domingo, 31 de diciembre de 2017

Tu Semilla Es Tu Cosecha - Feliz 2018!

La Vida es como el Eco. Lo que das, recibes. Lo que siembras, cosechas.

Me encantan los rituales. Creo en ellos, creo en su fuerza terapéutica simbólica. Existen una gran variedad de rituales; algunos están establecidos por fechas, pueden ser paganos o religiosos. En ocasiones son comunitarios o a veces los llevamos a cabo en soledad y por lo general implican una secuencia establecida de acciones repetidas con la intención de alcanzar algún objetivo deseado. A través de los rituales nos proponemos desde atraer prosperidad, salud, trabajo, un amor, hasta reducir la ansiedad, aumentar la auto- confianza, tener un buen rendimiento en una competencia o inclusive, para que llueva. ¿Quién no se reconoce realizando alguna de estas actividades con total entrega y convicción?

Hoy que termina el año 2017, en el día en que gran parte de la humanidad estará agradeciendo por lo vivido y celebrando la llegada de un nuevo ciclo, me puse a pensar en todos los rituales asociados con esta fecha. Mi primer recuerdo fue la popular “bombacha rosa” para tener buena suerte, las 12 uvas antes de la cero hora, la tradicional vestimenta blanca en la noche del 31, barrer la casa para limpiar las malas ondas, tener una valija preparada para atraer viajes y cuántos más…

Todos los fines de año realizo algún tipo de ritual personal sobre todo para agradecer y para prepararme de la mejor manera para recibir la energía del nuevo año. Esta mañana me desperté pensando en esta metáfora: los seres humanos como las plantas crecen y florecen mejor cuando se encuentran en el lugar adecuado.  La gran diferencia a nuestro favor es que nosotros podemos ser nuestros propios jardineros y así propiciarnos ese entorno fértil, nutritivo y soleado para poder dar nuestros mejores frutos. Es por eso que hoy mi ritual fue podar y fertilizar mis "plantas".

Para este nuevo año deseo que dejes de esperar que la vida te traiga flores y empieces a cultivar las tuyas propias. Que si no estás a gusto en donde te encuentras, que abandones la queja, que te muevas, que busques alternativas o nuevas tierras. Te deseo buenos pensamientos, porque son como una semilla, cada uno produce su flor y su propio fruto. Te deseo puedas distinguir qué es lo que necesita poda, limpieza, riego o abono, para así convertirte en el mejor jardinero de tu vida. ¡Manos a la obra! ¡A sembrar el más pleno y abundante 2018 que podamos tener!

viernes, 24 de noviembre de 2017

La Gratitud Es La Memoria Del Corazón

"La primera semilla para la abundancia es el agradecimiento"

Me gusta pensar que la gratitud es la memoria del corazón, que es como un músculo; cuanto más la ejercitamos, se vuelve más fuerte. 
La gratitud es esa energía suave y cálida que nos aleja de las carencias y nos conecta con la abundancia.
Ser agradecido es una actitud hacia la vida, es tener la capacidad y la predisposición para encontrar una bendición, un regalo en cada experiencia que vivimos. 
Habitar en la gratitud nos permite conectar con el disfrute, el amor y la esperanza, que no es otra cosa que apegarnos a la idea que más allá de las circunstancias, siempre habrá una razón para celebrar, para compartir y para seguir creyendo que es posible un mundo mejor.
Feliz día de Acción de Gracias!!!!

martes, 7 de noviembre de 2017

Soltar para Volver a Empezar

“No te dejes abatir por las despedidas. Son indispensables como preparación para el reencuentro y es seguro que los amigos se reencontrarán, después de algunos momentos o de todo un ciclo vital” (Richard Bach)

Se necesitan grandes cuotas de coraje, humildad y compromiso para volver a empezar. La vida nos enfrenta cotidianamente a nuevos comienzos que requiere de nosotros poner en práctica toda nuestra capacidad de adaptación, flexibilidad y valentía para recibir lo nuevo y dejar ir lo que ya no nos sirve más, lo que caducó o simplemente se transformó.

