sábado, 24 de agosto de 2013

Dime lo que observas y te diré quién eres

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". (Gabriel García Márquez)

En el mismo momento en que tomé de mi biblioteca, el libro Para que no me olvides, de Marcela Serrano,  se deslizó en silencio el marcador de la Librería “ElAteneo”, en cuyo dorso se destacaba esta cita del gran García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla “.

Como si una  inteligencia superior hubiera estado leyendo mis confusos pensamientos de los últimos días y con el propósito de calmar mi atribulado espíritu, dejó caer ante mí esta frase que reflejaba con simpleza lo que estaba viviendo.

Volver a empezar, de alguna manera demanda repasar la historia personal, mirarse en perspectiva, recorrer mentalmente el camino otra vez y como la memoria es caprichosa, sólo nos muestra lo que queremos o podemos ver. Este revisionismo histórico, (que no deja de ser una gran nebulosa de interpretaciones), hecho en privado, en un monólogo con uno mismo, es mucho más cómodo o amigable, pero al compartirlo con otros, con nuevos integrantes de nuestro presente o inclusive con viejos conocidos, puede convertirse en un terreno muy hostil. Nos invade una variedad  de emociones que van desde el pudor, la vergüenza, la melancolía, la sensación de ridículo o la más plena dicha u orgullo por todo lo vivido.

En realidad, no sabemos cómo son las cosas. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos. Cada uno de nosotros observa la realidad de una manera diferente, pero ninguno de nosotros tiene la certeza de que las cosas son como decimos. “Dime lo que observas y te diré quién eres” y volviendo a la cita de Gabo, yo diría: dime qué y cómo recuerdas o interpretas tu pasado y te diré en quien te convertiste hoy.

Las interpretaciones nos dan o nos quitan poder. Según la manera en que elijamos contarnos nuestra historia se nos abrirán ciertas puertas y  otras se cerrarán. Siempre repito que el lenguaje no es inocente y toda proposición, toda interpretación, abre o cierra determinadas posibilidades en la vida.

No sólo actuamos de acuerdo a cómo somos, también somos de acuerdo a cómo actuamos. En este constante devenir de la vida, vamos mutando y cada aprendizaje, cada experiencia vivida, va construyendo nuestra identidad. Por eso no es extraño que después de un tiempo, cuando miramos atrás y contamos nuestra historia, los hechos podrán ser los mismos,  pero podemos mirarla y mirarnos con nuevos ojos, re-significarla, entenderla desde otra perspectiva y muchos episodios que en su momento carecían de todo sentido o sustento, hoy bajo la nueva luz del presente, resultan completamente lógicos y necesarios para ser y estar en donde estamos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Soltar para Saltar




Intenso. Si tuviera que elegir una sola palabra para describir este último mes de mi vida, creo que “intenso”, es el adjetivo que mejor lo define. Pensándolo bien, creo que me quedo corta si lo aplico sólo a este mes. Desde hace un poco más de un año mi vida goza y padece al mismo tiempo, de un vértigo digno de un película de Indiana Jones. Cambié mi lugar de residencia, con todo lo que eso implica: cambié de país, de provincia, de ciudad, de casa, de cama y hasta de almohada!!! Cambió  el clima, el idioma, el horario, las comidas, las costumbres. Cambiaron mis rutinas, esas mal ponderadas jaulas de las que renegamos, pero que secretamente añoramos cuando las perdemos, porque nos sostienen, nos dan dirección.

Todo este gran movimiento surge como consecuencia de “El Gran Cambio”: el de mi situación sentimental. La Vida me regaló un Amor, El Amor  y me puso de cara con la maravillosa tarea de rediseñar mi vida toda. Fue un salto al vacío pero sin vacilar me aferré a esta oportunidad con todo mi cuerpo y alma. Con todo mi amor y compromiso, sabiéndome una bendecida porque no siempre nos regalan segundas partes.

