"Tantos siglos, tantos mundos,
tanto espacio....y coincidir" (Fernando Delgadillo)
¿Cuántas cosas hacemos o dejamos de hacer
en nuestras vidas por afinidad o falta de ella?
La afinidad es la expresión de esa energía
poderosa, que hace que las personas nos encontremos, compartamos y generemos
nuevas realidades, que por separados difícilmente podrían concretarse. Es el
milagro de coincidir, de ensamblar sin forzar, de fluir, de entender y ser
entendidos sin necesidad de explicar. Es la extraña resonancia y familiaridad que
gravita sobre nuevos encuentros y nuevos vínculos.
Cuando hablo de afinidad, no lo limito al vínculo entre personas, sino también a lo que experimentamos por determinados objetos o actividades. La afinidad no necesariamente se manifiesta ante la coincidencia de gustos, preferencias o valores, muchas veces surge de la contraposición de diferencias, que terminan por aportar los ingredientes que hacen que la existencia se torne más plena, más valiosa y significativa. Son estos contrastes, los que convierten a la afinidad un fenómeno revelador, porque destacan aspectos de la vida que de lo contrario, pasarían completamente desapercibidos, hasta para nosotros mismos.
Algunos hemos tenido la suerte de ser sorprendidos por la fuerza transformadora de la afinidad, en el lugar menos pensado, con la gente o actividad más insospechada y la recompensa siempre termina siendo una nueva realidad superadora, donde el escenario anterior a ese encuentro, queda bajo una nueva luz, donde todo parece más valioso y prometedor.
Es por eso que en las relaciones con química o afinidad interpersonal, se conjugan o compatibilizan tres elementos:
- Atención mutua.
- Sentimientos positivos compartidos.
- Lenguaje corporal coordinado.
La atención mutua compartida es
fundamental, debido a que se genera un sentimiento o relación de interés mutuo,
un enfoque conjunto, que actúa como un aglutinador de las percepciones
entre las personas, impulsando sentimientos y emociones compartidas. Un indicador
de afinidad o química interpersonal, es la empatía.
Los buenos sentimientos transmitidos a
través del lenguaje corporal (tono de la voz, expresiones faciales, gestos
corporales, etc.) tienden a construir el sentido positivo, siendo esenciales para
lograr la afinidad interpersonal y social.
El tercer elemento clave en el universo de la química o afinidad interpersonal, es la sincronía o coordinación del lenguaje corporal, (tono de la voz, ritmo de la conversación, contacto visual, gestos, etc.). La sincronía inconsciente entre dos personas o individuos en un proceso interactivo, genera mucha positividad durante el mismo.
Por más que nos esforcemos, esa sintonía fina que se establece
entre dos almas, no puede forzarse, no se
fabrica ni se compra. Se da por generación espontánea y el misterio que
encierra su propia esencia, es lo que la torna sumamente atractiva y deseada.
Hace las veces de un proceso de selección natural y es lo que determina de qué
manera vamos creando nuestro universo más próximo y más lejano.
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