“Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es”. (Roberto Juarroz) es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
A
lo largo de la vida desarrolle un latiguillo que suelo repetir sin mucha
consciencia, que de alguna manera refleja mi espíritu batallador. “No
es tan difícil”, es lo que digo y me digo cada vez que debo
enfrentar alguna situación que requiere un esfuerzo o aprendizaje nuevo. Admito
que puede sonar a superada o quizás, a un exceso de optimismo de mi parte pero
en mi fuero íntimo, sé que se debe más a mi necesidad de supervivencia y
superación.
Siempre
me pregunto qué es lo que hace que algunas personas tengan ese empuje para
seguir, aun cuando la realidad se vuelve pesada, rutinaria, cargada de
decepciones e injusticias. Cuál es esa energía o motivación para seguir
luchando, aun cuando todos los indicadores lógicos pronostican que lo que viene
no será mejor. Algunas personas traccionan en función de sus expectativas,
otras, según sus motivaciones.
Motivación es para mí ese motor que nos impulsa a superar algún reto. Ese
deseo irrefrenable de seguir trabajando a pesar de todo, esa misión más o menos
reconocible que de alguna manera tenemos que cumplir. Muchas veces consiste
sólo en el placer del trabajo bien hecho o la satisfacción del deber cumplido.
Es aquello que nos permite ir en algunos casos, de derrota en derrota sin
perder el entusiasmo.
Porque
para avanzar cuando todo marcha sobre rieles, tener una gran motivación
no parece ser tan crucial.
Expectativas equivalen a los resultados que esperamos conseguir como
consecuencia de una acción. Es la meta, el propósito u objetivo por lo cual me
pongo en marcha. No digo que tener expectativas sea per se algo negativo pero
cuando ponemos la mirada sólo en el final del camino, corremos el
riesgo de tropezar con distintos obstáculos permanentemente, volviendo así la
experiencia en algo penoso y agotador. Cuando sólo trabajamos en
función de tal o cual premio, ya sea publicar un libro, hacer una exposición,
conseguir atraer la atención o reconocimiento de los demás, puede distraernos
de disfrutar del proceso, de conectar con el presente y consecuentemente, la
motivación termina por debilitarse y tornarse confusa. Por eso pienso que cada vez que se instala esa tensión entre nuestras motivaciones y los resultados, es cuando perdemos el foco y aparece el sufrimiento.
Priorizar
mi conexión con esa energía interior que reconozco como motivación, me vuelve
más flexible y creativa. Es también lo que me da coraje. Como dice Roberto Juarroz, a quien cité al inicio de este post, muchas veces nos
embarcamos en la búsqueda de ciertos resultados y terminamos encontrando otros,
más satisfactorios y sorprendentes. El desafío termina siendo siempre el
desapego a los resultados y confiar más en el proceso de la vida. ¡No
es tan difícil! Al menos pensarlo de esa manera, ayuda mucho a creerlo.