“Vemos las
cosas no como son, sino como somos
nosotros” (Koffka)
Tarde aprendí que es un hábito de lo más
saludable, tanto como comer sin grasas o hacer actividad física, el cuidar mis
pensamientos. Así, la calidad de las ideas que pasan por mi cabeza se volvió un
acto vital, tanto como el de comer o respirar
Hace unos días me propuse explorar un poco
este tema: ¿Somos lo que pensamos?
Como la Vida por lo general conspira a mi
favor, me jugó la pesada broma de reglarme una total y absoluta disfonía, lo
que ayudó a que pudiera asumir el rol de
testigo u observadora de mi propio dialogo por más de un par de días. Al estar
en silencio, mis potentes, intrusivos y delatores monólogos internos, pasaron a
un primer plano tan contundente, que evidenciaron lo poderosos que pueden
llegar a ser. Lo que me digo a mi misma, puede entusiasmarme a encarar desafiantes
experiencias o declararme una total y absoluta inútil, merecedora de todo
fracaso disponible en el planeta. Y no estoy exagerando, porque esas
conversaciones internas, al no tener un interlocutor que modere la charla,
pueden escalar con la misma intensidad y vehemencia hacia el más idílico de los
escenarios o al total caos de una tragedia griega.
Cuando escuché que el cerebro es capaz de
producir más de 64 mil pensamientos por minuto, inmediatamente entendí que
muchos de esos miles de pensamientos
seguramente no son necesarios para
nuestra supervivencia diaria o que no
los empleamos para realizar nuestra creatividad. Me asustó tomar consciencia de
cuánta energía desperdiciamos al usar esta sofisticada “maquina” en procesos
estériles y lo que es peor, en muchos casos se convierten en una plaga dañina, difícil de escapar.
El cerebro es un órgano vital que no descasa.
Es sensible a todo lo que ocurre dentro y fuera de él. Los estímulos pueden
activarlo o bloquearlo. Es un órgano plástico que aprende, se adapta y puede
reprogramarse. Lo más revolucionario que aprendí sobre este extraordinario órgano es que esta
constantemente co-creando la realidad
que percibimos del mundo externo, a través de los sentidos. Es decir, la realidad no es algo predeterminado
y fijo, ni tampoco la percepción de la misma es pasiva. Todo lo contrario.
Muchas prácticas espirituales y la física cuántica ya lo explican. En este
breve video, el mismo Deepak Chopra habla sobre como el
cerebro percibe los colores y explica que
el color no es un atributo fijo y predeterminado de las cosas, como siempre lo creímos,
sino una cualidad que el cerebro crea en un determinado contexto.
Video: La percepcion del color
¿Cuánta energía, tiempo y recursos se invierten en enseñarnos a alimentarnos bien, a cuidar nuestros cuerpos tanto por temas de salud o estéticos? ¿Y cuánta, en aprender a alimentar nuestra mente y espíritu?
Video: La percepcion del color
¿Cuánta energía, tiempo y recursos se invierten en enseñarnos a alimentarnos bien, a cuidar nuestros cuerpos tanto por temas de salud o estéticos? ¿Y cuánta, en aprender a alimentar nuestra mente y espíritu?
Durante siglos hemos creído que la mente está
localizada en el cerebro. Sin embargo, lo que la ciencia moderna está
demostrando es que la mente está presente en todas las células del cuerpo. Por
lo tanto, si nuestros pensamientos son caóticos, el cuerpo actuará como espejo
y reaccionará de igual manera. Si los pensamientos son de alegría y armonía, el
cuerpo responderá en consecuencia.
Chopra
repite hasta el cansancio que el cuerpo físico está atravesado por todas
nuestras creencias y realidades interiores, por todo lo que comemos, leemos,
pensamos, sentimos, imaginamos. Sostiene también que cuando
meditamos, la química del cerebro cambia y por ende ese cambio se manifiesta en
la totalidad del individuo.
La famosa fórmula, en la cual La Felicidad, está siempre allá lejos, fuera de
alcance y que consiste en tratar de convencernos que vamos a estar mejor o más
felices cuando ocurra cierto evento o alcancemos una determinada meta, dejó de
funcionarme hace tiempo. No adhiero a esa creencia porque creo que tenemos que
ser felices en el aquí y ahora. Y es por eso que nuestro dialogo interno se
vuelve crucial.
Tampoco me simpatizan esas corrientes que
proponen repetir afirmaciones positivas cuyos efectos mágicos aparecerán por el
sólo hecho de repetirlas hasta el cansancio. Para obtener resultados, siempre
tuve que poner el cuerpo y mente en acción. Eso sigue vigente en mi vida hasta
el día de hoy a pesar que me gustaría que la magia funcione a tracción de
palabras solamente.
La peor batalla es siempre la que me presenta
ese ejército de pequeños “gremlins
pica-sesos”, cada vez que me propongo salir de mis áreas de confort y
arriesgar nuevos escenarios. Su misión es objetar cualquier movida que pueda
poner en riesgo el statu quo. La unión hace la fuerza, dicen y la suma de cada
una de esas pequeñas voces termina constituyéndose en un poderoso alarido
interno que invade mi mente con cada una de mis creencias limitadoras. Actúa como
un virus, infectando lenta y sutilmente
mis pensamientos, generando escenarios imaginarios,catastróficos y
paralizantes. Este proceso es el peor y más
toxico de mis hábitos mentales. La meditación fue la gran medicina que me ayuda
a reconocerlo y evitarlo. Aquietar la mente genera una fuente de energía inimaginable
que luego uno puede invertir en lo que lo haga más feliz.
Estos días observé cuál es mi diálogo
interno, cómo es el tráfico de mis pensamientos, cuál es el beneficio de sostener hábitos tóxicos,
para qué hacerlo, de qué modo me hablo a
mí misma, cómo influye eso en mis
emociones, estados de ánimos, en mis acciones y finalmente, en la forma que
quiero estar en el mundo.
Aprendí que no es un tema menor de qué manera
alimento mi mente. Mis pensamientos son la materia prima de mis emociones y
acciones. En la medida que elija más y mejores pensamientos, voy a tomar mejores decisiones, forjare relaciones
interpersonales más significativas y mi vida será más armónica, saludable y
feliz. Todo esto sólo puede impactar positivamente en mi entorno más cercano y así
sucesivamente, en contextos más lejanos.
Desde mi mirada, el mundo es una construcción
o manifestación de nuestra consciencia
colectiva, por lo tanto, si queremos un mundo mejor, el cambio debe
empezar por uno. Si cambio yo, cambia el mundo.
Que desafío el mantener controlados mis pensamientos, es una gran lucha para mí, tanto como sentarme a meditar, pero gracias a estas notas, arrancan con todas mis ganas de la práctica.
ResponderEliminarMuchas Gracias!
A vos!!! Gracias ;)
ResponderEliminar