Volver a empezar puede ser el resultado de una decisión; emprender un proyecto, pasar de soñar a crear, implica desde dar pequeños pasos para conquistar nuevos horizontes o simplemente animarse a dar un salto al vacío confiando que todo va salir bien más allá del pánico e incertidumbre inicial. Otras veces ese desafío surge como una imposición del destino, nos sorprende como un rayo que nos parte los huesos y nos deja paralizados sin saber por dónde empezar.

Volver a empezar implica atravesar nuestros miedos y hacer duelos, si, más de uno. Tenemos tantos apegos que cuando el mundo se sacude a nuestro alrededor recién pasan a un plano consciente. Nos damos cuenta de cuanto extrañamos sabores, colores, paisajes, palabras, expresiones, amigos, familia y también esa imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Y saben por qué?  Porque de alguna manera todas esas cosas nos definen, nos dan identidad y sentido de pertenencia. Cuando ese marco de referencia cambia o desaparece, nos sentimos un poco perdidos y empezamos una frenética búsqueda para volver a conectar con eso que verdaderamente somos, más allá de las circunstancias que nos toque vivir. Necesitamos volver a sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos, donde sentirnos amados, aceptados y valorados simplemente por lo que somos. En el camino, muchas veces luchamos por encajar, mutilando facetas de nosotros mismos. Pensamos que para que pertenecer a un nuevo grupo o entorno, tenemos que adaptarnos y en realidad eso solo crea más desconexión y frustración. Para mí el desafío más grande de volver a empezar fue siempre ese: animarme a ser quien soy sin perderme en el camino de la adaptación a lo nuevo.

En ese camino que empezó hace 5 años, cuando decidí mudarme a Miami, tuve muchas sensaciones encontradas: la euforia y el miedo de reinventarme como mujer, madre, esposa, amiga, hija, hermana y profesional. Fueron muchos frentes de batalla a la vez, donde la tentación de aferrarme a lo conocido y oponerme a la incertidumbre de lo nuevo, aparecieron con frecuencia. Me llevó un tiempo entender que resistirme sólo me generaba sufrimiento y que, para sanar, para poder seguir fluyendo con mi vida, necesitaba hacer mis duelos, cerrar etapas, y soltar los apegos para tener el corazón libre y recibir lo que la vida me estaba ofreciendo.

Así empezaron a surgir nuevas oportunidades, experiencias y amigos. Así fue como la vida me premió con mi querida amiga Aielet Zik. Aielet es sinónimo de generosidad. Siempre te recibe con su mejor sonrisa. A pesar de su pequeña figura, tiene una fuerza vital que contagia e inspira. Pocas veces uno tiene la suerte de cruzarse con alguien tan noble y compasivo. Su entrega en cada charla,en cada encuentro, te hace sentir especial, merecedor de la mejor atención y cariño del mundo. Con Aielet reímos y lloramos, coincidimos en algunas cosas y en otras nos complementamos, exploramos ideas y proyectos, estudiamos, enfrentamos desafíos, nos divertimos, soñamos y creamos. Aielet fue mi amiga, mi socia, mi confidente y mi gran compañera de ruta en este último año y medio. Fue una bendición coincidir, pero hoy la vida nos pone en un punto donde nuestros caminos se bifurcan; ella se vuelve a Colombia y yo me quedo acá. 

Si bien esto no me hace feliz e involucra un nuevo “Volver a Empezar”, hoy te suelto Aielita y celebro este vínculo entrañable que supimos forjar, este cariño que trascenderá fronteras y que llegó para quedarse. Elijo pensar que nada se pierde, que todo se transforma y que yo gané una nueva amiga a quien cuidar, extrañar y querer para toda la vida.

