"Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad;
un optimista ve la oportunidad en cada dificultad." (Winston Churchill)
Esta afirmación presenta una relación
interesante entre pesimismo, optimismo y actitud frente al riesgo.
Según nos dice en el diccionario el Optimismo
es“la propensión a ver y
juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. La historia del término optimismo surge del
latín“optimum“: “lo
mejor”. Otras definiciones desde la Psicología,” es el valor que nos ayuda a
enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo
positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras
capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir”.
Para diferenciarse del pesimismo es muy
popular usar la imagen del vaso lleno por la mitad y preguntarnos si está, medio
vacío o medio lleno. Según lo que percibamos, se podría definir cómo es nuestro
modo de ver la realidad: Los optimistas perciben sólo lo que está dentro del vaso, lo ven medio
lleno, mientras que los pesimistas pondrán su atención en la nada, en lo que falta, lo
que resta, lo que “nos quita”.
Son dos modos muy distintos de enfrentar los desafíos
cotidianos. Los pesimistas se “vienen abajo” con mayor facilidad y se sienten
indefensos ante las dificultades. Mientras que los optimistas enfrentan esas
mismas adversidades relativizando su importancia y creyendo firmemente que
pueden afrontarlas satisfactoriamente.
Yo no sé bien de qué lado estoy. A juzgar por
mis acciones, podría pensar que soy una gran optimista. En contraposición, mi
madre, diría que lo mío mas que optimismo, es pura inconsciencia.
Pero de verdad estoy confundida y cada vez
que cuestiono mi hacer surge esta pregunta: ¿estoy haciendo una correcta evaluación de
los riesgos que estoy tomando para alcanzar mis objetivos?
Hay momentos en que me asusto tanto que me
vuelvo muy reacia al riesgo. Sólo busco sentirme segura y protegida, deseando
evitar o minimizar resultados negativos. Pero también sé que sin riesgos no hay
ganancias o aprendizajes, con lo cual, quedarme eternamente en mi zona de
confort es lo mismo que no crecer, no vivir, no avanzar.
Por otra parte, cuando el optimismo es el que prevalece, también se
corren riesgos. Si focalizamos la atención sólo en
la euforia de las oportunidades, tendemos a minimizar la exposición al riesgo, ignorando
o neutralizando las posibles consecuencias que están allí, latentes.
Habitar los extremos es igual de paralizante
para mí. El pesimismo derrotista y cobarde me resulta tan peligroso como el
atropello del optimismo fundamentalista y negador. Encontrar ese delicado
equilibrio entre ambas perspectivas es quizás el mayor desafío. El desafío de
superar la tensión entre ser optimista o pesimista para abordar la vida de una manera realista. Desde
esta perspectiva, se puede discernir entre” malos o buenos” riesgos, incluyendo
amenazas y oportunidades, evitando minimizar las amenazas, mientras se reconoce y aprovecha mejor las oportunidades.
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