Este saltar a una nueva vida exigía dos grandes desafíos para mí:

  • Dejar atrás toda una forma de vida y con esto quiero decir: dejar hogar, familia, amigos, trabajo, pasatiempos, que constituían mi mundo, mi ser, mi identidad. 

Así fue como empecé a transitar esta nueva etapa de mi vida. Casi desnuda, descalza y prácticamente en carne viva. Porque disponerse a construir un vínculo con otro, en alguna medida mata nuestra vieja identidad y da nacimiento a una nueva.

No soy lo que la sociedad llamaría una mujer enamoradiza, tampoco me reconozco como una romántica. Es más, en los últimos años de mi vida, tuve una postura bastante escéptica sobre el amor de pareja. ¿Se preguntarán qué fue lo que me motivó entonces a tomar semejante riesgo? Yo también me lo pregunté muchas, muchas veces y mi respuesta es la misma. No varía, ni cuando el mundo me parece perfecto, ni cuando  se convierte en el más desolado de los desiertos. Si te pasaste la vida añorando con todo tu ser un buen amor, un amor sano, auténtico y correspondido; el día que te cruzas con él y podes reconocerlo, ese día la fuerza de seguir a ese amor es mucho más poderosa que cualquier miedo

Estoy convencida también, que no hay espacio para una entrega o comunión verdadera sin animarnos a volvernos completamente vulnerables. ¡Asusta, si!! Por momentos paraliza pero es crucial para que el encuentro de almas se produzca y no se convierta en un mero intercambio inconducente de energías.

No voy a negar que ansío más estabilidad, que tantos cambios generan agitación pero entiendo también, son necesarios cuando el propósito es tan grande y transformador. Para poder soltar y saltar, se necesita amor, coraje y confianza. Estos en definitiva, son los tres pilares que sostienen mi nuevo universo.

lunes, 8 de julio de 2013

Ritual de Luna Nueva

“Los rituales nos ayudan a ver lo que de otra manera olvidaríamos ver”

 Hoy tenemos Luna Nueva. Este puede ser un dato intrascendente para muchos, no así para los que sabemos que somos parte de un todo y que la energía del universo tiene influencia no sólo sobre nuestro planeta, sino también sobre todos los seres vivos que habitamos la Tierra.

Las fases de la luna afectan a todas las cosas en la naturaleza que contengan agua, incluyendo los seres humanos, que somos agua en un 70%. Las fases de la luna son determinadas por la posición relativa de la luna al sol. El sol y la luna ejercen una gravitación en la tierra, que, según sus posiciones relativas, crean diversos ciclos y experiencias energéticas. La energía de la Luna Nueva corresponde a una energía contractiva, que nos lleva a una sensación reflexiva y estable, pero también pesada y más pasiva físicamente.

Al reunirse el sol y la luna marcan el inicio de un nuevo ciclo favorable para cualquier cambio que queramos hacer e iniciar nuevos proyectos. El organismo está más dispuesto a una desintoxicación, a una nueva dieta más saludable, ya que contamos con mayor serenidad para eliminar los excesos  y lograr un mayor autocontrol.Es el momento de mayor fuerza lunar para comenzar proyectos postergados y para generar lo que deseamos ver manifestado en nuestras vidas.

Yo soy una amante de los rituales. Creo que con el tiempo, vamos olvidándolos o privándolos de su sentido mágico. Nuestras vidas están cada vez más llenas de rutinas. Vivimos  aturdidos, repitiendo tareas, palabras y acciones como autómatas, con el sólo objetivo de lograr un fin práctico.

Los rituales se parecen a las rutinas. Ambos tienen un orden pre-establecido a seguir, que se repite de una determinada manera pero la gran distinción radica en el sentido que le damos a esas acciones. El rito pertenece al mundo de lo simbólico y lo ordinario se convierte en extraordinario durante la celebración del ritual. Normalmente invocamos a una fuerza superior que nos guie y ayude a conseguir un mayor nivel de consciencia, que  puede revelarse en distintos ámbitos de nuestras vidas.

