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jueves, 24 de abril de 2014

La tiranía de la cultura Anti-Age


“La vida humana puede compararse con el recorrido del sol. Por la mañana asciende e ilumina el mundo. Al mediodía alcanza su cenit y sus rayos comienzan a disminuir y decaer. La tarde es tan importante como la mañana, pero sus leyes son distintas”. (Carl Jung)

Nadie quiere volverse viejo. A diferencia de algunas civilizaciones, donde los ancianos ocupan un lugar de privilegio, y son honrados y consultados por su sabiduría, en esta cultura anti-age, ser viejo se convirtió en sinónimo de decrepitud, dependencia, limitaciones y quizás lo más temido, de exclusión.

Estamos en un mundo donde casi todos los roles protagónicos están reservados para los jóvenes. Hay una sobrevaloración de la juventud y su omnipotencia. Es ese concepto de juventud, que todo lo puede, el que nos impulsa a hacer cualquier cosa con tal de borrar las huellas del paso del tiempo por nuestro cuerpo. Nos sometemos a cuanta rutina de ejercicios se pone de moda, dietas inhumanas, tinturas, masajes, cirugías, Botox y si todo eso no alcanza, siempre podemos aplicar foto-shop, para mostrarnos tal como nos gustaría vernos siempre. ¡Dios no permita lucir una cabeza con canas o arrugas en la cara!

A medida que nos alejamos de la juventud y entramos en la segunda mitad de la vida, muchos elijen engañar o auto-engañarse y mirar para otro lado. ¿Acaso, disimular la edad, ponerse Botox y hacerse cirugías para parecer 20 años más jóvenes, no es una manera de mentir? Viven mucho más preocupados, o mejor dicho, desesperadamente ocupados en sostener esa porfiada negación, en lugar de abrazar la sabiduría que viene de la mano de la experiencia de los años vividos. Saben o intuyen que la negación, lo único que hace es evitar hacerse cargo de lo ineludible: la llegada de la vejez y nuestra condición de mortales. Esto, los pondría de cara con la cercanía de la muerte y los instaría a empezar a vivir de otra manera, dejando de lado las expectativas del mundo exterior. Como dice Jung, “para el hombre reconocer esta curva vital significa que, desde su segunda mitad de vida, ha de ajustarse a la realidad interior en lugar de a la realidad exterior”.

La paradoja de querer vivir en un estado de eterna juventud, se contrapone con el concepto que tenemos del tiempo, como un recurso finito, que siempre está evaporándose y por lo tanto no podemos detenerlo o darnos el lujo de desaprovecharlo. Así es como vivimos enloquecidos, a toda velocidad, en un constante estado de distracción para evitar hacernos las preguntas transcendentales. Es esta amenazante y neurótica relación que tenemos con el tiempo, la que nos hace verlo como un enemigo al que hay que conquistar y sacarle el máximo provecho, exprimiendo cada minuto de vida. 

¿Si pudiéramos amigarnos con el tiempo y no interpretarlo como el verdugo que nos recuerda segundo a segundo, que vivimos en una cuenta regresiva desde el momento en que nacemos? ¿Si pudiéramos acompasar la vida, confiando más en nuestro reloj interno? ¿Si pudiéramos pensar en el tiempo como un recurso más, como un aliado que nos sostiene mientras transitamos la vida? Quizás, solo quizás, no quedaríamos presos del frenesí de ganarle esta carrera. Podríamos tomarnos todos los instantes necesarios para disfrutar de cada momento y regalarnos el privilegio de disfrutar las distintas texturas y matices de la vida, en lugar de atravesarla, abrumados por tratar de borrar los rastros de cada minuto y cada segundo vivido. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Meditar para escapar?

“La huida no ha llevado a nadie a ningún sitio” (Antoine de Saint-Exupery)

Si bien meditar es una práctica milenaria, pareciera haberse puesto muy de moda en este último tiempo. Cada vez es más común escuchar hablar de distintas prácticas de meditación: meditación Budista, Zazen, Transcendental, Vipassana, Kabbalah, Mantra, Sufi, Dzoghen, Chakra y algunas otras más.

También es frecuente la realización de  encuentros o eventos masivos para meditar por diversos temas tales como: la paz del mundo, curar el planeta, por la luna llena, por la luna nueva,  para rejuvenecer el organismo, para sanar el espíritu, para manifestar abundancia, para lo que se nos ocurra.

Son innumerables las razones por las cuales el hombre se acerca a prácticas espirituales y creo que más allá de cuales sean las motivaciones, el efecto o beneficio que se obtienen de ellas, por lo general es positivo.

Sin embargo, paralelamente a este fenómeno, me pareció notar que también es muy frecuente, que se use la meditación como una manera de escapar de la realidad. Como un pretexto para no poner el cuerpo y hacernos cargo de lo que nos toca lidiar al enfrentar el desorden y desarmonía inherentes a esta dimensión, regidas por el tiempo y el espacio, en la que existimos, dentro de un cuerpo físico.

Meditar no significa escapar de la realidad. Tampoco es sinónimo de refugio para aquellas emociones incomodas o situaciones desafiantes. Si usamos la meditación como un pretexto para desconectarnos de la realidad, es muy factible que lo que sea que estemos intentando hacer bajo el nombre de meditación, sea solo un auto-engaño y jamás podremos conocer o disfrutar de los beneficios de esta práctica.

La mente humana  es como un caballo desbocado. Para la mente no hay diferencia entre lo real y nuestro dialogo mental, ambos producen sentimientos, emociones que determinan nuestras acciones, sobre las que vamos construyendo nuestra vida.  La mayor parte del tiempo no tenemos control sobre nuestros pensamientos, se suceden unos a otros, llegando a veces hasta hacernos colapsar. Dedicamos demasiada energía en preocuparnos por cosas que aún no han ocurrido o nos obsesionamos con hechos del pasado que no podemos cambiar. Por eso es tan importante cuidar la calidad de nuestros pensamientos y aprender a tomar el control de nuestra mente.

