"Sé el cambio que quieres ver en el
mundo". Gandhi.
Hace unos
días, en una conversación con mi hija, me acusó (porque ese fue el tono de usó)
de ser una amante de los cambios, como si fuera algo malo. Después de haber
dejado decantar la conversación por un tiempo, pude confirmarme el tono de
acusación de sus dichos y reinterpretar su frase: “vos adoras las cambios”,
por, “tu
forma de vivir me desestabiliza y no me gusta”. Y yendo un poco más
profundo, ahora escucho: “tengo miedo a los cambios”
Este
episodio me sirvió para reflexionar sobre mi actitud frente al cambio. Al igual
que muchos, puesta a enfrentar cambios, lo primero que me ocurre es oponerme,
resistirlos. Cambiar el statu quo de la vida, en mayor o menor medida, puede
tomar la forma de una amenaza. Tenemos miedo y tendemos a pensar primero, en
todo lo que podemos perder, en lugar de focalizarnos en todas las nuevas
posibilidades que pasarán a estar disponible para construir una nueva y mejor vida.
Con el
tiempo, entendí que evitar los cambios es una quimera. Pretender controlar el
presente o el futuro, es imposible, aun suponiendo que si no me muevo, no alteraría
nada en mi universo más próximo y todo se mantendría estático.¡Falso! La vida es cambio permanente. Pero así como el cambio es
ineludible, insoslayable, el crecimiento personal es opcional. A no confundir
cambios superfluos de hábitos o conocimientos con evolucionar, que es resultado
de experiencias transformadoras, que nos
hacen mirar, estar y actuar en la vida de una perspectiva completamente
diferente.
Tener una
buena disposición al cambio no me convierte en una persona inestable o
improvisada. En un mundo dominado por lo efímero, aprender a ser flexible y
adaptarse, es casi una cuestión de supervivencia. En el devenir de la vida, nos
enfrentamos a múltiples obstáculos, que nos obligan a cambiar nuestros más
prolijos y bien intencionados planes. Cada piedra, es una lección y como
expresa este dicho Zen: “El obstáculo es el camino”. El
desafío más constante es no perder o confundir el propósito, avanzando con
determinación.
Este
pensamiento de Carl Rogers, es mi mejor defensa ante la acusación de mi
romance con el cambio: "Me doy
cuenta de que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por
consiguiente acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos
emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida
fluida, perpleja y excitante”.