La energía de este día, es la del potencial puro.Todo está en estado de semilla, esperando a  ser creado.Invocando la fuerza de la energía lunar de hoy, diseñé un simple y personal ritual, en el cual anoté 10 intenciones que voy a leerle en silencio a la luna esta noche, para que se manifiesten:

  1. Elegir alimentos más saludables para mi dieta.
  2. Agradecer todos los días.
  3. Mantener mí practica regular de yoga.
  4. Estar menos tiempo conectada a Internet.
  5. Leer más.
  6. Poner menos resistencia al presente. Practicar la aceptación. Fluir.
  7. Prestar atención a la calidad de mis pensamientos.
  8. Abrazar la incertidumbre con serenidad.
  9. Creer en mí, en mi capacidad para lograr mis sueños.
  10. Tener fe.


Amén!

lunes, 1 de julio de 2013

El Motor de la Vida

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo". Gandhi.

Hace unos días, en una conversación con mi hija, me acusó (porque ese fue el tono de usó) de ser una amante de los cambios, como si fuera algo malo. Después de haber dejado decantar la conversación por un tiempo, pude confirmarme el tono de acusación de sus dichos y reinterpretar su frase: “vos adoras las cambios”, por, “tu forma de vivir me desestabiliza y no me gusta”. Y yendo un poco más profundo, ahora escucho: “tengo miedo a los cambios”

Este episodio me sirvió para reflexionar sobre mi actitud frente al cambio. Al igual que muchos, puesta a enfrentar cambios, lo primero que me ocurre es oponerme, resistirlos. Cambiar el statu quo de la vida, en mayor o menor medida, puede tomar la forma de una amenaza. Tenemos miedo y tendemos a pensar primero, en todo lo que podemos perder, en lugar de focalizarnos en todas las nuevas posibilidades que pasarán a estar disponible para construir una nueva y mejor vida.

Con el tiempo, entendí que evitar los cambios es una quimera. Pretender controlar el presente o el futuro, es imposible, aun suponiendo que si no me muevo, no alteraría nada en mi universo más próximo y todo se mantendría estático.¡Falso! La vida es cambio permanente. Pero así como el cambio es ineludible, insoslayable, el crecimiento personal es opcional. A no confundir cambios superfluos de hábitos o conocimientos con evolucionar, que es resultado de experiencias transformadoras,  que nos hacen mirar, estar y actuar en la vida de una perspectiva completamente diferente.

Tener una buena disposición al cambio no me convierte en una persona inestable o improvisada. En un mundo dominado por lo efímero, aprender a ser flexible y adaptarse, es casi una cuestión de supervivencia. En el devenir de la vida, nos enfrentamos a múltiples obstáculos, que nos obligan a cambiar nuestros más prolijos y bien intencionados planes. Cada piedra, es una lección y como expresa este dicho Zen: “El obstáculo es el camino”. El desafío más constante es no perder o confundir el propósito, avanzando con determinación.


Este pensamiento de Carl Rogers, es mi mejor defensa ante la acusación de mi romance con el cambio: "Me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.

lunes, 24 de junio de 2013

La generosidad sacrificada

“El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar” (Deepak Chopra)

Hoy lunes, practicamos la Ley del dar y recibir, según lo profesado por  Deepak Chopra, en su libro Las Siete Leyes Espirituales del Éxito. El universo opera por medio de un intercambio dinámico, en el cual dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía del universo. Mantener este flujo en movimiento es lo que garantiza mantener viva la inteligencia de la naturaleza.

Esto que dice Chopra me llevó a pensar que en realidad todas las relaciones se sostienen en función de ese vínculo que se genera entre el dar y recibir, inclusive la relación con nosotros mismos. El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar”. Todo nos parece maravilloso mientras ese intercambio es equilibrado y disfrutamos los efectos de un círculo virtuoso, que hace que las relaciones crezcan y se fortalezcan. El problema surge cuando se rompe ese equilibrio y una de las partes percibe que la energía que solía circular sin obstáculos, se bloqueó en algún punto, poniendo a la relación en una asimetría energética.