Meditar es habitar plenamente en el tiempo presente. Meditar es justamente lo opuesto de evadirse de la realidad. Meditar no es no pensar, es ampliar nuestro nivel de conciencia, abrir la mente completamente sin juzgar (que es lo que hacen lo pensamientos), para focalizarnos con toda nuestra atención en al aquí y el ahora. Aquí, entendido como la plena conciencia del cuerpo y el Ahora, la respiración.


Al poder desapegarnos de pensamientos que nos llevan constantemente al pasado o al futuro y nos  convertimos en un observador imparcial del presente, la hiperactividad mental se reduce, la mente descansa y el cuerpo se relaja. Se incrementa nuestra capacidad de concentración, de discernimiento, de resistencia física, mental y emocional.  En síntesis, la meditación, no debería ser usada como un pretexto para huir de la realidad, por el contrario, nos fortalece interna y externamente, acrecentando nuestras habilidades y recursos para poder lidiar de manera más eficiente con la realidad tal cual es.

lunes, 29 de abril de 2013

Según como mires


"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo." (Albert Eisntein)

 ¿Alguna vez te encontraste atascado en una situación que no te permitía  avanzar y por más que intentaras distintas alternativas, esa situación no dejaba de repetirse? Quizás cambian las anécdotas, hasta los personajes pero el patrón que te mantiene estancando en ese problema, sigue siendo el mismo.¿Ahora, de qué manera podemos romper esa inercia y­­­­­ cambiar la forma en la que miramos el mundo?

Quizás sea una cuestión de ejercitarse u obligarse a romper la lógica que nos gobierna y aceptar que hay una infinidad de alternativas posibles, que sólo tenemos que aprender a verlas. Esa lógica no es sólo el resultado de nuestras creencias, que actúan como filtros a través de los cuales percibimos la realidad, sino también de cómo nuestro cerebro descifra el universo.

Hace poco, hice una prueba con mi pareja y los invito a que la realicen con alguien y se respondan hacia dónde gira la bailarina.


Ojalá les pase como a mí, porque uno se resiste a creer que ante el mismo estímulo, dos personas vean cosas diferentes. En un principio yo vi girar la bailarina en sentido de las agujas del reloj, mientras que al mismo tiempo mi pareja la veía girar en el sentido opuesto.

No es la primera vez que voy a hablarles sobre el cerebro, órgano que no deja de asombrarme. Es común utilizar más un lado del cerebro que el opuesto y según cual sea ese lado, percibimos e interactuamos con el mundo de una determinada manera Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios que comparten algunas funciones como las del pensamiento y la regulación de la temperatura del cuerpo. A su vez, estos hemisferios se distinguen entre sí por realizar una serie de funciones específicas, que pueden parecer opuestas pero son complementarias.

El hemisferio izquierdo procesa la información analítica y secuencialmente, paso a paso, de forma lógica y lineal. Analiza, abstrae, cuenta, mide el tiempo, planea procedimientos, verbaliza, Piensa en palabras y en números, es decir contiene la capacidad para las matemáticas, para leer y escribir. Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento convergente, obteniendo nueva información al usar datos ya disponibles, formando nuevas ideas o datos convencionalmente aceptables. Aprende de la parte al todo y absorbe rápidamente los detalles, hechos y reglas.

El hemisferio derecho procesa la información de manera global, partiendo del todo para entender las distintas partes que componen ese todo, sintetizando la información que recibe. Con él vemos las cosas en el espacio, y cómo se combinan las partes para formar el todo. Gracias al hemisferio derecho, entendemos las metáforas, soñamos, creamos nuevas combinaciones de ideas. Es el experto en el proceso simultáneo o de proceso en paralelo. Se lo llama también el hemisferio holístico porque es intuitivo en vez de lógico, piensa en imágenes, símbolos y sentimientos. Tiene capacidad imaginativa y fantástica, espacial y perceptiva. Este hemisferio emplea un estilo de pensamiento divergente, creando una variedad y cantidad de ideas nuevas, más allá de los patrones convencionales.

Cada vez que me encuentro en situaciones de estancamiento, recuerdo la magnífica escena de la película la Sociedad de los Poetas Muertos, en la cual el profesor Keating se sube a su escritorio para recordarles a sus alumnos que en la vida hay que buscar mirar las cosas desde diferentes perspectivas. Eso es lo que hice con mi última pintura. Estaba decididamente atrapada en una imagen mental preestablecida que no me gustaba nada. Luego de intentar varios replanteos, decidí romper con toda lógica figurativa e invertí mi cuadro para continuar pintándolo de esa manera. El resultado fue totalmente inesperado e inspirado. Sin dudas, cuando me animo a crear experiencias inusuales y buscar inspiración donde menos lo imagino, termino generando buenas ideas.

Me resulta vital reconocer mis paradigmas, sobre todo cuando pierden vigencia y no me sirven más. Cada vez que un paradigma se encuentra instalado y activo en mi cerebro, quedo presa de un proceso, que repite  los mismos pensamientos. Estos pensamientos se tornan automáticos, inconscientes y rutinarios; en consecuencia, mis respuestas también lo son. Pero la realidad, a diferencia de estos paradigmas, no es estática y cambia constantemente. Cambiar o romper paradigmas, significa modificar la manera de observar para poder accionar de una manera diferente. Aquellos que se atreven a hacerlo, son los que se adaptan mejor a los cambios y en consecuencia, tienen mayores posibilidades de éxito.