Dejar atrás lo que en lugar de ayudarnos a evolucionar, nos
detiene, nos estanca. Desaprender no es lo mismo que olvidar. Tampoco es
adquirir nuevos conocimientos o destrezas. En todo caso se trata de
erradicar a consciencia, hábitos, costumbres, rutinas y mandatos que
ya no nos sirven. Requiere de la valentía de desnudarnos de
prejuicios, ataduras y clichés, que ya no nos representan y que
parecieran estar impresos en nuestro ADN, definiendo nuestra identidad y
acciones. Es dejar de estar en el mundo
repitiendo conductas, pensamientos, emociones como si fueran prestadas, sin
tener ninguna injerencia en sus existencias. Es tener la lucidez y valentía de cuestionarlas, porque lo hacemos tan en automático, que sería casi como cuestionar la manera en que respiramos. Simplemente creemos que ocurren, que nos
suceden.
Incomodidad, angustia, inconformismo, frustración, son algunos de
los nombres de la llave liberadora. Hasta que esas emociones no
aparecen en nuestras vidas, no nos planteamos la necesidad de mudarnos a otros
paradigmas, más acorde con lo que necesitamos y anhelamos.
Alvin
Toffler dijo: "Los analfabetos del siglo XXI, no serán
aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender,
desaprender lo aprendido y volver a aprender."
Estamos inmersos en un mundo donde la vertiginosidad de los cambios hace que los conocimientos caduquen, pierdan vigencia con tal rapidez, que el énfasis del aprendizaje ya no está en la adquisición y acumulación de conocimientos, sino en la habilidad de aprender-desaprender-volver a aprender, en la flexibilidad mental para mudarse de paradigmas y la capacidad de ampliar nuestro bagaje de experiencias transformadoras. La supervivencia no está garantizada al más fuerte o al más sabio, sino al más flexible.
Cuando comienza el proceso de desaprendizaje, nunca termina porque la vida es cambio permanente. La invitación es a soltar lastre y quedarnos con lo que nos hace feliz, más allá de costumbres, convenciones sociales y normas impuestas, que no elegimos. Saberse capitán del propio destino, es una sensación tremendamente liberadora.
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