¡Te voy a extrañar Aie y a seguir brillando amiga, que esta aventura recién empieza!

martes, 27 de mayo de 2014

Los tres filtros: Verdad, Bondad, Utilidad

Si nosotros somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos.(Oscar Wilde)

Cuan fácil resulta opinar sobre vidas ajenas. Erigirnos en jueces de otras historias. Tener la palabra absoluta sobre lo que está bien y lo que está mal. Desplegar la lista de los “deberías”, como si fuéramos ejemplos impolutos a seguir. Premiar o castigar, según decidamos qué es justo, qué es verdadero y qué es falso. Qué increíble cantidad de energía depositada en querer ser protagonistas de historias que no nos pertenecen, en lugar de focalizarnos plenamente en nuestro propio paso por esta vida.

A medida que vamos tomando conciencia de este vicio, empezamos a darnos cuenta cuántas veces nos involucramos en conversaciones inconducentes y por más vueltas que pretendamos darle o disfrazarlo, lejos de aportar algo positivo, terminan por parecerse más a una cobarde puñalada por la espalda, que a un comentario desinteresado por el bien de un tercero, ya sea alguien cercano, conocido de vista o un mero desconocido. Siempre sentimos que nos asiste el legítimo derecho a opinar. Primero opino (léase juzgo, porque toda opinión es un juicio) y después mido las consecuencias (desde negar lo dicho, hasta disculparme por no haber tenido la intención de causar ningún daño).

Cuántas otras veces, amparados en el convencimiento de “Yo sé cómo son las cosas”, intervenimos como mediadores o jueces, en asuntos ajenos, sin que nadie nos haya pedido ayuda, ni siquiera una opinión. Lo peor del caso, es que por lo general, cuando lo hacemos, nos creemos con el derecho de participar y si nos señalan que nuestra intervención es invasiva y que lejos de aportar soluciones, complica aún más las cosas, automáticamente nos ofendemos. Nos sentimos despreciados y nos parece una actitud mezquina e inmerecida ante semejante acto de solidaridad y apoyo de nuestra parte.¿Tanto nos cuesta entender que si no nos piden ayuda,  primero hay que ofrecerla y no imponerla? Porque en tal caso, deja de ser ayuda y se convierte en una intromisión. 

Aprender a reconocer nuestras ansias de protagonismo heroico y distinguirla de una sana actitud solidaria, ahorraría una gran cantidad de malos entendidos a la humanidad.

Para cerrar, les dejo esta reflexión de Sócrates que me parece muy inspiradora: "antes de hablar, respira y piensa si lo que vas a decir es verdad, bueno, y útil":

DIÁLOGO DE SÓCRATES  (Los tres filtros: Verdad, Bondad, Utilidad)
- ¿Sabes, Sócrates, lo que acabo de oír sobre uno de tus discípulos?
 - Antes me gustaría que pasaras la prueba del triple filtro. El primero es el de la Verdad. ¿Estás seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
- Platón: Me acabo de enterar y ...
- ... o sea, que no sabes si es cierto. El segundo filtro es el de la Bondad. ¿Quieres contarme algo bueno sobre mi discípulo?
 - Todo lo contrario.
 - Con que quieres contarme algo malo de él y sin saber si es cierto. No obstante aún podría pasar el tercer filtro, el de la Utilidad, ¿me va a ser útil?
 - No mucho.
 - Si no es ni cierto, ni bueno, ni útil, ¿para qué contarlo?

miércoles, 14 de mayo de 2014

SuperArte

“No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido”. (Almafuerte)

Todos conocemos personas que lograron superar grandes escollos en sus vidas. Seres casi heroicos, que pudieron vencer limitaciones o recuperarse de circunstancias desbastadoras. Esos sobrevivientes, sin duda, nunca más volvieron a ser quienes fueron antes. En esa lucha por mantenerse vivos en este mundo, se convirtieron en otros seres: más fuertes, más sabios.

