en la queja
estéril por ser víctimas de las injusticias del mundo. El Club de los ofendidos,
nuclea a todas esas personas que sienten que son tratadas injustamente, personas que esperan acciones de los demás, que nunca están a la altura de sus
expectativas. Están convencidos que las
respuestas que reciben no son las que merecen y esa es la razón por la cual
viven ofendidos. También están resentidos, porque
sienten que no se les reconoce su valor,
su dedicación, su importancia, su bondad, su entrega y entienden que son
sometidos a situaciones inmerecidas. El
resultado de esto por lo general es el enojo y el resentimiento, que se expresa
a través de la queja improductiva.
¿Quién no tiene un amigo ofendido porque no
lo llamaste (cuando él lo esperaba)? Justo ese amigo que cada vez que lo
llamaste para hacer algo, nunca pudo y tampoco se tomó el tiempo para
devolverte el llamado en los últimos 3
meses.
O el amigo que se ofendió porque se enteró por
un tercero que te separaste y hacía más de dos años que no tenían ningún tipo
de contacto!
O el pariente que se enojó porque no le
contestaste un mail en cadena que te
envió a vos y 20 personas más, con las últimas reflexiones sobre la vida Zen.
O el compañero de trabajo que se siente
ignorado porque esperaba ser invitado a tu fiesta intima de aniversario, donde
solo participaron tu mujer y tus hijos!
Ni que hablar de las situaciones que se generan
con las relaciones virtuales!! La cantidad de enojos y ofensas que resultan por
no haber puesto un “me gusta” a una foto,
o por no seguir a un conocido en twitter, que si es un seguidor tuyo!!
Si pudiéramos entender que las expectativas
no son promesas. Que las expectativas pertenecen a nuestro ámbito íntimo
personal y que los demás no tienen la obligación de adivinarlas, ni de
cumplirlas. Si pudiéramos aprender a pedir lo que necesitamos o queremos,
aceptando que al otro lo asiste el derecho legítimo de acceder o negarse a
nuestro pedido. Si sólo pudiéramos hacer estas distinciones, seguramente no existiría el
Club de los Ofendidos y la cultura de la queja ya se habría extinguido.
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