Mostrando entradas con la etiqueta exito. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta exito. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de julio de 2018

¿Para qué vivimos? - IKIGAI

 “El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida”

En estos tiempos se habla mucho sobre tener clara nuestra visión de vida. Hay una invitación insistente a enfocarte en la visión y ponerte anteojeras no vaya a ser que te distraiga la visión periférica del mundo (que, a propósito, puede darte información valiosísima para poder ser previsor y ajustar tus planes en el camino a conseguir lo que deseas). En esa carrera maníaca por lograr el “éxito”, perdemos de vista quizás la pregunta más fundamental y profunda que podemos hacernos: ¿cuál es el propósito de nuestra vida? ¿Para qué vivimos?

Es importante tener clara la distinción entre visión y propósito.
Visión responde a preguntas tales como: ¿cómo me veo siendo y viviendo en el futuro? ¿Cuál es mi plan? En cambio, cuando nos preguntamos por el propósito de nuestras vidas estas apuntan a: ¿Para qué estoy viviendo? ¿Cuál es el fundamento de mi vida?

Una visión se refiere hacia dónde voy. Es un faro. El propósito es el para qué hago lo que hago. Es lo que le da sentido y energía inagotable a mi plan de vida. Conecta intrínsecamente con mis valores, pasiones y motivaciones. Está vinculado con la huella que dejaré cuando me haya marchado.

Una de las principales causas de estrés y depresión de estos tiempos es justamente esta locura de correr detrás del éxito y en el camino nos hundimos en la insatisfacción permanente, porque no importan cuanto logremos, nunca es suficiente. ¿Por qué? Porque no podemos conferirle un sentido a todo ese hacer.
¿Alguna vez has oído hablar de la palabra “Ikigai”?

Si es la primera vez que la oyes mencionar, prepárate para algo que nunca olvidarás.
Esta palabra que viene de la isla de Okinawa en Japón, significa “la razón por la que te levantas por las mañanas”. ¿Por qué es tan importante esta palabra en este lugar? Porque se ha demostrado que es una de las razones principales por las que Okinawa tiene una de las tasas de longevidad más altas de todo el mundo. Y es precisamente el tener su Ikigai presente cada mañana lo que les ayuda a levantarse con ganas, con motivación y a tener un Norte que les permita llevar una vida más significativa. Ellos tienen claro cuál es su propósito en la vida.

Te dejo la imagen que sintetiza el concepto de Ikigai, pero lo más importante del mismo apunta a que si logras realizarte en muchas áreas de tu vida, pero aun así, no llegas a impactar en el mundo, no habrás encontrado tu Ikigai. El Ikigai se completa sólo cuando puedes aportar tu granito de arena para que este mundo sea un mejor lugar para todos y para los que vendrán.

lunes, 10 de junio de 2013

Soltar

"El mundo está lleno de sufrimientos; la raíz del sufrimiento es el apego" (Buda)

Antes de mudarme, la última vez que entré a mi baño, me pregunté si existía algo más inservible que una colorida colección de frascos de perfumes vacíos, exhibidos como despojos de lo que alguna vez fueron y que ya nunca más serán.

Hasta ese momento, no me había considerado como una persona que acumulaba cosas y la visión de todas esas pequeñas botellas de colores, me puso de cara  con la increíble cantidad y variedad de objetos que guardé a lo largo de mi vida: desde recetas de cocina, casetes, cartas, zapatos, ropa, carteras, fotos, revistas, adornos, remedios vencidos, accesorios, cintos, DVDs, trofeos (propios y ajenos),cosméticos, celulares sin cargadores, cargadores sin sus respectivos celulares, cajas, bolsas y muchas cosas más, entre ellas, malos hábitos, recuerdos, información inútil y los consabidos perfumes vacíos.

No pude evitar preguntarme por qué lo hacía. Y esa pregunta me remitió  automáticamente al pasado. Mis respuestas transitaron por explicaciones tales como: por melancolía, por querer mantener viva en el presente la emoción que me produjo ese objeto en un pasado, el famoso por las dudas lo necesite y la más insensata de todas las razones: por desidia. Y así es como nuestro universo privado, un buen día nos empieza a asfixiar, nos parece chico e incómodo, como consecuencia de la invasión de los más insólitos objetos, que parecieran haberse congregado por reproducción espontanea en nuestras casas.

No conforme con esa lista de justificaciones, me pregunté para qué guardo todas estas cosas. ¿Cuál es el objetivo o meta para lo cual necesito tener, amontonar, acopiar, apilar tantas cosas? El apego juega un papel importante en este escenario, así como también la ilusión del control sobre la vida y el sentido de permanencia.  Asociamos la idea de almacenar a tener muchos recursos, mientras que lo opuesto, el despojarnos, nos hace sentir desvalidos e indefensos ante la vida.

Estamos insertos en una cultura donde la identidad y el valor personal van de la mano con las posesiones. Para el ego poseer es su ley y necesita poseer cosas para salvarse. Poseer por poseer es una de las piedras angulares de los templos que el ego se erige a sí mismo. Cuantas más posesiones, logros, títulos, premios obtenga, más poderoso se siente

Paradójicamente, creer que somos lo que tenemos es una quimera más de la vida occidental y al mismo tiempo se convierte en una fuente de frustración constante porque nunca es suficiente y nos enfrenta a una carrera sin fin, donde a la vuelta de cada esquina, nos encontraremos con un desafío mayor.