En esta especie de arte de la superación; ¿qué es lo que hace que algunos se resignen ante sus limitaciones o desgracias y otros encuentren en esa debilidad, la fortaleza para seguir adelante y lograr no solo vencerlas, sino generar una vida mejor?

Pensando sobre este tema, tres palabras resonaron rápidamente en mi mente: aceptación, determinación y constancia.

La aceptación como primer paso, es la llave que nos permite abrir la posibilidad de un cambio. Es la que nos ayuda a ver los problemas como retos que podemos superar y no como terribles amenazas. Sin aceptación y reconocimiento de lo que nos limita, molesta o duele, difícilmente podremos hacer algo para salir de ese escenario.

Cuando hablo de determinación, me refiero a esa íntima promesa que nos hacemos a nosotros mismos que vamos a salir adelante, más allá de todo lo que parezca impedirlo. Es esa valentía que nos llena de fuerzas insospechadas y de esa Fe, tan necesaria que nos permite visualizar y creer firmemente que otra realidad es posible, que la vida tiene sentido y que no vamos a parar hasta descubrirlo o conseguirlo.

El tercer pilar seria la constancia, que se alimenta de un inquebrantable deseo de mejorar. La constancia nos focaliza en el objetivo, sin importar cuan imposible parezca el reto. Es la que nos sostiene, cuando avanzamos y también cuando retrocedemos. La que nos levanta cuando caemos y nos pone en carrera de nuevo. Es la que nos lleva a realizar un paso a la vez, aun cuando la meta parezca lejana y dif
ícil.

Enfrentar y superar problemas es un tema frecuente. En mayor o menor medida, todos somos los pequeños o grandes héroes de nuestras propias vidas. Desde que nos levantamos, hasta el final del día, tenemos que resolver situaciones que nos causan dolor o fastidio. Lo difícil de aceptar, no es el sufrimiento que generan estas situaciones, sino saber que el dolor es parte de la vida. Tan simple como eso. Tener que lidiar con el dolor tendría que ser tan natural, como tener que hacerlo con la alegría. Por supuesto no lo es, pero la buena noticia es que estamos diseñados para poder hacerlo. No necesariamente tenemos que tener pasta de titanes para superar nuestros problemas, sino que es una destreza que podemos adquirir.

Hoy se habla mucho de Resiliencia, definida como “la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo”. La resiliencia no es una cualidad con la que una persona nace, sino que implica una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.
  
Más allá de todas estas características y conductas que nos ayudan a superar las tragedias, desde las más extremas, hasta las más cotidianas, un cuarto componente que resulta crucial a la hora de enfrentar estos escenarios, es el soporte emocional de las personas que nos quieren, apoyan y en quienes podemos confiar. Un entorno afectuoso y empático ayuda a transitar la adversidad con más contención y calma. 

martes, 29 de abril de 2014

No pienses de más

"La vida es así, cambia el viento, cambia la estación, no siempre se encuentra una razón." (Jorge Drexler)

Hay días que vienen así… con pocas palabras.
La espera se hace tediosa y las respuestas no llegan.
Es mejor poner la mente en off y darle un descanso a la cabeza y al corazón.
Fluir con la vida, sin tantos cuestionamientos y resistencias.
Conectar con el silencio interior e invitarlo a que traiga un poco de paz.
Drexler y su música me arullan hoy, mientras lo intento.
No pienses de más
No pienses de más,
cuando te quedes sola.
No pienses de más,
no dejes pasar las horas.

La vida es así,
cambia el viento,
cambia la estación,
no siempre se encuentra
una razón.

No pienses de más
No esperes de mí
que venga y te lleve lejos,
no esperes por mí,
yo no puedo dar consejos.

No me hagas hablar,
no te traigo más
que esta canción,
yo no entiendo
ni a mi corazón.

No pienses de más
No me escuches
no ves que estoy dolido...
No me sigas,
yo también estoy perdido...

