"Si
supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un
árbol." Martin
L. King
Construir
el futuro es una cuestión de confianza. La confianza, es una emoción que
conlleva una entrega al devenir.
Cada
vez que hacemos una promesa, cada vez que acordamos llevar a cabo un proyecto,
que tomamos un compromiso, sólo podemos saber cuán sinceros estamos siendo
nosotros, con respecto a esa acción. Generar confianza, implica estar dispuesto a
crear transparencia y a eliminar la incertidumbre en el otro. También sabemos
que es una especie de salto al vacío, que no hay certezas de la intención de
los terceros con los que nos involucramos. Nos dejamos llevar por la intuición,
hacemos una presunción de confiabilidad, aceptando que no hay garantías de ningún
tipo.
Extraño
las épocas en las que se usaba la expresión:“te doy mi palabra”. Esa declaración de honestidad, casi un juramento de
buena fe, que se hacía mirándose a los ojos y estrechándose las manos, a modo
de sello de un pacto de honor. Con eso bastaba y no quedaba lugar para dudas o
desconfianzas. Hoy, lamentablemente, esta, como tantas otras buenas costumbres,
fueron burladas y quedaron en el olvido.
El
valor de la palabra se sostiene con la consistencia y coherencia de los hechos
que le suceden. Si eso se quiebra, la palabra queda bastardeada, vacía de
significado y legitimidad. Desnuda e
impotente, degradada a un conjunto de símbolos inconexos e ininteligibles, sólo
puede generar caos, dolor y confusión.
Sinembargo y sin pecar de ingenua, aún creo en el poder de la palabra.
Como
el Verbo que se hizo carne, creo en el poder creador de la palabra.
La
palabra como potencial puro, como semilla de nuevos mundos y oportunidades.
Creo
en la palabra como sostén y guardián de promesas, deseos, ilusiones.
Creo
en la alquimia de la palabra, que abraza el desconsuelo y lo transmuta en
esperanza.
Creo
en la palabra que seca lagrimas para dibujar sonrisas.
Creo
en la palabra como el nectar sagrado que nutre, fortalece y consagra el amor
entre los hombres.
Puedo
encontrarme una y mil veces con palabras rotas, aun así, sé desde lo más profundo de mi ser, que la construcción del futuro, depende casi exclusivamente de mi capacidad de
comprometerme, de vivir desde la confianza y de ser confiable.