Siempre que mi autoestima y creencia sobre el merecimiento estuvieron débiles, me quedé en relaciones (de amistad, de pareja, de trabajo) que no me resultaban gratificantes y en las que me sentía víctima de una injusticia, por no recibir en la medida en la que me estaba brindando. Si miro en más profundidad, me descubro debatiéndome entre los roles de una pobre víctima o la sacrificada heroína, que no deja de ser la más ejemplar y egocéntrica versión de las víctimas.

Debo confesar que le perdí respeto a la palabra sacrificio.Cuando alguien declara con bombos y platillos que está haciendo un sacrificio por alguien, automáticamente se me prende la alarma de la desconfianza. Los sacrificados representan para mí, personas manipuladoras e interesadas.Cada vez  que aparece un sacrificio relacionado con brindarse a un tercero, por detrás siempre hay un objetivo. No nos engañemos, no se trata de  una acción desinteresada ya que lo que la sostiene, es la especulación de recibir algo a cambio: generar culpa, miedo, reconocimiento, respeto, admiración o resarcimiento material. Cuando hablamos desde ese rol autorreferencial, creemos que somos tan sobresalientes y especiales, que no sólo nuestros argumentos merecen ser considerados y respetados, sino también deben darnos lo que demandamos.  El ego reclama obediencia y reconocimiento de superioridad y nuestro sacrificio se constituye en la evidencia contundente de nuestra generosidad sin igual. En síntesis, sacrificarse no es más que un intento disfrazado de manipulación. Cuando elijo jugar de victima sacrificada, en vez de contribuir con la energía del dar, la combato, bloqueándola, viciando los mecanismos auténticos del recibir.

No sé si alguna vez tuvieron la experiencia de cruzarse con un desconocido que tuvo un acto de generosidad con Uds. Alguien que les hizo un regalo, sin esperar absolutamente nada cambio, alguien a quien quizás no volverían a ver nunca más. Para mí, este puede ser el ejemplo que transmite con más  claridad lo que significa dar. La acción de dar que sostiene el fluir de la energía del universo, en el cual es difícil separar el dar, del recibir, porque son sólo dos momentos de un mismo proceso. Cada vez que doy, porque si, porque así lo quiero, me estoy dando y por ende, estoy recibiendo. Dar, motivado por el amor no genera deudas, no hay necesidad de compensar y el que receptor, lo hace en paz, apreciendo lo que recibe.

Cuando confundimos dar, con sacrificio, estamos confundiendo la intención detrás de la acción. El sacrificio tiene su raíz en el ego: es por quién y para quién actúa. Al dar genuinamente, desde el altruismo, no hay motivo de deudas o reclamos, ni lugar para el sacrificio, ya que el motor es siempre el amor y el objetivo es hacerlo circular, en armonía con las leyes del universo.

lunes, 17 de junio de 2013

El futuro en mis manos

“El futuro no es un regalo, es una conquista” (Robert Kennedy)

