“La vida es lo que pasa cuando estás ocupado en otros planes”. (John
Lenon)
En
este último tiempo empecé a pensar que te da "chapa", como se
dice coloquialmente, o en otras palabras, un aire de importancia, vivir
ocupado. Cada vez es más común cuando le preguntas a la gente sobre
cómo están, las respuestas que tienen más a mano son: "estoy
envuelto en llamas, detonado, sobrepasado, filtrado, fisurado, quemado",
y así desarrollamos una increíble variedad de expresiones que describen un
estado de agobio y agotamiento que, paradójicamente, no deja de ser un
estandarte vanidoso, que describe cuán importantes e imprescindibles somos.
Sentimos culpa si no estamos permanentemente trabajando o realizando alguna
actividad para promover nuestro trabajo. Pareciera que si decidimos parar por
una media hora, para lo que fuera y dejar de hacer lo que nos mantiene tan
exigidos, algo catastrófico podría ocurrir.
Todo
este escenario, agravado por el aporte de la tecnología, que nos facilita
poder estar “conectados”, las 24 horas del día a nuestros trabajos,
amistades, redes sociales, lo que fuera que impida tener una conversación, cara
a cara, con la persona que tienes al frente. ¿No van a
decirme que nunca vieron un grupo de personas, sentadas alrededor de una mesa
en un bar y todas con sus miradas fijas en sus celulares? Mi impresión es que
nunca fue tan difícil como ahora, conectar, poder desarrollar vínculos
significativos con otros.
Hasta
los niños están súper ocupados al punto del agotamiento, como si fueran
mayores. Somos los adultos los que nos ocupamos de llenar sus agendas con
tareas extracurriculares, no vaya a ser cosa que lleguen a sus hogares con
algún resto de energía para jugar o simplemente hacer nada. ¡Nos aterra la idea
de tener tiempo libre o que otros lo tengan!
Pertenezco
a la generación la cual después del colegio, podía disfrutar de horas libres,
sin tareas pre establecidas. Pude disfrutar de andar en bicicleta, inventar mis
propios juegos, leer, pintar, explorar mi barrio, jugar con mis amigos
mirándolos a los ojos. Fueron esas horas libres las que moldearon la idea de
cómo quería vivir mi vida.
Esto
no me convierte en una defensora de los eternos “Peter Pans”, que se niegan a
crecer y volverse adultos responsables. No, esa no es mi posición. Sólo me
interesa decir que no somos víctimas de la histeria y delirio en el que
vivimos. Ellos no son necesarios o una condición inevitable de la
vida pos-moderna. Es una forma de vivir que elegimos y por lo tanto
somos responsables de ello.
¿Me
pregunto si nos convertimos en una sociedad adicta a estar siempre ocupados; ya
sea por ansiedad, empuje o ambición, o es simplemente pánico a lo que
tendríamos que enfrentar en caso de disponer más tiempo libre? ¿Al estar
siempre tan ocupados, podemos percibir si lo que nos está consumiendo la vida
tiene algún sentido o propósito que no sea el mero hecho de pagar las cuentas?
Obviamente que al estar siempre con la agenda sobre cargada, no hay manera que
nuestra vida parezca trivial, simple o sin sentido. El estar "envuelto en
llamas", es una quimera que nos ofrece una especie de garantía o
pseudo-protección contra el vacío existencial.
Vivo
en una sociedad que no sabe cómo ocupar su tiempo libre. No nos enseñaron a
disfrutar el no estar ocupado, que no es lo mismo que no hacer nada. Nos
hicieron creer que esas horas libres, si no las llenamos con tareas, son horas
desperdiciadas. Nada más aterrador que desperdiciar el tiempo, en una era donde
todo ocurre a una velocidad vertiginosa y el bajarse de ese ritmo es casi un
pecado.
Cuando
me refiero a honrar el tiempo libre, sin actividad, no estoy defendiendo la
vagancia o desidia. Me refiero a esa sensación que transcurre cuando
estamos de vacaciones, lejos de la rutina y obligaciones. Para mí, la verdadera
vida es esa, cuando somos sin rótulos o roles pre-establecidos. Es un tiempo
vital, indispensable para la mente, el cuerpo y espíritu, que nos permite
crear, poner nuestro mapa de ruta en perspectiva, corregir el rumbo si hay que
hacerlo y poder seguir adelante. Es crucial para combatir la alienación social
en la que estamos inmersos, dar cada paso sin aturdirnos, ni asustarnos,
conectar con nuestras necesidades y elegir actividades que estén alineadas con
nuestro propósito existencial. La vida es muy corta para vivir ocupado, sin
ningún sentido.