Y no todo se ve
mirando por una lupa,
no todo se ve,
no sé de quien fué la culpa, 
nunca lo sabrás,
cambia el viento,
cambia la estación,
no siempre se encuentra
una razón..

No pienses de más.

jueves, 24 de abril de 2014

La tiranía de la cultura Anti-Age


“La vida humana puede compararse con el recorrido del sol. Por la mañana asciende e ilumina el mundo. Al mediodía alcanza su cenit y sus rayos comienzan a disminuir y decaer. La tarde es tan importante como la mañana, pero sus leyes son distintas”. (Carl Jung)

Nadie quiere volverse viejo. A diferencia de algunas civilizaciones, donde los ancianos ocupan un lugar de privilegio, y son honrados y consultados por su sabiduría, en esta cultura anti-age, ser viejo se convirtió en sinónimo de decrepitud, dependencia, limitaciones y quizás lo más temido, de exclusión.

Estamos en un mundo donde casi todos los roles protagónicos están reservados para los jóvenes. Hay una sobrevaloración de la juventud y su omnipotencia. Es ese concepto de juventud, que todo lo puede, el que nos impulsa a hacer cualquier cosa con tal de borrar las huellas del paso del tiempo por nuestro cuerpo. Nos sometemos a cuanta rutina de ejercicios se pone de moda, dietas inhumanas, tinturas, masajes, cirugías, Botox y si todo eso no alcanza, siempre podemos aplicar foto-shop, para mostrarnos tal como nos gustaría vernos siempre. ¡Dios no permita lucir una cabeza con canas o arrugas en la cara!

A medida que nos alejamos de la juventud y entramos en la segunda mitad de la vida, muchos elijen engañar o auto-engañarse y mirar para otro lado. ¿Acaso, disimular la edad, ponerse Botox y hacerse cirugías para parecer 20 años más jóvenes, no es una manera de mentir? Viven mucho más preocupados, o mejor dicho, desesperadamente ocupados en sostener esa porfiada negación, en lugar de abrazar la sabiduría que viene de la mano de la experiencia de los años vividos. Saben o intuyen que la negación, lo único que hace es evitar hacerse cargo de lo ineludible: la llegada de la vejez y nuestra condición de mortales. Esto, los pondría de cara con la cercanía de la muerte y los instaría a empezar a vivir de otra manera, dejando de lado las expectativas del mundo exterior. Como dice Jung, “para el hombre reconocer esta curva vital significa que, desde su segunda mitad de vida, ha de ajustarse a la realidad interior en lugar de a la realidad exterior”.

La paradoja de querer vivir en un estado de eterna juventud, se contrapone con el concepto que tenemos del tiempo, como un recurso finito, que siempre está evaporándose y por lo tanto no podemos detenerlo o darnos el lujo de desaprovecharlo. Así es como vivimos enloquecidos, a toda velocidad, en un constante estado de distracción para evitar hacernos las preguntas transcendentales. Es esta amenazante y neurótica relación que tenemos con el tiempo, la que nos hace verlo como un enemigo al que hay que conquistar y sacarle el máximo provecho, exprimiendo cada minuto de vida. 

¿Si pudiéramos amigarnos con el tiempo y no interpretarlo como el verdugo que nos recuerda segundo a segundo, que vivimos en una cuenta regresiva desde el momento en que nacemos? ¿Si pudiéramos acompasar la vida, confiando más en nuestro reloj interno? ¿Si pudiéramos pensar en el tiempo como un recurso más, como un aliado que nos sostiene mientras transitamos la vida? Quizás, solo quizás, no quedaríamos presos del frenesí de ganarle esta carrera. Podríamos tomarnos todos los instantes necesarios para disfrutar de cada momento y regalarnos el privilegio de disfrutar las distintas texturas y matices de la vida, en lugar de atravesarla, abrumados por tratar de borrar los rastros de cada minuto y cada segundo vivido.