Perdida en la variedad de opciones de una carta en un restaurant. Paralizada mientras paseo mi mirada aturdida por los innumerables modelos, talles y colores en un centro comercial. Sentirme absolutamente impotente a la hora de elegir ante la diversidad  de un mismo producto en las góndolas de un supermercado. Dudar hasta el desaliento sobre cuál será el atuendo más adecuado para asistir  a un evento. Todas estas son situaciones cotidianas, que representan un pequeño  porcentaje de la enorme suma de elecciones que realizamos a diario y no hacen más que dejar al descubierto la tremenda dificultad que eso representa en mi universo.
Soy de las que creen que la vida es un constante decidir y es así como moldeamos nuestro destino ¡Así  de simple, así de trascendente! Siempre pensé que para las personas que creen en la predeterminación, en el destino, esto no debe representar problema alguno. La idea de tener un destino prediseñado por una inteligencia superior, de alguna manera es un alivio. La toma de decisiones deja de ser un tema de responsabilidad individual,  determinante para el futuro y uno puede relajarse para convertirse ya sea en una víctima o en el feliz poseedor de un futuro promisorio, el que estará siempre al acecho o esperándonos en el podio de los triunfadores, según sea el caso.  La contracara de este escenario es que no hay escapatoria y eso deja de parecerme esperanzador. No importa lo que hagas, cuan bien lo realices, cuanto empeño y buena voluntad saques a relucir, las cartas están echadas y lo único que resta es esperar que el  porvenir llegue, se manifieste y aceptar lo que te toque en suerte.
Tratar de escapar de la toma de decisiones es una ficción. También lo veo como un acto de inmadurez, que tiene su raíz en nuestra infancia, cuando los mayores eran los que elegían por nosotros: horarios, comidas, hábitos, juegos, amigos, abrigos, remedios, conductas. Alguien pensaba por nosotros y se suponía que sabían lo que estaba bien y lo que estaba mal y así decidían por nosotros para nuestro mayor bien y felicidad. De eso no se nos ocurría ni dudar, aun cuando podíamos estar en desacuerdo. La idea que existía alguien con más experiencia y sabiduría, comprometido con nuestro bienestar, nos ponía en una situación protegida, pasiva y despreocupada. Ellos eran los responsables de ofrecernos el mejor futuro posible y es tan fuerte esa creencia, que es muy común encontrar adultos resentidos porque la vida nos les resulta como les hubiera gustado y culpan a sus progenitores por ello. Poner la culpa afuera y no hacerse cargo, es un rasgo también muy infantil.
Existe esta otra creencia que postula que a mayor cantidad de opciones para elegir, mayor libertad y por ende mayor felicidad. Yo disiento con esto. Soy mucho más feliz cuando me dan un menú con 5 opciones de entradas,  5 platos principales y  5 postres, que  cuando termino por perderme en esos menues eternos, que al llegar a la última hoja, te olvidaste lo que te ofrecían en las primeras. Me cuesta mucho menos elegir si entro a una pequeña boutique, que a un gigantesco shopping center.  Creo tener la explicación para esto: cada vez que debemos escoger entre una  multiplicidad de opciones, vamos a querer la más perfecta y descartar el resto. Cuando el número de opciones es menor, creemos poder hacer una evaluación más minuciosa y por ende las chances de arrepentimiento o dudas sobre si hicimos la mejor elección, es más baja. Ocurre lo opuesto cuando la oferta es abrumadora, la expectativa es más alta y elijamos lo que elijamos, aun cuando esta elección sea excelente, siempre nos acompañará  la duda si pudimos hacer una exhaustiva  apreciación o se nos escapó una opción aún mejor.
Paradójicamente, así como me genera un gran estrés tomar decisiones, pensar que mi futuro está en las manos de otro, me desespera. Seguro que esto también deja ver una cuestión con mi capacidad para confiar, (tema al cual ya dediqué otro post) no obstante ello, con estrés incluido, sigo pensando que ser el artífice del propio destino, es una posición mucho más entretenida y desafiante, que requiere de audacia y coraje para enfrentar la incertidumbre que genera el hecho de elegir, porque no hay  garantías
El desafío quizás, para que elegir no se convierta en un acto abrumador, será dejar de obsesionarse por lo perfecto. Bien sabido es que lo perfecto es enemigo de lo posible. La perfección paraliza y para que podamos construir un futuro viable, será necesario tomar riesgos y ponernos en acción. Al final del día, todas nuestras elecciones cuentan, las buenas, las malas y las regulares. Cada una aportará una pincelada de color diferente a la más trascendente obra que podamos encarar: el diseño de la vida misma.




lunes, 10 de junio de 2013

Soltar

"El mundo está lleno de sufrimientos; la raíz del sufrimiento es el apego" (Buda)

Antes de mudarme, la última vez que entré a mi baño, me pregunté si existía algo más inservible que una colorida colección de frascos de perfumes vacíos, exhibidos como despojos de lo que alguna vez fueron y que ya nunca más serán.

