“El dolor es un aspecto inevitable de nuestra
existencia, mientras que el sufrimiento depende de nuestra reacción frente a
ese dolor”.(Alejandro Jodorowsky)
Tuve una conversación hace unos días que me dejó pensando en
esa capacidad que tienen algunas personas para re-significar sus
experiencias. Su explicación fue clara y simple. Mi amiga, pudo
superar una situación de angustia y desconsuelo, cuando
decidió observar la calidad de sus pensamientos, su conversación
privada y descubrir qué era lo que se estaba diciendo. Los hechos son y serán
los mismos, lo que cambió, fue la interpretación de lo que le causaba tanto
sufrimiento.
El ser humano no está exento de experimentar el dolor físico
o emocional. Generalmente utilizamos dolor y sufrimiento como
sinónimos pero no lo son. Puede haber sufrimiento sin
dolor, o dolor sin sufrimiento o ambos, coexistiendo en una misma vivencia
personal. Por ello el Budismo sostiene que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento
puede ser trascendido, a través de la aceptación y el agradecimiento. Así dejamos de transitar la senda de la “des-gracia”, para caminar en la gracia (gratitud).
El dolor es una experiencia sensorial y emocional que
generalmente es desagradable. El sufrimiento es una sensación motivada por la
interpretación que hacemos de una situación específica. De hecho, el
sufrimiento puede durar indefinidamente, aunque la situación que lo provocó se haya solucionado.
Sufrir es luchar contra los hechos y tratar de
ocultarlos o resistirlos es más contraproducente aun. La
clave está en la aceptación, que es lo que nos permite integrar lo
que ocurre a nuestro presente y construir desde allí, un
nuevo proyecto de vida. Con esto no quiero decir que debemos ignorar el dolor.
Es importante hacer los duelos y canalizar esas emociones, para que fluyan y
puedan dar lugar a ese nuevo orden. El otro gran aliado en esta
cruzada contra el pesar, es el ejercicio consciente de cuidar la calidad de nuestros pensamientos, pues ahí se encuentra la raíz del
sufrimiento.
Investigaciones científicas realizadas en el Instituto deHeartMath, han demostrado que las emociones de gratitud y aprecio, provocan reacciones químicas en el
cerebro que fortalecen el sistema inmunológico y
elevan los niveles de Dehidroepiandrosterona (hormona de la
juventud). Quienes logran atravesar sus duelos y re-significar
el dolor, vibran en la frecuencia de la gratitud, enriqueciendo así sus vidas y las
de su entorno.