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lunes, 30 de septiembre de 2013

La vida es AHORA!!

Hay quienes eligen vivir muriendo. Otros prefieren morir viviendo”.

Vivimos como si fuéramos eternos. Negamos sistemáticamente la idea de nuestra finitud. Nos resistimos a aceptar el paso del tiempo, recurriendo a cuanto cosmético o cirugía estética disponible, para mitigar de alguna manera,  la inevitable degradación de la materia de la que estamos hechos. Todos estos esfuerzos no son más que distracciones paliativas para no enfrentar la única certeza con la que nacemos: la de la muerte.

Aun para los que creen que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana, que no somos el cuerpo, sino un espíritu que habita dentro de esa materia. Para los que creen en la vida después de la muerte o en la reencarnación, en menor o mayor medida, todos ponemos a la muerte en un segundo plano, casi ignorándola para evitar el desasosiego que nos produce conocer nuestro común e ineludible destino.

En esta cultura de la inmediatez en la que estamos inmersos, somos los héroes del multitasking, sin embargo nos persigue la acuciante sensación de estar desperdiciando el tiempo, de estar haciendo un uso inadecuado de este recurso tan importante.

Nos damos el lujo de correr de un lado al otro, sin saber por qué o para qué. Permanecemos en relaciones o trabajos tóxicos como si tuviéramos toda la vida para recuperar el tiempo perdido. Vivimos tan apurados, que no aprendemos de nuestros errores, para evitar volver a cometerlos. Entramos en pánico cada vez que contamos con un poco de tiempo libre, porque no estamos preparados para enfrentarnos al vacío existencial que produce una agenda libre, sin actividades preestablecidas, que nos permita reflexionar sobre si el sentido de  la vida  es esa vorágine repetitiva y su propósito, simplemente alienarnos, para convertirnos en unos autómatas anestesiados. No nos damos cuenta que lo único verdaderamente urgente es aprender a mejorar el uso del tiempo, porque nada más tenemos y nada más nos llevaremos. Sólo el tiempo vivido.

Esto me recordó una breve anécdota sobre un turista de paseo por la India:

“Un turista paseaba por la India cuando se encontró con un viejo sabio. El turista se sorprendió al ver que el maestro sabio vivía en un espacio muy sencillo, con poco mobiliario; tan sólo una cama, una mesa y una silla. También vestía con ropa sencilla; camisa blanca y pantalón oscuro.
-¿Dónde están tus muebles?, le preguntó el turista.
-¿Y dónde están los tuyos?, le respondió el maestro.
-¿Los míos?, dijo sorprendido el turista.
-¡Pero si yo aquí sólo estoy de paso!, añadió.
-Yo también!, concluyó el sabio, 
-Sólo estoy de paso…, repitió el sabio”.

Aceptar que estamos de paso, nos cambia completamente la perspectiva y las prioridades. Entender que la manera en cómo usamos el tiempo, es como vivimos en definitiva nuestras vidas, es un buen comienzo para buscar y entender cuáles son los propósitos de nuestras acciones, para habitar en el presente y para amar lo que hacemos. Cuando usamos nuestro tiempo en aquello que nos apasiona y nos moviliza, cuando elegimos dedicarlo para cuidarnos y para cuidar lo que amamos, cuando nos entregamos en cuerpo y alma, es cuando conectamos con la magia  y misterio de la vida.