Hasta ese momento, no me había considerado como una persona que acumulaba cosas y la visión de todas esas pequeñas botellas de colores, me puso de cara  con la increíble cantidad y variedad de objetos que guardé a lo largo de mi vida: desde recetas de cocina, casetes, cartas, zapatos, ropa, carteras, fotos, revistas, adornos, remedios vencidos, accesorios, cintos, DVDs, trofeos (propios y ajenos),cosméticos, celulares sin cargadores, cargadores sin sus respectivos celulares, cajas, bolsas y muchas cosas más, entre ellas, malos hábitos, recuerdos, información inútil y los consabidos perfumes vacíos.

No pude evitar preguntarme por qué lo hacía. Y esa pregunta me remitió  automáticamente al pasado. Mis respuestas transitaron por explicaciones tales como: por melancolía, por querer mantener viva en el presente la emoción que me produjo ese objeto en un pasado, el famoso por las dudas lo necesite y la más insensata de todas las razones: por desidia. Y así es como nuestro universo privado, un buen día nos empieza a asfixiar, nos parece chico e incómodo, como consecuencia de la invasión de los más insólitos objetos, que parecieran haberse congregado por reproducción espontanea en nuestras casas.

No conforme con esa lista de justificaciones, me pregunté para qué guardo todas estas cosas. ¿Cuál es el objetivo o meta para lo cual necesito tener, amontonar, acopiar, apilar tantas cosas? El apego juega un papel importante en este escenario, así como también la ilusión del control sobre la vida y el sentido de permanencia.  Asociamos la idea de almacenar a tener muchos recursos, mientras que lo opuesto, el despojarnos, nos hace sentir desvalidos e indefensos ante la vida.

Estamos insertos en una cultura donde la identidad y el valor personal van de la mano con las posesiones. Para el ego poseer es su ley y necesita poseer cosas para salvarse. Poseer por poseer es una de las piedras angulares de los templos que el ego se erige a sí mismo. Cuantas más posesiones, logros, títulos, premios obtenga, más poderoso se siente

Paradójicamente, creer que somos lo que tenemos es una quimera más de la vida occidental y al mismo tiempo se convierte en una fuente de frustración constante porque nunca es suficiente y nos enfrenta a una carrera sin fin, donde a la vuelta de cada esquina, nos encontraremos con un desafío mayor.

Recuerdo una escena de la película 7años en el Tibet, que cuenta la historia de unos escaladores que se pierden en el Himalaya y terminan siendo socorridos por unos monjes Tibetanos. Esta escena resumen con gran claridad la diferente valoración que tenemos occidentales y orientales, con respecto al apego y el éxito.


Todo esto me hizo leer nuevamente los principios del Feng Shui, esta ciencia milenaria china, considerada como el arte de la fluidez y como un método para diseñar ciudades, casas e interiores. Su traducción literal es viento y agua. El Feng Shui pretende maximizar el movimiento del chi - la fuerza y energía de la vida universal presente en todo nuestro entorno, para lograr armonía en nuestras vidas.

El Feng Shui considera que la acumulación de trastos, el desorden y el mantener muchas cosas que no utilizamos y que no nos aportan nada, hace que la energía se estanque y se vuelva pesada, evitando la libre circulación de la energía positiva. Uno de los pilares fundamentales del Feng Fhui es liberar la energía estancada y conseguir el flujo de circulación correcto de la "buena" energía, la energía denominada CHI.

Soltar, para hacer lugar y acoger lo nuevo. Quizás allí este todo el secreto.