“La huida no ha llevado
a nadie a ningún sitio” (Antoine de Saint-Exupery)
Si bien
meditar es una práctica milenaria, pareciera haberse puesto muy de moda en este
último tiempo. Cada vez es más común escuchar hablar de distintas prácticas de
meditación: meditación Budista, Zazen, Transcendental, Vipassana, Kabbalah,
Mantra, Sufi, Dzoghen, Chakra y algunas otras más.
También es
frecuente la realización de encuentros o
eventos masivos para meditar por diversos temas tales como: la paz del mundo,
curar el planeta, por la luna llena, por la luna nueva, para rejuvenecer el organismo, para sanar el
espíritu, para manifestar abundancia, para lo que se nos ocurra.
Son innumerables las razones por las cuales el
hombre se acerca a prácticas espirituales y creo que más allá de cuales sean
las motivaciones, el efecto o beneficio que se obtienen de ellas, por lo general es positivo.
Sin embargo, paralelamente a este fenómeno, me pareció notar que también es muy frecuente, que
se use la meditación como una manera de escapar de la realidad. Como un pretexto
para no poner el cuerpo y hacernos cargo de lo que nos toca lidiar al enfrentar
el desorden y desarmonía inherentes a esta dimensión, regidas por el tiempo y
el espacio, en la que existimos, dentro de un cuerpo físico.
Meditar no
significa escapar de la realidad. Tampoco es sinónimo de refugio para aquellas
emociones incomodas o situaciones desafiantes. Si usamos la meditación como un
pretexto para desconectarnos de la realidad, es muy factible que lo que sea que estemos
intentando hacer bajo el nombre de meditación, sea solo un auto-engaño y jamás
podremos conocer o disfrutar de los
beneficios de esta práctica.
La mente
humana es como un caballo desbocado. Para
la mente no hay diferencia entre lo real y nuestro dialogo mental, ambos
producen sentimientos, emociones que determinan nuestras acciones, sobre las
que vamos construyendo nuestra vida. La
mayor parte del tiempo no tenemos control sobre nuestros pensamientos, se
suceden unos a otros, llegando a veces hasta hacernos colapsar. Dedicamos
demasiada energía en preocuparnos por cosas que aún no han ocurrido o nos
obsesionamos con hechos del pasado que no podemos cambiar. Por eso es tan
importante cuidar la calidad de nuestros pensamientos y aprender a tomar el
control de nuestra mente.
Meditar es habitar
plenamente en el tiempo presente. Meditar es justamente lo opuesto de evadirse
de la realidad. Meditar no es no
pensar, es ampliar nuestro nivel de conciencia, abrir la mente completamente sin
juzgar (que es lo que hacen lo pensamientos), para focalizarnos con toda
nuestra atención en al aquí y el ahora. Aquí, entendido como la plena
conciencia del cuerpo y el Ahora, la respiración.
Al poder desapegarnos de pensamientos que nos llevan constantemente al
pasado o al futuro y nos convertimos en
un observador imparcial del presente, la hiperactividad mental se reduce, la mente
descansa y el cuerpo se relaja. Se incrementa nuestra capacidad de concentración,
de discernimiento, de resistencia física, mental y emocional. En síntesis, la meditación, no debería ser
usada como un pretexto para huir de la realidad, por el contrario, nos
fortalece interna y externamente, acrecentando nuestras habilidades y recursos
para poder lidiar de manera más eficiente con la realidad tal cual es.