“La simplicidad es la mayor
sofisticación”. (Leonardo da Vinci)
Hoy, ser multitasking, (capacidad
de realizar varias tareas al mismo tiempo) parece no sólo estar de moda, sino
también es considerado un signo de eficiencia y productividad. Nos pasamos todo
el día, saltando de una actividad a la otra, o en el peor de los casos,
nos sorprendemos, tipeando un mail, mientras hablamos por teléfono y tratamos
de terminar el café ya frio del desayuno. Lo triste de este
escenario, es que ya no lo cuestionamos y lo aceptamos como normal. Al final
del día, cuando todo nuestro ser se siente drenado de energía, nos preguntamos
si eso que hicimos, fue vivir o la vida simplemente nos pasó por encima,
dejándonos completamente desarticulados
y exhaustos.
¿Cómo hacer para escapar de esta maratón
que el mundo moderno nos impone día a día?¿ Cómo simplificar la vida,
para tener más control de nuestro tiempo y más momentos de paz? ¿Cómo
recuperar tiempo para hacer lo que realmente nos gusta y escapar del caos?
Simplificar y concentrarse en lo
importante, no es nada fácil, ni sencillo. Debe ser uno de los desafíos más
difíciles de enfrentar. Requiere de un gran ejercicio de evaluación y
selección, es poder distinguir de lo que es relevante y necesario, de lo
superfluo. Muchas veces implica decir "no" a cosas que nos
gustaría realizar y al hacerlo, muchas personas se sienten ofendidas o
rechazadas. Requiere una capacidad de concentrar la energía y el compromiso en
ejecutar una acción a la vez, enfrentando la ansiedad de saber que nos estamos
“perdiendo” otras actividades.
Creo que en la palabra “pérdida” está la
clave de esta tendencia a querer hacer todo y estar en todos lados al mismo
tiempo. Nos hacen creer que un sinnúmero de servicios y productos son
importantes y necesarios y terminamos consumiéndolos compulsivamente sin
cuestionarlos. Lo hacemos a veces convencidos que son imprescindibles y
otras, porque no queremos privarnos de algún beneficio que pudiera hacer
nuestra vida un poco más feliz, cool, estable o luminosa.
Bajarse de la calesita del consumo, del
vértigo de la cultura del “todo ya!”, entiendo puede producir
miedo. Tenemos temor de enfrentar una vida más despojada, sin adornos y al
prescindir de todas esas distracciones, aparece el mayor de todos los miedos:
el pánico de descubrir una vida vacía de sentido.
Vaciar
para hacer lugar, me parece no sólo una propuesta
para valientes, sino también esperanzadora. Es quizás un proceso doloroso,
porque implica soltar muchas
cosas que queremos y sentimos apego por ellas, pero es también la
posibilidad de crear el contexto necesario para reinventarnos y dar lugar a una
nueva vida.