Recuerdo una escena de la película 7años en el Tibet, que cuenta la historia de unos escaladores que se pierden en el Himalaya y terminan siendo socorridos por unos monjes Tibetanos. Esta escena resumen con gran claridad la diferente valoración que tenemos occidentales y orientales, con respecto al apego y el éxito.


Todo esto me hizo leer nuevamente los principios del Feng Shui, esta ciencia milenaria china, considerada como el arte de la fluidez y como un método para diseñar ciudades, casas e interiores. Su traducción literal es viento y agua. El Feng Shui pretende maximizar el movimiento del chi - la fuerza y energía de la vida universal presente en todo nuestro entorno, para lograr armonía en nuestras vidas.

El Feng Shui considera que la acumulación de trastos, el desorden y el mantener muchas cosas que no utilizamos y que no nos aportan nada, hace que la energía se estanque y se vuelva pesada, evitando la libre circulación de la energía positiva. Uno de los pilares fundamentales del Feng Fhui es liberar la energía estancada y conseguir el flujo de circulación correcto de la "buena" energía, la energía denominada CHI.

Soltar, para hacer lugar y acoger lo nuevo. Quizás allí este todo el secreto.

domingo, 27 de enero de 2013

Metamorfosis


Mark Taiwn dijo: “Dentro de 20 años estarás más arrepentido por las cosas que no hiciste, que por las que hiciste. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña.”

Abandonar lo seguro por lo incierto suele ser una experiencia amenazadora y  nos pone de cara con los recursos con los que contamos. Algunas veces,  para nuestra sorpresa, salen también a relucir, habilidades, destrezas o  cierta sabiduría que desconocíamos tener.

Cuando empecé a plantearme cómo quería vivir mi vida los próximos diez años, vino casi de la mano un proceso de revisión y selección de cuáles eran realmente las relaciones, objetos y actividades importantes en mi vida y claramente, cuales no lo eran o nunca lo fueron y así y todo, demandaban aún una gran cantidad de energía en mi día a día.

Este proceso de reconocimiento de lo vital, implicaba necesariamente soltar. Vaciar para hacer lugar. Dejar lo viejo, conocido y seguro para aventurarme a ese espacio, en apariencia vacío de lo familiar para darle forma a mi nueva vida, a una nueva identidad. Implicaba también dar un salto. No se puede avanzar por más esfuerzo que se haga, si un pie sigue firme, anclado en el pasado.

Si, me siento extraña y trato de aceptarlo sin resistencia. Dejar atrás mi identidad oficial, vivir esta transición y poder ser sincera en la atención de mis necesidades, es mi mayor desafío para poder encontrar mi nuevo lugar en el mundo. La vida  me da una segunda oportunidad y no quiero esta vez ajustarme a un rol en el cual tenga que recortar, relegar o negar aspectos nucleares de mi ser para satisfacer expectativas ajenas, recibir reconocimiento, o encontrar seguridad material que impliquen la incomodidad de mi alma.

Así  fue como empecé a hacerme muchas preguntas y el espacio del trabajo fue unos de los ámbitos que primero puse bajo la lupa.

¿Por qué o para qué trabajo o  trabajaba como lo había estado haciendo?

Mi respuesta fue que lo hacía en parte para pagar las cuentas y contribuir con la economía. Porque el trabajo me daba un sentido de dirección, me conectaba con otras personas y de alguna manera definía parte de mi identidad.

También pude reconocer que fue recién en los últimos seis años cuando comencé a plantearme la necesidad de que mi trabajo tuviera un impacto social o comunitario y de alguna manera contribuir a un bien mayor, que superara la mera gratificación personal. Preguntas tales como: “¿Qué hago aquí? ¿Para qué sigo en esto si no me realizo? ¿Cómo me juzgarán si renuncio al éxito, al prestigio, al bienestar material?”,  dieron paso a otras como: “¿Qué trabajo estaré  destinada a hacer en la vida? ¿En qué tarea mi alma se alimentará y podrá expresar todo su potencial? ¿De qué manera podré aportar al todo del que somos parte? ¿Qué tipo de trabajo me dará paz e integridad, más allá de los esfuerzos que requiera? ¿En qué ocupación podré hacer mi mayor y mejor aporte que brinde sentido a este planeta?”.

Estos interrogantes no se refieren a factores como el éxito social, la fecundidad económica o el prestigio que puede concederme la mirada ajena. Son más bien preguntas que apuntan a cuestionarme  cuál era la actividad que me  permitiría  expresar mis valores en un contexto ético, empezando por el entorno más cercano y tangible, en el cual podría manifestarme de una manera personal, única, aunque muchos hicieran la misma tarea.

Hay días en que me gana la impaciencia. Me resulta muy difícil imaginar que es lo que sigue, si no logro frenar esta carrera de la que vengo, recuperar el aliento para lograr perspectiva. La transición se parece a una lenta metamorfosis que implica pequeños pasos, desvíos, perseverancia, creatividad, iniciativa y entereza. Quizás este reinventarse solo implique un pequeño reajuste del bagaje presente o una profunda renovación. No lo sé.


Buscar nuevos horizontes implica aceptar la incertidumbre pero de algo estoy segura. Sé que mientras busque, quizás pase por más de un oficio o profesión pero sea lo que fuere que elija hacer, será una labor que me permita expresar, dar forma y sentido a toda mi materia prima espiritual, emocional, creativa que representa mi verdadera e intransferible identidad. Será una labor que contribuya a hacer del mundo un mejor lugar. Puede sonar pretencioso pero es sincero. No quiero arrepentirme, no me gustaría dejar este planeta sin antes haber intentado hacerlo mejor para los que queden y los que vendrán.