A medida que el tiempo transcurre
lejos de casa, del terruño propio, de los afectos, de los sabores conocidos, de
la familiaridad del hacer
sin pensar, terminas indefectiblemente idealizando.El famoso "todo tiempo pasado o lejano
fue mejor", cae con toda la fuerza de
la melancolía contenida y lo distante termina pareciendo más lindo,
más grande, más bueno o al menos, es el consuelo del refugio de lo seguro
y conocido.
Así llegue a mi Argentina, con la
urgencia que provoca la sed de la distancia. Debo confesar que la recepción
ofrecida, al principio me descolocó un poco. Ausentarse también genera la
ilusión de pensar que al menos por unos días, uno pasará a ser el centro de
atención de todo el micro universo que no se movió del lugar y se dedicó a
esperar ansiosamente, el reencuentro. Que te sobren
los dedos de una mano para contar los casos de evidencia irrefutable
que sostienen esa teoría, lo convierten en un
muy débil argumento. En poco tiempo volví a aclimatarme a
la sensación térmica familiar y no quedaron
rastros de idealización posible.
-Dos hijos adultos, independientes, felices
concretando sus proyectos y confirmando que el nido está vacío y que la fábula
de ser una madre indispensable, es puro cuento!
-Tres hermanos en estado de absoluto
deterioro emocional, por cansancio tras haber padecido los últimos episodios de
manipulación extrema de la locura de una madre.
-Escenas de recriminación encubierta por no
haber estado durante los episodios y por todos los futuros eventos que tampoco
podré presenciar, por haberme mudado a otro país.
-Impotencia de sabernos rehenes. Viejos
rehenes de una enfermedad ajena. Esa red que cayó sobre nosotros hace mucho
tiempo, casi el mismo tiempo que puedo recorrer con mi memoria.
No puedo dejar de preguntarme cuál es el
límite de la compasión.
Cuándo fue que aprendimos que el amor a uno
mismo es sinónimo de egoísmo.
Que para merecer ser amados, debemos
someternos y posponer o suprimir nuestras necesidades.
Convertirse en héroes, salvadores de
los más necesitados pueden resultar roles atractivos para
una película u obra de teatro pero en la vida real suele ser muy
peligroso si no estas bien plantado. La trampa está en que los eternos "Dadores", somos
personas tremendamente necesitadas de amor y capaces de entregar hasta lo que
no tenemos con tal de sentirnos amados. Al final del día, que no es lo mismo
que el final de una función, sabemos que el poco o mucho afecto que pudimos
conseguir, no es genuino, porque nosotros no pudimos serlo. Estuvimos actuando
un rol. Mientras el objetivo sea complacer y aceptar sin condiciones,
seguiremos siendo victimas de nuestra falta de coraje. Coraje para atender
nuestras propias necesidades, para integrar todo lo bueno y lo malo, lo
encantador y lo deplorable. Recién cuando podamos aceptarnos enteros,
conectarnos con lo que realmente queremos, podremos dar y recibir amor
verdadero.
"Quiero saber si estas dispuesto a
decepcionar a otros para honrar tus necesidades.
Si puedes soportar ser acusado de traidor y
aún así no traicionar tu propia alma."