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lunes, 19 de febrero de 2018

Uno ES en el HACER

¿Cuánto de tu vida es ficción o realidad?


Parte de mi trabajo como profesional es crear contenido para diferentes canales de comunicación, entre ellos las redes sociales. Estas son como una gran pantalla donde proyectamos lo que queremos mostrar y cómo queremos ser percibidos. Y como en el cine, muchas veces lo proyectado es pura ficción.

No dejo de sorprenderme como, desde diseñadores de moda, periodistas, artistas, médicos, deportistas y gente como vos y yo, protegidos tras diferentes dispositivos, jugamos por momentos a ser filósofos, coaches (hay de todos “tamaños y colores”), líderes, psicólogos, influencers y consejeros de los más variados temas y así, diariamente, saturamos estos canales con innumerables mensajes con la intención de causar ese esperado impacto.

Nos esperanzamos pensando que, con el simple hecho de publicar una linda imágen con una frase inspiradora, ya nos convertimos en mejores personas y en agentes de cambio para construir un mundo mejor. Vivimos en la ilusión de la inmediatez, creyendo que con tener un muro lleno de mensajes reflexivos y empoderadores – de nuestra autoría o de pensadores consagrados- será suficiente para manifestar una vida más armónica, con propósito y sentido.

No tengo nada en contra de las frases inspiradoras. Hay muchas que me parecen extraordinariamente sabias y ellas pueden expresar nuestras mejores intenciones. La mala noticia es: ¡con eso sólo no alcanza! Es exactamente lo mismo que ocurre cuando tengo mis más sinceras intenciones de empezar a hacer gimnasia y programo mi agenda, me inscribo, pago la membresía por tres meses, compro la ropa y zapatillas indicadas, pero al final nunca voy!

No basta con tener la intención, tenemos que tener el compromiso de pasar a la acción. De nada sirve que escriba hasta el cansancio sobre el respeto y la consideración sino no soy capaz de comportarme de esa manera y expresar esas intenciones en acciones concretas. Hay una gran diferencia entre TENER y HACER y creo firmemente que uno ES en el ejercicio del HACER.  Yo por ejemplo estudié y obtuve una certificación como profesora de yoga, avalada por la International Yoga Federation, pero soló siento que soy una profesora de yoga cuando ejerzo, cuando tengo alumnos y cuando doy clases. Cuando no lo estoy haciendo, sólo tengo esa certificación que legitima lo que estudié. Y es así como interpreto las intenciones porque tenerlas no siempre se traduce en acciones y si sólo se tratan de expresiones de deseos “de la boca para afuera”, el impacto que tendrán en nuestras vidas y en el mundo será nulo.

Si no estamos conformes con lo que la vida nos está devolviendo, tenemos que empezar a vibrar en una frecuencia diferente para poder manifestar lo que deseamos. ¿Y se preguntarán cómo se hace eso? Personalmente comienzo por poner atención a lo que me digo, a cómo me hablo, reviso mis creencias porque determinan mis pensamientos y son ellos los que disparan mis emociones, que a su vez definen mi forma de actuar.

Para que nuestras vidas no se limiten a ser una gran ficción, un mero reflejo de una cuidadosa selección clichés, frases hechas y declaraciones de intenciones que quedan en la nada, necesitamos comprometernos a poner el cuerpo y pasar a la acción en el mundo real. Es en la vida cotidiana donde debemos manifestar todas esas hermosas virtudes que predicamos virtualmente, empezando con la pareja, los padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y hasta con los desconocidos con quienes nos cruzamos­ todos los días por la calle. Sólo así podremos construir una vida mejor para nosotros mismos y para los que nos rodean.