¿Cuánto de tu vida es ficción o realidad?
Parte de mi
trabajo como profesional es crear contenido para diferentes canales de
comunicación, entre ellos las redes sociales. Estas son como una gran pantalla
donde proyectamos lo que queremos mostrar y cómo queremos ser percibidos. Y
como en el cine, muchas veces lo proyectado es pura ficción.
No dejo de
sorprenderme como, desde diseñadores de moda, periodistas, artistas, médicos,
deportistas y gente como vos y yo, protegidos tras diferentes dispositivos, jugamos
por momentos a ser filósofos, coaches (hay de todos “tamaños y colores”), líderes,
psicólogos, influencers y consejeros de los más variados temas y así,
diariamente, saturamos estos canales con innumerables mensajes con la intención
de causar ese esperado impacto.
Nos esperanzamos
pensando que, con el simple hecho de publicar una linda imágen con una frase
inspiradora, ya nos convertimos en mejores personas y en agentes de cambio para
construir un mundo mejor. Vivimos en la ilusión de la inmediatez, creyendo que
con tener un muro lleno de mensajes reflexivos y empoderadores – de nuestra
autoría o de pensadores consagrados- será suficiente para manifestar una vida más
armónica, con propósito y sentido.
No tengo
nada en contra de las frases inspiradoras. Hay muchas que me parecen extraordinariamente
sabias y ellas pueden expresar nuestras mejores intenciones. La mala noticia es:
¡con eso sólo no alcanza! Es exactamente lo mismo que ocurre cuando tengo mis
más sinceras intenciones de empezar a hacer gimnasia y programo mi agenda, me
inscribo, pago la membresía por tres meses, compro la ropa y zapatillas
indicadas, pero al final nunca voy!
No basta
con tener la intención, tenemos que tener el compromiso de pasar a la acción. De
nada sirve que escriba hasta el cansancio sobre el respeto y la consideración sino
no soy capaz de comportarme de esa manera y expresar esas intenciones en
acciones concretas. Hay una gran diferencia entre TENER y HACER y creo
firmemente que uno ES en el ejercicio del HACER. Yo por ejemplo estudié y obtuve una
certificación como profesora de yoga, avalada por la International Yoga Federation,
pero soló siento que soy una profesora de yoga cuando
ejerzo, cuando tengo alumnos y cuando doy clases. Cuando no lo estoy haciendo,
sólo tengo
esa certificación que legitima lo que estudié. Y es así como interpreto las
intenciones porque tenerlas no siempre se traduce en acciones y si
sólo se tratan de expresiones de deseos “de la boca para afuera”, el impacto
que tendrán en nuestras vidas y en el mundo será nulo.
Si no
estamos conformes con lo que la vida nos está devolviendo, tenemos que empezar
a vibrar en una frecuencia diferente para poder manifestar lo que deseamos. ¿Y
se preguntarán cómo se hace eso? Personalmente comienzo por poner atención a lo
que me digo, a cómo me hablo, reviso mis creencias porque determinan mis
pensamientos y son ellos los que disparan mis emociones, que a su vez definen
mi forma de actuar.
Para que
nuestras vidas no se limiten a ser una gran ficción, un mero reflejo de una
cuidadosa selección clichés, frases hechas y declaraciones de intenciones que
quedan en la nada, necesitamos comprometernos a poner el cuerpo y pasar a la acción
en el mundo real. Es en la vida cotidiana donde debemos manifestar todas esas
hermosas virtudes que predicamos virtualmente, empezando con la pareja, los
padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y hasta con los
desconocidos con quienes nos cruzamos todos los días por la calle.
Sólo así podremos construir una vida mejor para nosotros mismos y para los que
nos rodean.