"Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es". (Roberto Juarróz)
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es". (Roberto Juarróz)
Vivimos tan apurados. Nos enseñan que debemos estar focalizados en nuestros objetivos, que la vida es tan corta, que no podemos darnos el lujo de equivocarnos, de tomar un desvío o perder el tiempo. Nos ponemos anteojeras para no distraernos, como si existiera un único camino que nos conduce a “la meta”. Así es como nos perdemos de descubrir tantas cosas y la vida se vuelve rutinaria, predecible y monótona. Si bien el camino vallado, nos confiere toda una sensación de seguridad, también es una garantía de que nada extra-ordinario se nos puede presentar y la sensación de estancamiento puede llegar a ser abrumadora.
Los otros días me crucé con la palabra en inglés
“Serendipity”, que en español se traduce “serendipia”. “Una
serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se
produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a
la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento
importante aunque no tenga relación con lo que busca”.
¿Cuántas veces salimos con un fin en la mente, pero en
medio del camino, encontramos una solución inesperada, casi mágica, que pone a
nuestro alcance un mundo nuevo de posibilidades, que difícilmente podríamos
haber imaginado?
La historia de la humanidad está plagada de descubrimientos
valiosos y revolucionarios causados por la habilidad de una persona para aprovechar
el error y el azar. Para vivir esas experiencias de Serendipity, se
animaron a ser receptivos y flexibles. Se arriesgaron a abrir las puertas de
todos sus sentidos, incluyendo los meta-sentidos, a estar atentos a las señales
que les daba el Universo y confiar en su intuición.
Personalmente creo que estas experiencias son como
señales de una inteligencia superior que nos intercepta en nuestro ciego
accionar, para mostrarnos un camino que tiene más que ver con nuestro destino.
Son invitaciones a desobedecer todas esas órdenes incuestionables, que nos
dicen cómo son las cosas, qué es posible y qué es imposible, qué podemos hacer
y qué no podemos hacer. Todas esas creencias que determinan cada una de
nuestras acciones, e incluso los pensamientos y sentimientos que
experimentamos. Los paradigmas nos contienen, nos dan contexto e identidad
pero también nos encasillan en patrones de conducta que no nos dejan ir
más allá y crear nuevas posibilidades para nuestras vidas.
Permitirnos ser
permeables a experiencias de serendipity, es reconocer que estamos en un
mundo donde todo es incierto por lo tanto, todo también es posible.