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domingo, 15 de diciembre de 2013

Aquí y ahora, celebramos todos los días

“Si llego a mi destino ahora mismo, lo aceptaré con alegría, y si no llego hasta que transcurran diez millones de años, esperaré alegremente también”. Walt Whitman

Llueve. Me gusta su sonido y saberla compañera de esta tarde de domingo, uno de los últimos de este año. El voile blanco que cubre mi ventana, sacude ondulante su letargo,  a causa de  la insistencia de una tímida, apacible y fresca  brisa.

Lluvia de sensaciones o asociaciones que caen, sin orden ni premeditación sobre estas teclas: bendiciones, purificación, siembra, limpieza, fluir, soltar, aceptar, cerrar, disfrutar, llanto, alegría, tristeza, esperanza, fe, persistencia, suavidad, humedad, fertilidad, nuevos comienzos, evolución, aprendizaje, agradecer y me quedo aquí, con este último pensamiento.

No quiero caer  en las típicas reflexiones trilladas del fin de año, ni quejarme por la locura y crispación que invaden las calles en nombre del espíritu navideño. Es muy difícil no repetirse en etas épocas, dominadas por redes sociales y tantas vías de comunicación, donde los mensajes se multiplican y todos contienen algún consejo o frase para reflexionar.

Dicho esto, me voy a limitar a dar gracias por todo lo que me trajo este año: lo bueno y lo malo, lo triste y lo alegre, lo amable y lo difícil, pero básicamente quiero agradecer por la vida, el mayor de los milagros y misterios.  Esta vida que no me deja de enamorar y sorprender. Esta vida que cuando creo tener todo en orden, me sacude desde los cimientos para volver a empezar. Esta vida que cada mañana me invita a hacer mi camino, con cada enseñanza y con cada elección.

Ahora, para terminar mi post de esta tarde de lluvia silenciosa, dos deseos para hoy, mañana, navidad, el año próximo, Reyes y todos los días:

Es intimidante lo que dice Buda, a modo de advertencia provocadora, como hacen los maestros iluminados:”tu error es creer que tienes tiempo”. Yo no quiero caer en ese error y dejar que la vida me pase inadvertida, por eso no ceso de repetirme: la vida es hoy, ahora, ya!!!  GRACIAS!

sábado, 5 de octubre de 2013

Creer para crear

“Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la conquista de uno mismo”. (Buda.)

¿Qué es lo que lleva a una persona decir una frase como esta? “Esta situación sólo puede mejorar”.

Siempre me asustó un poco el falso optimismo o mejor dicho, la irresponsabilidad disfrazada de optimismo. Ya en el post “El desafío de un buen observador”, explico mis razones. Pero hoy, no quiero escribir sobre la habilidad que tenemos para hacer buenas interpretaciones de la realidad, sino de esa asombrosa capacidad que tienen algunos humanos, para ver lo mejor de cada situación. Reitero, porque no quiero confundirlos: no me estoy refiriendo a esas personas que ven todo color de rosa, sino a aquellos que sin perder contacto con la hostilidad y desasosiego que la vida presenta como parte de su fachada cotidiana, aun así, mantienen su capacidad para no rendirse y buscar la luz que guía sus acciones hacia un espacio esperanzador.

Encontré  esta definición de resiliencia,  que creo es lo que define esta cualidad que me maravilla: “La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas graves.”

Me pregunto si la resiliencia tiene que ver con la aceptación. Si va de la mano con la creencia que la vida tiene un propósito, aun cuando este no sea evidente o accesible para nuestro entendimiento y muchas veces parezca absurdo y cruel.  O si está más relacionada con el coraje y la inquebrantable intención de querer siempre mejorar, a pesar de todo. No sé si importa identificar la cualidad sobresaliente de los resilientes, me parece más trascendente saber que la resiliencia  involucra  una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.

El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil. No significa huir o negar lo que nos genera fastidio o dolor. Implica afrontar el estrés y malestar emocional, desde un lugar sereno. Buscar el sentido de ese nuevo desafío, para encontrar la fuerza necesaria que nos permita construir un futuro, a pesar de la adversidad o la tragedia.

Esto me devuelve la esperanza que un mundo mejor es posible; me ayuda a pensar que creer es crear. Por eso, creo en las personas que se permiten sentir emociones intensas, sin temerles, ni huir de ellas.
Creo en las personas que miran los problemas como retos que pueden superar y no como terribles amenazas que los paralizan.
Creo en las  personas que aprendieron que ser flexibles, no es sinónimo de ser débiles.
Creo en las personas que se toman tiempo para descansar y recuperar fuerzas, que no se consideran todo poderosas. Reconocen tanto su potencial, como sus limitaciones.
Creo en las personas que son capaces de identificar de manera precisa las causas de sus problemas para evitar volver a enfrentarlos en el futuro.
Creo en las  personas con la habilidad de controlar sus emociones y pueden permanecer serenos en situaciones de crisis.
Creo en las  personas con un optimismo realista, con una visión positiva del futuro, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o fantasías.
Creo en las  personas que se consideran competentes y confían en sus propias capacidades y también en las capacidades de los demás.
Creo en las  personas con empatía, que les permite reconocer las emociones de los demás y conectar con ellas.
Creo en las  personas con más sentido del humor, que con tendencia al drama.
Creo en las personas que tienen una profunda convicción, que lo mejor está siempre por venir.

Tendríamos un planeta mucho más sano, si nos propusiéramos desarrollar  resiliencia desde temprana edad. El mundo estaría habitado por almas más pacíficas, felices, valientes  y positivas. Nadie puede garantizarnos una vida sin sufrimiento pero lo que la adversidad hace de cada uno de notros, depende en gran parte de nosotros mismos.